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Es pregunta que muchos se hacen: ¿conviene eliminar la patata si estás a dieta? Presente en platos tan emblemáticos como la tortilla, las bravas o los huevos rotos con jamón, este tubérculo es uno de los más consumidos en la cocina española. Sin embargo, su papel en el aumento de peso ha sido motivo de discusión durante años.

Frente a esa mala fama, el dietista-nutricionista Roberto Sánchez del Valle defiende su inclusión en la dieta. "Es uno de los alimentos más saciantes de los que aportan carbohidratos", asegura de forma rotunda en uno de sus vídeos publicados en redes sociales.

La reflexión surgió tras la consulta de uno de sus pacientes, centrado en la pérdida de grasa, que se sorprendió al ver tanta patata en su menú.

"Veo que hay demasiada patata en la dieta", le comentó. La explicación, según el experto, está en su perfil nutricional. "La vas a poder consumir en mayor cantidad, en mayor volumen, te va a aportar menos calorías, más fibra y te va a saciar más" que el arroz o la pasta.

En cualquier proceso de adelgazamiento, controlar el hambre es fundamental para no abandonar. "Durante ese proceso de pérdida de grasa lo que buscamos es pasarlo con el menor hambre posible. Pues la patata te va a ayudar a eso", concluye el nutricionista.

La forma en que preparamos este alimento puede transformar por completo su impacto en la salud. Aunque suele asociarse a las frituras, hay formas mucho más recomendables de cocinarla.

Cocida, al vapor, al horno o en guisos suaves, la patata conserva mejor sus nutrientes y resulta más fácil de digerir. Además, si se cocina con piel —bien lavada—, se aprovecha mejor su contenido en fibra.

Desde la Fundación Española del Corazón recuerdan que las patatas fritas no son la mejor opción. Aportan más grasa, más calorías y, si se cocinan a altas temperaturas, pueden formar acrilamida, una sustancia relacionada con efectos adversos en estudios con animales.

Para evitarlo, los expertos recomiendan no dorarlas en exceso ni cocinarlas hasta que estén muy tostadas o quemadas.

Una vez cocida, este vegetal es relativamente bajo en calorías (88 por cada 100 gramos) y rico en hidratos de carbono complejos, especialmente almidón.

También contiene potasio —clave para el sistema nervioso y muscular—, vitamina B6 y, en menor medida, vitamina C. Aunque parte de esta última se pierde con el calor cuando se cocina.

En los últimos años, se ha popularizado un método sencillo que mejora aún más su perfil nutricional: cocer la patata y dejarla enfriar en la nevera al menos 12 horas.

Durante ese tiempo, parte del almidón se convierte en almidón resistente, un tipo de carbohidrato que actúa como fibra, alimenta la microbiota intestinal y reduce el índice glucémico.

Esto se traduce en una digestión más lenta, mayor saciedad y menor impacto sobre los niveles de azúcar en sangre. Para mantener ese efecto, conviene no recalentar la patata a temperaturas muy altas.

Lo ideal es consumirla fría o templada, como en ensaladas, guarniciones o versiones más ligeras de la tortilla. En cuanto a este plato, recuerda en un guiño final, es tajante: la tortilla de patatas siempre debe llevar cebolla. No solo porque será más jugosa, sino por sus propiedades nutritivas, entre ellas la vitamina C.