A pesar de lo escatológicas que resultan, las heces de una persona pueden decir mucho sobre ella, incluso en los primeros momentos de su vida. De hecho, según un estudio publicado recientemente en Biological Psychiatry, podrían tener una curiosa aplicación en la predicción del desarrollo cognitivo de los bebés. Y es que, según demuestran estos científicos de la Escuela de Medicina de la Universidad de Carolina, sus pañales guardan un secreto de lo más curioso.

Bacterias intestinales, mucho más que una buena digestión

La función de las bacterias intestinales en el desarrollo de la digestión de los seres humanos es algo más que estudiado, pero la cosa no queda ahí, pues también se les conoce una curiosa relación con un órgano tan alejado como el cerebro.

Por ejemplo, se ha comprobado que algunos de estos microbios promueven que tras la ingestión de ciertos alimentos el cerebro libere sustancias relacionadas con la sensación de placer, como la dopamina o la serotonina. De este modo, se incita al individuo en cuestión a seguir ingiriendo nutrientes necesarios para la supervivencia de las bacterias.

También se ha comprobado que las personas que suelen introducir alimentos probióticos en su alimentación tienen menos posibilidades de sufrir depresiones y otros trastornos psicológicos, e incluso se ha demostrado la existencia de cierta vinculación con algunas enfermedades neurodegenerativas. Sin embargo, hasta ahora no se conocía ningún caso como el que acaban de demostrar estos científicos.

El secreto del pañal de los bebés

En busca de una nueva vinculación entre las bacterias intestinales y el cerebro, estos investigadores han analizado las heces de un grupo de 89 bebés de un año.

Las cantidades de los diferentes tipos de bacterias fecales eran muy diferentes en cada caso, por lo que se separaron en tres grupos basados en el género de bacterias predominantes, que podían ser Bacteroides, Faecalibacterium o Ruminococcacaea.

Tras analizar sus heces los niños pudieron seguir con sus vidas, pero un año más tarde volvieron al laboratorio para realizar una serie de pruebas que evaluaban su desarrollo cognitivo según la Escala de Aprendizaje Temprano de Mullen. Dicha escala comprueba cómo evolucionan parámetros como las habilidades motoras, el lenguaje o la percepción del entorno de los niños, por lo que era idónea para este caso.

Una vez realizado el test, se comprobó que, efectivamente, había una correlación significativa entre los resultados de la prueba y el tipo de bacterias predominantes en las heces. De hecho, los portadores de un mayor número de Bacteroides obtuvieron una puntuación más elevada, mientras que los bebés con más Faecalibacterium en sus heces consiguieron menos puntos.

Además, la puntuación también fue mejor en los bebés con menor diversidad bacteriana, en comparación con los que tenían más tipos de bacterias diferentes.

Por último, los científicos responsables del estudio también observaron que la variación microbiana respondía a otros factores externos, como la etnia, la presencia de hermanos mayores o el tipo de nacimiento, pero no pudieron esclarecer cuáles era las razones de dicha relación. Del mismo modo, también han querido dejar claro que 89 bebés son muy pocos para poder tomar los resultados del estudio como definitivos, aunque parece claro que hay un hilo importante del que tirar.

Y es que parece ser que nuestras decisiones no son las únicas que nos convierten en las personas que somos, sino que las bacterias también tienen mucho que ver.

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