Puede atentar contra la lógica. Ante una enfermedad real, un comprimido sin ningún compuesto activo -en la mayoría de los casos solo de azúcar- obtiene un efecto terapéutico. Es decir, consigue curar.

Es el llamado efecto placebo y su eficacia está bien definida desde que, en 1978, científicos estadounidenses demostraron que un fármaco "vacio" era más eficaz para quitar el dolor que un analgésico. Esto fue lo que les sucedió a algunos de los 40 pacientes que, tras haberse sometido a la extracción de las muelas del juicio, participaron en el experimento.

La razón: el placebo provocaba la liberación de opiáceos endógenos, producidos por el propio cerebro, y cuando lo hacía -no todo el mundo se beneficia de su efecto- su acción podía superar a la del fármaco que buscaba lo mismo, pero con sustancias externas.

Aunque han pasado casi 40 años desde este hallazgo, tuvo que transcurrir más tiempo hasta que técnicas sofisticadas como la tomografía por emisión de positrones (PET) lo demostraran con imágenes del cerebro. En ellas se veía el cambio inducido por las sustancias falsas y por los medicamentos, en ocasiones muy similar. 

Más beneficios

Ahora, científicos de la Universidad de Michigan han ido un paso más allá y han demostrado que el mayor poder del placebo: no sólo cura por sí mismo, sino que puede hacer que las personas se beneficien más de los fármacos reales. 

Lo han hecho en un estudio publicado en la revista JAMA Psychiatry, cuya primera autora es una española afincada en EEUU, Marta Pecina. 

La psiquiatra explica por teléfono a EL ESPAÑOL en qué consiste su experimento. Los investigadores analizaron la química del cerebro de 35 personas con depresión grave que nunca habían sido tratadas. Por supuesto, les tuvieron que engañar: el efecto placebo reside, precisamente, en que el paciente no sabe que está tomando un medicamento falso. 

A los participantes les contaron que iban a probar un nuevo antidepresivo en desarrollo y que después serían tratados con uno muy utilizado en la práctica clínica. La presunta novedad farmacológica era un placebo y, tras administrárselo, analizaron la respuesta de los receptores opioides mu, los que se liberan para aliviar tanto el dolor como los síntomas de la depresión. 

Tras tomar nota de las personas que habían respondido al placebo, y pasadas 10 semanas de descanso, todos los participantes tomaron el tratamiento real. Ahí vino la sorpresa: los que habían conseguido que su cerebro se librara de forma natural de la depresión fueron también los que más se beneficiaron de la acción farmacológica. 

"El 43% de la respuesta al antidepresivo se podía atribuir al efecto placebo", comenta Pecina. Para la psiquiatra española, el estudio puede tener implicaciones prácticas: "Sería razonable pensar que trabajos como estos pueden servir para estratificar a los pacientes hacia una terapia u otra; por ejemplo, psicoterapia versus tratamiento farmacológico, o incluso dosis altas versus dosis bajas de fármacos".

El porqué

El psicólogo Eparquio Delgado, autor de Los libros de autoayuda, vaya timo, y muy crítico con la excesiva medicalización de la depresión, comenta a este diario que este estudio pone de manifiesto lo mucho que queda por saber sobre el efecto placebo. "Hasta ahora nos hemos centrado en ver qué pasa, pero no sabemos por qué", comenta y apuntala esta afirmación con datos: "Se sabe que el efecto de la inyección falsa es superior al de la pastilla". 

Además, el experto cree que el trabajo pone en tela de juicio "cada vez más" la supuesta eficacia de los antidepresivos. "Si de alguna manera el efecto de los antidepresivos está mediado por los mismos mecanismos del placebo, el mensaje que nos han estado enviando las farmacéuticas sobre cómo actuaban estos fármacos es erróneo", concluye. 

Para Pecina, otra posible conclusión es que, quizás, "habría que fomentar el efecto placebo" en las consultas. "Si a la hora de recetar un medicamento el médico se dedica a glosar los efectos secundarios y no refuerza las cualidades positivas, las expectativas del paciente serán menores", comenta la investigadora, que resalta que no es el medicamento en sí lo que genera el efecto placebo sino lo que cada paciente crea que le va a pasar.