¿Cuánto tiempo tardamos en comer? ¿Cuántos minutos dedicamos, en España, a la comida o la cena? Puede que nos sea más complicado contestar a estas dos preguntas que a cualquiera que nos puedan hacer jugando al trivial. Lo cierto es que a veces no somos muy conscientes de cuestiones que tienen que ver con nosotros mismos, y que influyen más de lo que pensamos en nuestra salud. Más concretamente, en nuestro peso.

Sí, comer más rápido de la cuenta puede influir en nuestro peso y no precisamente para perderlo. Todo lo contrario. Igual de importante que lo que comemos (la alimentación que tenemos de forma regular en nuestro día a día) es cómo lo comemos (la forma de cocinar) y cuánto tardamos en comerlo, es decir, el tiempo dedicado a masticar los alimentos y a ingerirlos de forma adecuada. Y esto último es importante -merece la pena destacarlo- fundamentalmente por cuatro razones. Una de ellas, para no engordar.

La nutricionista Belén Fontán, del Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo explica a EL ESPAÑOL cuáles son esas cuatro razones por las que deberíamos dedicar al menos, 20 minutos a comer y otros 20 minutos a cenar. “Lo ideal es que sean unos 45 minutos, pero hay que ser realistas y sabemos que por regla general, por tiempo y los quehaceres del día a día, no podemos dedicar todo ese tiempo a comer, pero es importante que al menos dediquemos unos 20 minutos al primer plato y al segundo, es decir, 20 minutos sin contar el postre”.

Asimilar mejor los nutrientes

Una de las cosas más importantes en alimentación es la asimilación por parte de nuestro organismo de todos y cada uno de los nutrientes que ingerimos. Por lo que "cuanto más lento comamos, mejor asimilamos el alimento y todos sus nutrientes, y todo esto favorecerá a que tengamos una mejor digestión", afirma la experta.

Es decir, "si comemos más despacio y masticamos bien, tendremos menos probabilidad de generar gases, de tener empachos y malas digestiones, sobre todo a la hora de la comida", añade.

Sensación de saciedad

Probablemente sea uno de los puntos claves. Según explica Fontán, cada vez que comemos, en nuestro cerebro se activa el circuito hambre-saciedad que está mediado por hormonas, por un complejo llamado leptina-grelina, que serían algo así como los 'interruptores' de nuestro apetito.

Así, y como explica la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) en este artículo la leptina es una hormona que regula el apetito y cuya "función principal es la de inhibir la ingesta de alimentos y aumentar el gasto energético, para mantener constante el peso corporal. La leptina es la responsable de generar la señal de saciedad en el cerebro". Por tanto, si comemos más despacio, más tiempo le damos a nuestro cerebro para que llegue esa señal de saciedad que dice que estamos ya satisfechos, que ya no tenemos hambre.

Mientras que, por otro lado, cuando comemos demasiado rápido la misma cantidad de alimentos, hay veces en que nos quedamos con hambre. Esto ocurre porque no hemos dado tiempo a que nuestro cerebro reciba esa señal de saciedad. “Hay que darle un mínimo de 15-20 minutos para que aparezca esa señal de saciedad”, afirma Fontán. Dicho de otro modo: me quedaré más saciado en 20 minutos que comiendo exactamente lo mismo en 10 minutos.

Comer lo justo y necesario

Relacionado con lo anterior, si nos quedamos con hambre, lo más seguro es que vayamos a la nevera a por más comida, y por tanto, comamos más de la cuenta, y más de lo necesario. Algo que favorece el sobrepeso. Sin embargo, "cuando comemos tranquilos, en más tiempo y tenemos, por tanto, una ingesta adecuada, podemos controlar más y mejor el peso", señala Fontán.

De hecho, algunas investigaciones han llegado a demostrar que las personas que comen muy rápido tienen hasta un 115% más de probabilidades de desarrollar sobrepeso y obesidad.

Mejor control de la glucemia

Y por último, y no menos importante, "comer despacio nos va a ayudar también, a tener un mejor metabolismo de la glucosa, un mejor control de la glucemia y por tanto, a prevenir enfermedades como por ejemplo la diabetes tipo II".

Esto se debe a que comer más deprisa aumenta el índice de azúcar en la sangre por la velocidad a los que estos se metabolizan en el intestino, el conocido como 'pico glucémico', contribuyendo al riesgo de obesidad.

Trucos para comer más lento

Un truco podría ser tan simple como ponernos un cronómetro y que al menos estemos sentados en la mesa, durante el primer y el segundo plato, unos 20 minutos. Otros consejos serían soltar los cubiertos entre bocado y bocado y contar hasta 20-30 en cada uno de ellos, generar un entorno agradable en las comidas, y por supuesto no comer delante del ordenador ni con el móvil respondiendo a temas de trabajo.

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