Aunque los movimientos independentistas parecen estar de moda, lo cierto es que el secesionismo está de capa caída: era mucho más común a principios del siglo pasado. Además, la creación de nuevos estados como piezas escindidas de otros mayores se multiplicó entre 1945 y 1995, cuando el número de miembros de Naciones Unidas se triplicó, pasando de 51 a 185. Entre ese último año y el 2014 la cifra solo ha crecido hasta los 193.

Sin embargo, aún son muchas las regiones del planeta que defienden una identidad, una historia y unos intereses económicos propios, impulsando movimientos nacionalistas sustentados por diversas ideologías y desarrollados en contextos muy diferentes.

Porque nos toca de cerca y por reciente, el independentismo catalán, irresuelto a la espera de decisiones aún en el aire, parece el único del momento. Pero nada más lejos de la realidad. En septiembre se celebró un referéndum por la separación del Kurdinstan, una región semiautónoma del norte de Irak, donde los kurdos votaron en mayoría por convertirse en nuevo país. El Gobierno, sin embargo, no se mostró por la labor y la tensión se masca desde entonces en el país iraquí.

El mismo día de la polémica consulta catalana, las fuerzas de seguridad de Camerún mataron a 17 manifestantes que pedían la separación de la población angloparlante del sur del país de sus vecinos norteños. La ola independentista salpica también a Nigeria, Escocia y Ontario.

En Brasil, lo ocurrido en Cataluña inspiró a los líderes de un movimiento secesionista conocido como El sur es mi país para organizar su propio referéndum, de carácter informal, para consultar a la población de un millar de localidades de las provincias de Grande do Sul, Santa Catarina y Paraná sobre su propia escisión del gigante suramericano.

El fenómeno y su alcance han inspirado distintos estudios, firmados por investigadores y analistas, destinados a esclarecer si, como ha ocurrido en el caso brasileño, los movimientos independentistas de una región alientan iniciativas similares en otros territorios, tanto dentro del mismo país como entre diferentes estados. En resumen, tratan de responder una pregunta: ¿el secesionismo se contagia?

Diferencias de escala

Un trabajo realizado por dos expertos en política de la Universidad de Maryland y recogido en una publicación de Cambridge ahonda en este asunto. Según sus autores, los movimientos independentistas se difunden entre comunidades cuando estas observan a otros "emplear la autodeterminación como base para su organización, generando un sentido de legitimidad, respuesta a las injusticias y la percepción de beneficios tangibles asociados a identificarse con la autodeterminación".

Estos investigadores analizaron el fenómeno a partir de datos globales sobre las iniciativas secesionistas surgidas entre 1960 y 2005. Así, encontraron evidencias de que, efectivamente, existe una difusión espacial de este tipo de ideas, lo que sugiere que "la autodeterminación es, hasta cierto punto, contagiosa".

Pero ese contagio no se produce de igual manera a escala regional o estatal que a nivel mundial. La diseminación de los movimientos por la independencia se produce sólo internamente entre colectivos del mismo país. "Ver cómo emergen reivindicaciones cerca hace que se propague la identificación con la autodeterminación y las protestas", arguyen los autores del estudio.

Lo cierto es que la actual ola secesionista no ha sido la primera en inspirar análisis e investigaciones. En los años 90, una auténtica marea de independentismo desencadenaba la escisión de los antiguos estados de Yugoslavia, la Unión Soviética y Checoslovaquia. En aquel caso, todo parecía apuntar a que la teoría del contagio era cierta también entre territorios separados por fronteras y numerosos kilómetros.

Sin embargo, las conclusiones del estudio de la Universidad de Maryland refutan la idea al demostrar que no existen evidencias que la sustenten. Y no es el único. Entre otros trabajos que llegan a resultados similares figura el de Steve Saideman, un experto en ciencias políticas, esta vez de la Universidad de Carleton (en Canadá).

Saidman también ha hallado escasas pruebas que refrenden la idea de que el secesionismo traspasa fronteras. En una investigación publicada en el 2007 y titulada ¿Es el separatismo tan contagioso como el resfriado común o como el cáncer?, el canadiense y un colega analizaban las posibles explicaciones al fenómeno, tanto a nivel internacional como dentro de un país.

Según sus conclusiones, los procesos políticos internos son más importantes para el desarrollo de movimientos separatistas y su propagación entre estados o regiones que la "exposición a acontecimientos externos", como un referéndum celebrado en otro país. Es decir, el independentismo catalán podría animar a otras comunidades a seguir sus pasos, pero, seguramente, su relación con el movimiento brasileño sea un hecho puntual que no se repita con otros estados.

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