Si el pasado 21 de marzo el Congreso no hubiera rechazado la propuesta de Unidos Podemos sobre la eutanasia, puede que José Antonio Arrabal estuviera todavía vivo. Lo que en todo caso es seguro es que este enfermo de esclerosis lateral amiotrófica (ELA) no hubiera protagonizado el vídeo al que ha tenido acceso el periódico El País en el que graba su suicidio con medicamentos. Porque este hombre decidió quitarse la vida antes de realmente quererlo -"Habría aguantado más tiempo", ha explicado al mismo diario- por no poder contar con la ayuda de nadie para hacerlo; el electricista quería asegurarse de que conservaba suficiente movimiento en su mano para poder beberse él sólo el vaso de agua con medicamentos con el que puso fin a su vida el pasado 2 de abril.

Si su mujer o sus hijos le hubieran conseguido los medicamentos o directamente se los hubieran administrado, hubieran incumplido el artículo 143 del Código Penal. "El que causare o cooperare activamente con actos necesarios y directos a la muerte de otro, por la petición expresa, seria e inequívoca de éste, en el caso de que la víctima sufriera una enfermedad grave que conduciría necesariamente a su muerte, o que produjera graves padecimientos permanentes y difíciles de soportar,  será castigado con la pena inferior en uno o dos grados a las señaladas en los números 2 y 3 de este artículo", reza el documento legal. A efectos prácticos, la pena para este delito oscilaría entre los seis meses y los cinco años de prisión

"Hasta ahora nadie ha ido a la cárcel por este delito", reconoce el presidente de Derecho a Morir Dignamente (DMD), Fernando Marín, a EL ESPAÑOL. Sin embargo, él mismo fue condenado a seis años de cárcel por dos delitos de cooperación al suicidio, aunque llegó a un acuerdo con la Fiscalía que redujo la pena a dos años de cárcel, que no hicieron necesaria su entrada en prisión.

Pero, frente al temor de que a sus allegados les suceda algo, casos como el de José Antonio no son excepcionales. Sin embargo, Marín destaca que no todas las personas que toman esta decisión consiguen poner fin a su vida con éxito. "Por cada suicidio consumado hay nueve intentos", destaca. En muchos casos, se debe a que éstos no han sido meditados y en otros, sencillamente, "porque no es tan fácil". La persona puede además sufrir de forma innecesaria antes del óbito. 

"Hay gente que se cree que basta con coger un puñado de pastillas y tomárselos, pero los psicofármacos que se venden en la farmacia son bastante seguros en la actualidad", desvela. Así, existe mucha variabilidad individual. "Puede suceder que te tomes una caja entera de barbitúricos, estés 24 o 30 horas durmiendo y te vayas recuperando y acabes sin ninguna secuela", explica este médico.

Cómo informarse

"Los políticos parecen no querer enterarse de que internet es realmente la aldea global",  relata Marín y hace referencia a que en la Red se encuentra toda la información para acabar con la propia vida. Sin embargo, de nuevo, no es tan fácil. Lo primero que sale cuando se teclea en el buscador Google las palabras "métodos de suicidio" es el teléfono de la esperanza.

"Hay que tener mucho cuidado; hay estafadores que han llegado a clonar páginas de asociaciones de muerte digna para vender fármacos letales. Piden el dinero por Paypal o Western Union y nunca los mandan. Como la compra de medicamentos por internet es ilegal, el usuario tampoco puede denunciar", subraya Marín.

Por esta razón, la asociación que preside pone a disposición de sus socios -que han de pagar la cuota anual- la Guía de muerte voluntaria, un documento que se actualiza con información de las distintas asociaciones "promuerte digna" del mundo y que indica dónde comprar los fármacos, qué medicamentos se han de adquirir y en qué forma y dosis se han de tomar. "Comprar medicamentos de este modo es ilegal", aclara Marín, pero reconoce que si se quiere se puede hacer, "como la gente que compra Viagra".

El libro aborda también otros aspectos para que el suicidio sea "una muerte responsable". Se pretende que "a ser posible sea una decisión compartida", que se le den a alguien las razones por las que se considera que se quiere poner fin a la vida. También se ayuda a que no haya consecuencias "legales ni prácticas". "Por ejemplo, se trata de que si vives solo no te encuentren por el olor o se señala qué hacer con las mascotas y las plantas", enumera el presidente de DMD.

La pastilla de la paz

Por supuesto, DMD no es la única asociación que hace esto. Una de las más conocidas a nivel internacional es Exit internacional, entidad fundada en 1997 por el médico australiano Philip Nitschke, coautor del libro El manual de la pastilla de la paz (Peacefull pill handbook, ya traducido al castellano aunque aún no a la venta), en el que se indican también los pasos a seguir para un suicidio con medicamentos. El documento se puede adquirir en versión impresa por 80 dólares o en e-book, que se actualiza regularmente precisamente para destapar las páginas web fraudulentas.

"Nosotros incorporamos los consejos del libro en nuestra guía, como los de otros manuales similares editados por asociaciones a favor de la muerte digna", resume Marín.

Todo esto sería innecesario si la eutanasia estuviera legalizada o, al menos, se despenalizara el suicidio asistido. Fue una de las últimas peticiones de José Antonio Arrabal, que recogió firmas en la plataforma change.org.

Marín no cree que, a pesar del rechazo en el congreso de la proposición de Unidos Podemos, esté todo perdido. "Esperamos que el PSOE recapacite y caiga en la cuenta de que la mayoría de sus votantes está a favor de la eutanasia y, por tanto, la incorpore en su propuesta de Ley sobre muerte digna, que supongo se fusionará con la de Ciudadanos", comenta. Su otra esperanza es que el Congreso apruebe la propuesta del parlamento catalán cuando llegue al mismo. "El PSC votó allí que sí", concluye.

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