Los desayunos azucarados han sido el pan nuestro de cada día durante nuestra infancia, pero en más de una ocasión especial nos dábamos un capricho con un plato algo más dulce. Las tortitas, los crepes o los bizcochos nos esperaban por la mañana de vez en cuando para celebrar una fecha especial o, simplemente, el fin de semana. De todas formas, había algunos desayunos especiales que no requerían de mucho tiempo en la cocina: el pan con mantequilla y azúcar.

Sin duda, estas tostadas eran uno de los desayunos más típicos que las abuelas hacían para sus nietos y que muchas siguen haciendo. Los caprichos que podemos tener con la comida no suponen un gran problema para nuestra salud si nuestra dieta es habitualmente buena. Por desgracia, los desayunos que consumimos normalmente están muy marcados por los ultraprocesados: galletas, cereales que esconden azúcares y zumos que parecen saludables, pero que en realidad no son buenos para la salud.

El desayuno arrastra la fama de ser la comida más importante del día y en la que más energía hay que consumir. Sin embargo, esto ya lo han desmentido los nutricionistas: nos podemos saltar esta comida sin problema y, en realidad, deberíamos hacer una comida más parecida a las del resto del día. Por eso, hay nutricionistas que incluso recomiendan que tomemos para desayunar garbanzos, aunque se nos hace muy extraño. Los alimentos que asociamos al desayuno tienen mucha energía, y esto no es malo, sino más bien sus nutrientes que no tienen tanto interés para la salud.

El pan de siempre

Algunos alimentos como las legumbres, los frutos secos y los cereales integrales contienen un alto número de calorías, pero además también aportan nutrientes muy saludables, como la fibra, las proteínas o las grasas saludables. Sin embargo, la bollería, las galletas o los zumos, aunque sean naturales, aportan demasiados carbohidratos de rápida absorción y tienen, por tanto, un alto índice glucémico. Lo mismo sucede con el desayuno favorito de nuestras abuelas: el pan con mantequilla y azúcar tiene pocos nutrientes de interés.

Para empezar, el pan que habitualmente tomamos en España es el blanco y que, aunque se ha tomado toda la vida, no es el más saludable. ¿Por qué? Pues porque para elaborarlo los productores quitan el salvado del grano de trigo y muelen el resto, así queda una harina blanca y refinada, pero menos saludable. Sin la fibra que aporta el salvado, la harina de trigo se convierte en una fuente de carbohidratos simples, que se descomponen muy rápido en azúcares que penetran a gran velocidad en el torrente sanguíneo y generan picos de glucemia.

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Además, los españoles solemos tostar el pan que tomamos en el desayuno: si nos pasamos de intensidad y, en vez de dorado, se vuelve oscuro porque se ha quemado, significa que hemos producido acrilamidas en él. Este compuesto se ha relacionado en varios estudios con un mayor riesgo de cáncer y, por eso, los organismos de salud recomiendan que el tostado del pan no sea demasiado intenso. Al pan de molde le pasa exactamente lo mismo en este sentido, pero además es un ultraprocesado y contiene ingredientes que lo convierten en una opción menos saludable.

Mejor con fibra

El pan de harinas refinadas y tostado es, sin duda, uno de los desayunos más frecuentes en España y no debería suponer un problema si llevamos una dieta saludable en general y, sobre todo, si tenemos un estilo de vida activo. Sin embargo, lo mejor es untarlo con alimentos vegetales como el tomate, el aguacate o, incluso, con un hummus. Las mermeladas o los embutidos, que son mucho más populares, son en este sentido una opción mucho peor para el desayuno de manera habitual.

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La mantequilla y el azúcar tampoco son recomendables. El primer ingrediente es una grasa láctea que, aunque de por sí no tiene por qué ser mala, confiere demasiadas calorías a la tostada y su composición está formada prácticamente por completo por lípidos. El segundo ingrediente, el azúcar de mesa, es un tipo de carbohidrato muy simple y cuyo índice glucémico es muy alto. Es decir, lo mismo que sucede con el pan blanco y, por tanto, acentúa los riesgos de estos alimentos: el riesgo de obesidad, diabetes o, incluso, las enfermedades cardiovasculares.

Ninguno de estos alimentos que se colocan sobre el pan contiene fibra y, en consecuencia, no se reduce el índice glucémico total del tentempié. Además, no aportan demasiadas proteínas ni micronutrientes como las vitaminas y los minerales. De todas formas, de vez en cuando y en el contexto de una dieta que de forma general sea saludable y que esté acompañada de ejercicio físico, podemos recordar nuestra infancia con uno de estos desayunos sin que sea perjudicial para nuestra salud.