Si algo tenemos en España son buenas comidas y buenas expresiones. De hecho, en muchas de las ocasiones el refranero y la gastronomía se dan de la mano para formar algunos de los dichos más populares. En este sentido, "que no te den gato por liebre" es una de las expresiones más famosas. Tanto es así que no debe de haber español —incluido James Rhodes— que no la tenga en su repertorio hablado.

Si pensabas que la expresión se refería a una situación que tiene lugar en una pajarería, estás algo perdido. Al parecer llevamos diciendo esta frase en nuestro país desde hace siglos, cuando los viajeros a caballo o en carromato paraban en las fondas para descansar. Muchas veces ocurría que, al pedir la especialidad de la casa, pensaban que les servían una carne excelente y, en realidad, se estaban comiendo una de poca calidad.

Literalmente, esta expresión hace referencia a esos pobres inocentes que comían carne de gato creyendo que era de liebre. Aunque puedan parecer animales muy diferentes, no lo son tanto cuando se exponen despellejados. Afortunadamente, ser víctima de un engaño como este en la España actual es poco probable: la legislación y los controles de calidad se encargan de ello. De todas formas, la industria alimentaria tiene sus trucos y puede confundirnos.

No son calamares

La pota, en este sentido, es conocida por ser una de las grandes impostoras del supermercado. Nosotros mismos tenemos parte de culpa por llamarlas calamares cuando compramos una bolsa en la que simplemente pone anillas. A pesar de su gran parecido, calamares y potas no son lo mismo. La pota es mucho más barata y esto se debe a que su sabor y textura no están tan valorados como los del calamar.

Desde el punto de vista de la nutrición, estos dos animales también son similares. Son una buena fuente de proteínas de alta calidad, es decir, que contienen todos los aminoácidos esenciales que deben ser incorporados a través de la dieta. Este nutriente supone cerca del 17% de la composición de la pota y del calamar. El valor energético de estos animales es bajo, en 100 gramos sólo aportan 80 kilocalorías. Poco más del 1% de su composición son grasas.

Las anillas de pota, por tanto, no son un alimento menos saludable, aunque podemos sentirnos decepcionados por haber comprado un producto que no era el deseado. Para evitar este chasco tan sólo debemos observar el etiquetado del producto en el que descubriremos qué tipo de cefalópodo vamos a comprar. Por desgracia, el calamar no es el único alimento al que la pota ha suplantado su identidad.

No es pulpo

Gemma del Caño, farmacéutica y experta en seguridad alimentaria, ha explicado en su perfil de Twitter que hay productos que parecen pulpo, pero que, en realidad, no lo son. Estos alimentos son, nuevamente, pota. Normalmente, que nos den pota por calamares no nos importa demasiado, pero el pulpo es para muchos consumidores españoles un producto sagrado y, por eso, duele especialmente el hecho de confundirlos.

En este caso, el pulpo sí que tiene unas características más diferentes a las de la pota. Su composición también es alta en proteínas de alta calidad, baja en grasa y en calorías, en general. Sin embargo, este cefalópodo presenta diferentes porcentajes. Casi el 90% del pulpo antes de cocinarse está formado por agua, en torno al 10% está formado por proteínas y tan sólo el 1% de este animal está compuesto por grasas. Por cada 100 gramos, el pulpo sólo contiene 51 kilocalorías, una cantidad inferior al de los anteriores cefalópodos.

Se diferencia, además, del calamar y de la pota en que contiene un menor contenido de colesterol. De todas formas, es fácil detectar cuando nos encontramos ante una pota en vez de frente a un pulpo. Según del Caño, "si es pulpo, ponemos [en el envase] pulpo. Si pone 'rodajas' o no pone nada… es que no es pulpo".

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