Hay muchísimas razones para comer nueces, un ingrediente de la Dieta Mediterránea que en otoño encontramos además de temporada por su capacidad para controlar el colesterol y su aporte de ácido alfa-linolénico, un omega-3 de origen vegetal que afectar positivamente a la presión arterial, se consideran protectoras frente a las enfermedades cardiovasculares. Otros compuestos antioxidantes ayudan contra los problemas metabólicos y neurocognitivos; la única 'pega' sería el aporte calórico de las nueces, algo que en realidad depende de cómo planifiquemos nuestras comidas.

El ramillete de virtudes de las nueces cristaliza en un nuevo descubrimiento en el que han colaborado investigadores españoles, confirmando, según un trabajo publicado en la revista Journal of American College of Cardiology, que las nueces ocupan un puesto elevado en el podio de los alimentos antiinflamatorios. Estas comidas están relacionadas con una reducción del riesgo y de la incidencia de enfermedades inflamatorias como la artritis, pero también del peligro de sufrir infartos, problemas crónicos de corazón y cáncer, todo lo cual se relaciona con una peor calidad de vida y un incremento de la mortalidad prematura. 

El objetivo del estudio era obtener pruebas de este efecto antiinflamatorio vinculado al consumo de nueces, algo que se podría medir mediante la mejora de marcadores de la inflamación en los participantes. Para ello, se seleccionaron 634 personas que recibieron de manera aleatoria o bien una dieta que carecía por completo de estos frutos secos, o una que incorporaba de 30 a 60 gramos diarios de nueces. Después de un seguimiento a dos años, los incluidos en este último grupo mostraban niveles reducidos de inflamación en seis de los diez biomarcadores analizados.  

"Los efectos antiinflamatorios del consumo a largo plazo de las nueces que quedan demostrados en este estudio proporcionan un nueva forma de entender el mecanismo tras los beneficios cardiovasculares de estos frutos secos, más allá de la reducción del colesterol", explica la jefa del estudio, la Dra. Montserrat Cofán, investigadora del Instituto de Investigación Biomédica August Pi i Sunyer de Barcelona.

"Un mejor entendimiento de la protección para el corazón que nos proporcionan diferentes alimentos y patrones dietéticos, sus propiedades antiinflamatorias en concreto, deberían aportarnos la base para elegir nuestra alimentación de forma más sana todavía de cara a prevenir las enfermedades cardiovasculares", valora el Dr. Ramón Estruch, del departamento de Medicina Interna del Hospital Clínic de Barcelona. "¡Cuando elijamos los ingredientes que conforman nuestra dieta, deberíamos prestar atención a su potencial proinflamatorio y antiinflamatorio!", añade el especialista.

En ese sentido, la revista de los cardiólogos estadounidenses recoge que patrones alimentarios como la Dieta Mediteránea, rica en aceita de oliva virgen extra, grano entero, nueces, fruta, verdura y marisco, y limitada en cuanto a carne roja y procesada, ha demostrado la capacidad de reducir algunos biomarcadores de la inflamación como son la concetración de interleucinas, quimiocinas o moléculas de adhesión. Esto, a su vez, se relaciona con una menor prevalencia de la aterosclerosis, el endurecimiento de las paredes de las arterias que incrementa el riesgo de infarto y de problemas cardíacos crónicos.

Así, han podido elaborar un índice dietético en base a 18 grupos alimentarios definidos como proinflamatorios, que muestran las asociaciones más sólidas con el incremento de los niveles de biomarcadores de la inflamación. Después de controlar otros factores de riesgo como el Índice de Masa Corporal (IMC), la actividad física, los antecedentes familiares de enfermedades cardiovasculares y el consumo de multivitaminas, los participantes en los estudios que consumían una dieta proinflamatoria demostraron tener un riesgo un 46% mayor de sufrir problemas de corazón y un 28% más de posibilidades de sufrir un infarto.

Los investigadores proponen consumir alimentos con mayores niveles de antioxidantes naturales y fibra para ayudar a contrarrestar la inflamación, unos elementos que se encuentran en abundancia en alimentos de origen vegetal: en verduras de hoja verde, como la espinaca o la coliflor; verduras amarillas, como la calabaza o la zanahoria; el grano entero; el café o el . Por el contrario, recomiendan evitar los azúcares refinados, las harinas refinadas, la carne roja y visceral, los fritos, los refrescos y, en general, los ultraprocesados, todos ellos vinculados al fenómenos de la inflamación.

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