Si hubiera algo equiparable a Superman en el reino animal seria un animal mucho más feo que cualquiera de los actores que han interpretado en la gran pantalla a este personaje, pero con propiedades mucho más deseadas por cualquier ser humano. 

Del ratopín rasurado se ha hablado mucho por su principal característica: la resistencia al cáncer. Aunque el pasado año, la detección de dos casos espontáneos de cáncer hizo saltar las alarmas, se sigue considerando a este mamífero africano un ejemplo de resistencia a los tumores malignos que ya quisieran hombres y mujeres para sí. 

Pero esta rata desnuda tiene otro superpoder del que se ha hablado mucho menos y que es casi tan envidiable como el primero: es insensible a algunos tipos de dolor, como el provocado por quemaduras cutáneas. 

Un equipo de investigadores alemanes ha descrito ahora en la revista Cell Reports el mecanismo por el que el animal consigue esta cualidad, el cambio evolucionario que ha logrado este efecto. 

Según explican los autores dirigidos por Gary Lewin, del Max-Delbruck Center for Molecular Medicine, si un ratopín entrara en una sauna con una quemadura solar grave, no se inmutaría. La mayoría de los animales sentiría lo que se denomina hiperalgesia termal, es decir, un dolor casi insoportable, algo que no sucede si nos metemos en esa misma sauna sin heridas corporales.

La respuesta molecular

En respuesta a una temperatura muy alta y a una inflamación alrededor de las neuronas sensitivas, una molécula llamada factor de crecimiento nervioso (NGF) se liga a un receptor llamado TrkA. Es este proceso, se activa una cascada de señales químicas que sensibilizan un canal llamado TRPV1 situado en la superficie de la neurona sensitiva. Este canal se abre y, con esta acción, le dice al cerebro que sienta dolor a una temperatura que normalmente no es dolorosa. 

Pues bien, lo que hace al ratopín inmune al dolor es precisamente un pequeño cambio en ese receptor TrKA. En una serie de experimentos, compararon este receptor del roedor con el de otros 26 mamíferos y otras ratas 

desnudas africanas. Vieron que la modificación era mínima y se refería sólo a tres aminoácidos en el receptor del ratopín, que les hacía menos sensitivos.

Lo curioso es que esta menor sensibilidad no significa que el receptor no funcione bien sino, por el contrario, que lo hace demasiado bien. Si el ratón es expuesto a diez veces la concentración de NGF de lo normal, éste se activará. 

Averiguar los secretos de este receptor mágico antidolor podría suponer un avance en la búsqueda de tratamientos eficaces contra este síntoma. 

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