Acercarte a ese chico o chica que te gusta y romper el hielo, estar a punto de conocer a tu ídolo, el primer día de instituto, el examen más importante de tu vida, salir airoso de una reunión de trabajo que podría ser crucial en tu carrera, la noche antes de tu boda, la incertidumbre previa a tomar una importante decisión… Las situaciones que producen nerviosismo son innumerables, desde lo más nimio y cotidiano hasta las cosas que nos cambian la vida.

En circunstancias como las descritas, sentimos ese hormigueo que puede derivar en risa nerviosa, en una pierna que se mueve como si cobrase vida, un estómago que se cierra o se afloja o unas palabras que no terminan de salir de nuestra boca. Son respuestas embarazosas de nuestro cuerpo que nos ponen todavía más nerviosos, como si no tuviéramos suficiente. Y a menudo parecen inevitables, aunque podemos aprender a controlarlas. ¿Quieres saber por qué se producen? Pues ponte cómodo y relájate.

Te muerdes las uñas

Aunque las teorías que psicólogos e investigadores de distintas ramas han desarrollado para darle explicación a este mal hábito son de lo más diversas (incluso Freud lo vinculó, cómo no, a las carencias en el desarrollo psicosexual), las más frecuentes son las que asocian morderse las uñas al nerviosismo, la ansiedad, el aburrimiento o la frustración. Un estudio de 2015 iba un paso más allá al señalar que las personas perfeccionistas son las más proclives a caer en este tipo de patrones repetitivos.

Te entra la risa nerviosa

Esa falsa risita que nos sale de la garganta suele ser una respuesta al estrés, la tensión, la confusión o la ansiedad. Según el psicólogo y neurocientífico de la Universidad de Maryland Robert Provine, es tan común que representa el 80 % de los episodios de risa. Surge sobre todo cuando sentimos vergüenza o en situaciones que nos resultan embarazosas, como una forma de calmarnos o recuperar el control, aunque a menudo sucede todo lo contrario. A las personas tímidas o introvertidas les suele entra la risa nerviosa cuando hablan, por puro aturdimiento o ansiedad social.

O comes de forma compulsiva…

Sucede sobre todo cuando el nerviosismo se vuelve crónico, fruto de un estrés constante, lo que nos lleva alejarnos de la dieta saludable y a comer menos verduras, frutas y carbohidratos complejos y a reemplazarlos por alimentos que provocan un placer inmediato, como las grasas saturadas o alimentos adictivos que, lógicamente, agravan el problema.

…o se te cierra el estómago

Cuando el nerviosismo se debe a alguna emoción intensa (la cercanía de un examen, una reunión importante, cualquier evento que se salga de lo cotidiano…) o a una situación de tensión, la adrenalina que libera nuestro organismo puede hacer que el apetito se suspenda y que, además, quememos grasa más deprisa. La práctica de ejercicio físico es una de las mejores formas de lograr que el estómago cerrado vuelva a abrirse.

No paras de moverte

Con la liberación de adrenalina en situaciones que provocan nerviosismo, el cuerpo entra en una especie de estado de alerta y sobreexcitación que nos hace pensar a toda prisa y tener la necesidad de movernos para quemar el exceso de energía. Sentimos que no podemos parar quietos, ya que nuestro cuerpo se ha preparado para pelear o salir corriendo si fuera necesario. Como probablemente no lo es, nos tenemos que conformar con agitar las piernas.

Tartamudeas

Por la misma razón, a las palabras les cuesta salir de nuestra boca o lo hacen de forma atropellada cuando nos ponemos nerviosos o nos asaltan los temores en algún contexto social. Aunque lo más probable es que no sea consecuencia directa, sí está demostrado que la ansiedad y el estrés agravan e incrementan la probabilidad de tartamudear (y viceversa).

Te entran ganas de hacer pis

Una de las razones puede ser la citada liberación de adrenalina, que activa una respuesta urgente en tu organismo, haciendo que la producción de orina en los riñones se acelere o que el mensaje que recibe tu sistema nervioso central indicando que la vejiga está llena vaya más deprisa. La otra posible explicación es que los músculos de tu cuerpo, cuando estás nervioso, se tensen. Y uno de esos músculos sería la vejiga, provocando que te entren ganas de hacer pis.

Te vas por la patilla

El síndrome del intestino irritable (antaño conocido como del colon irritable) puede ser inducido por el estrés en ciertas ocasiones, llegando acompañado de dolores de estómago, náuseas, gases o descomposición. O, lo que a menudo viene a ser lo mismo, una necesidad imperiosa de ir al baño.

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