La naranja amarga (Citrus aurantium) se está convirtiendo en tendencia en el mundo del fitness. El hábitat natural de la planta que ofrece estos frutos son las regiones subtropicales. Sin embargo, es capaz de resistir en condiciones ambientales adversas como heladas por períodos cortos.

De forma ovalada, la fruta es de color rojo anaranjado cuando está madura y tiene una piel claramente gruesa y con hoyuelos. Además de su sabor amargo, fiel a su nombre, destaca por contener varios compuestos vegetales potentes que a veces se extraen de la cáscara seca para hacer suplementos dietéticos.

Aunque ahora vuelve a resurgir, esta creencia viene de antiguo. Tradicionalmente, a esta particular fruta se le ha atribuido un potente efecto 'quemagrasas', tanto por su efectos en nuestro metabolismo y lo que ello supone en el gasto calórico de nuestro organismo, como por su poder saciante. Una eficacia que, si atendemos a los estudios sobre este tema, genera algunas dudas.

El papel de la p-sinefrina

Pues bien, uno de los protagonistas de esta historia es la p-sinefrina, muy presente en la naranja amarga. Se trata de un alcaloide que posee una estructura similar a la efedrina, el polémico componente principal de la efedra, un suplemento herbal para la pérdida de peso, cuya seguridad ha sido puesta en entredicho en muchas ocasiones. Además, es estructuralmente similar a las hormonas de lucha o huida, la epinefrina y la noradrenalina, que también aumentan la frecuencia cardíaca.

Estas semejanzas pusieron sobre la mesa si este extracto podría ser perjudicial para la salud. Una pregunta que ha sido respondida por varios estudios que han demostrado que los extractos de naranja amarga y los usos naturales de la planta no dañan el corazón ni el sistema nervioso. Tampoco estimulan la actividad del sistema nervioso, como lo hacen algunos estimulantes.

Entonces, ¿sirve para adelgazar?

Esta es la pregunta del millón. Y la que tiene una respuesta menos sencilla. Es cierto que, en principio, por sus componentes, la naranja amarga muestra potencial para perder peso. Pero lo cierto es que no hay conclusiones claras al respecto. Por un lado, sí hay pruebas de que la p-sinefrina aumenta la descomposición de grasas, aumenta el gasto de energía y suprime levemente el apetito, todo lo cual puede contribuir a reducir el peso.

Sin embargo, las evidencias apuntan a que estos efectos ocurren en unas dosis tan altas que, debido a la falta de información de seguridad, no son recomendables. En esta línea, también existen pruebas más sólidas de que algunos suplementos para bajar de peso usan extractos de naranja amarga en combinación con otros ingredientes. Sin embargo, no se ha podido determinar cuál de todos los componentes que incluyen es el responsable de estos efectos, cuando los hay.

Otros efectos

A pesar de lo dicho, la naranja amarga es valorada por otras propiedades y beneficios para nuestro organismo. Alguno de ellos los debemos al limoneno, una sustancia natural que se extrae del aceite de las cáscaras de los cítricos y que les da su peculiar aroma. Algunos estudios de población sugieren que puede ayudar a prevenir ciertos cánceres, como de colon. Sin embargo, se necesita una investigación humana más rigurosa.

La naranja amarga también es rica en vitamina C y en antioxidantes como los flavonoides, que pueden ayudar a prevenir el daño celular, desactivando los radicales libres, que son compuestos inestables que dañan las células, aumentando la inflamación y el riesgo de sufrir determinadas enfermedades.

Y algunos riesgos

El principal riesgo proviene de la p-sinefrina. Al actuar como un estimulante suave, combinarla con otros, como la cafeína, puede desencadenar efectos secundarios, tales como nervios, dolor de cabeza, aumento de la frecuencia cardíaca, aumento de la presión arterial o una mayor sensibilidad al sol.

Otro riesgo lo deben tener en cuenta personas que se medican con inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO) para tratar la depresión. El consumo de la naranja amarga puede aumentar la concentración de selegilina, isocarboxazida, fenelzina y transilcipromina, en la sangre y, con ella, el riesgo de efectos secundarios.

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