Durante décadas, la pérdida de memoria ha sido el síntoma irremediablemente relacionado con la enfermedad de Alzheimer, llegando a ser un "indicador" de la misma. Si bien es cierto que es uno de los signos más comunes de dicha enfermedad, éste se produce en fases avanzadas de la misma, y también puede producirse en otras enfermedades neurodegenerativas como el párkinson.

Por ello los investigadores han intentado buscar otros síntomas producidos en etapas iniciales del alzhéimer, con el objetivo de detectar y tratar la enfermedad de forma más precoz. Según informan en Harvard Health Publications, esta patología neurodegenerativa empieza hasta 10 años antes de que empiecen los síntomas, y por ello podría detectarse con mucha más antelación de lo que se hace hoy en día, con las pruebas médicas adecuadas.

Análisis de sangre 

A pesar de que hoy en día no es una prueba común, ya existen investigadores que han intentado desarrollar un análisis de sangre específico para predecir la aparición de alzhéimer midiendo proteínas relacionadas con la enfermedad.

En el año 2014, un estudio publicado en Alzheimer's & Dementia y llevado a cabo con 1.148 personas que presentaban deterioro cognitivo leve, demostró que el análisis de los niveles de 10 proteínas relacionadas con la enfermedad podría identificar al 87% de individuos que posteriormente serían diagnosticados de demencia.

En 2016, otro trabajo publicado en el Journal of Alzheimer's Disease tuvo resultados similares. En este caso se analizó la sangre de 292 individuos son signos tempranos de pérdida de memoria, encontrando que había ciertas proteínas del sistema inmune que experimentaban cambios que no aparecían en aquellos que no desarrollaban la enfermedad. De hecho, los elevados niveles de estas proteínas se han relacionado con anterioridad con dolencias inflamatorias a nivel corporal y cerebral.

Pruebas cognitivas

Por otro lado, el uso de pruebas cognitivas con breves cuestionarios que evaluen habilidades mentales, tales como la memoria, la atención, el lenguaje y la percepción visuoespacial también han demostrado poder ayudar en el diagnostico precoz de la enfermedad, aunque su eficacia para detectarla se desconoce.

En 2014 se publicó un informe en Annals of Internal Medicine donde se llegó a sugerir que no habían evidencias concluyentes respecto a que dichas pruebas pudiesen ser de ayuda, aunque algunos expertos afirman que su uso tan solo sería el primer paso para identificar problemas que deberían ser explorados más a fondo.

Uso de neuroimagen

Existe una prueba denominada tomografía por emisión de positrones o PET que detecta trazados radiactivos mediante el uso de contraste inyectado en la sangre. Dichos trazados, a nivel cerebral, podrían indicar que existe un proceso de neurodegeneración en la enfermedad de Alzheimer, llegando a indicar la existencia de las conocidas placas de proteína amiloide o proteína tau, señales de la dolencia según los estudios actuales.

Un estudio publicado en 2016 en la revista Neuron sugirió que el PET podría también ayudar a controlar la progresión de la enfermedad de Alzheimer tras evaluar a 53 individuos de entre 20 y 90 años de edad; cerca de la mitad de ellos fueron diagnosticados en riesgo de sufrir la patología. 

Gracias al uso del PET, los investigadores responsables del estudio detectaron que, en edades avanzadas, los elevados niveles de proteína tau acumulada en determinadas zonas cerebrales eran indicativas de la enfermedad. Sin embargo, actualmente el uso del PET es caro, y por ello está muy restringido.

Resonancia magnética

Si bien el uso de la resonancia magnética cerebral es inútil para detectar el acúmulo de proteínas causantes de la enfermedad de Alzheimer, sí puede ayudar a detectar "manchas" sugestivas de pérdida de tejido cerebral, diferentes de las que se producirían en un envejecimiento normal.

Asimismo, la resonancia magnética también puede distinguir otros cambios degenerativos, como los problemas cerebrovasculares. Aún así, no es una prueba suficientemente potente como para ser diagnóstica de esta enfermedad.

Síntomas precoces: depresión, ansiedad y cambios de comportamiento

Aunque no está claro si sufrir depresión aumenta el riesgo de sufrir alzhéimer, algunos estudios sugieren que empezar a sufrir depresión en edades avanzadas podría ser un signo sugestivo del inicio de la enfermedad. Asimismo, otras investigaciones sí han relacionado la ansiedad con el desarrollo de alzhéimer.

Por ejemplo, en 2014 un estudio presentado en la Reunión Anual de la Sociedad de Medicina Nuclear e Imagen Molecular de 2014 sugirió que la depresión en la tercera edad era un factor predictivo de alzhéimer tras analizar a 371 pacientes con deterioro cognitivo leve mediante escáneres PET y MRI, en los cuales se detectó mayor acumulación de proteína amiloide en aquellos individuos con síntomas de depresión.

Por otro lado, algunas investigaciones han demostrado relación entre síntomas neuropsiquíatricos repentinos -ansiedad, apatía, irritabilidad e inquietud- con la progresión de la enfermedad de Alzheimer.

Historia familiar

Finalmente, y aunque esto no significa que se vaya a producir una herencia genética directa, sí que se ha visto que tener un pariente de primer grado -padre o hermano- con enfermedad de Alzheimer aumenta el riesgo de desarrollar la enfermedad. Por ello, sería conveniente estar más atento a síntomas precoces como los cambios neuropsiquíatricos descritos anteriormente.

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