La patata es un alimento que da lustre a algunos de los platos más emblemáticos de la gastronomía patria: desde la tortilla de patatas hasta los huevos rotos, pasando por guisos como el cocido o el estofado. Este tubérculo ha sido considerado tradicionalmente un "alimento básico" en nuestra dieta. De hecho, según el último Informe sobre Consumo Alimentario en España, elaborado por el Ministerio de Agricultura, cada español consumió en 2018 unos 28 kilogramos de patatas. Es decir, el españolito medio ingiere alrededor de medio kilo de patatas a la semana en sus distintas formas de preparación.

La cosa es que hace bastante tiempo que la patata dejó de ser un alimento "imprescindible" dentro de nuestra alimentación. Así lo asegura el dietista-nutricionista y divulgador Daniel Ursúa, autor del blog Nutrihabits. "Yo no consideraría la patata como un alimento básico, ya que no aporta nutrientes de gran interés ni tiene un efecto especialmente saciante", señala el especialista. "Puede ser interesante tomarlas como guarnición o ensalada, pero más como una cuestión gastronómica que nutricional". Aun así, hay mucha gente que sigue considerando la patata un alimento tan bueno como la verdura, y la toma sin ningún tipo de cortapisa. No debería ser así.

Si atendemos a la composición nutricional de este tubérculo, podemos ver que se trata de un producto especialmente rico en hidratos de carbono, que se encuentran en su mayor parte en forma de almidón. Tal y como señala Federación Española de la Nutrición (FEN), la patata también aporta una "pequeña proporción" de glucosa, fructosa y sacarosa, potasio y vitamina B6. Sin embargo, no es ni la única fuente de estos nutrientes ni la mejor. "Aporta minerales y algo de vitamina C, aunque ésta se pierde en gran parte debido al tratamiento de calor", añade Ursúa. 

El Plato Saludable de Harvard, la pauta que ha de guiar nuestros alimentación y que desterró a la clásica pirámide alimentaria, hace una mención especial sobre este alimento para aclarar que no se trata de una verdura y que, por tanto, no hay que consumirla como tal. En este visual esquema diseñado por investigadores de la prestigiosa universidad estadounidense se establece que la mitad de nuestras comidas debe estar compuesta por frutas y vegetales. Sin embargo, "las patatas no cuentan como un vegetal por su efecto negativo en el azúcar de la sangre", matizan. 

Los investigadores se refieren al efecto que provoca en nuestro organismo el almidón que contiene. El almidón es un tipo de carbohidrato de absorción rápida que el cuerpo digiere prácticamente de forma instantánea, provocando que el azúcar en sangre aumente y se produzca un pico de insulina. Es lo que se conoce como un alimento con alto índice glucémico. "Cuanto mayor es el índice glucémico de un alimento, menor saciedad aporta y mayor pico de insulina", apunta Ursúa. "Los picos frecuentes de insulina, unidos a otros factores, pueden provocar resistencia a ésta y degenerar en una diabetes tipo II", añade. 

Mejor cocidas que fritas

Dicho esto, si a pesar de todo queremos tomar este tubérculo, siempre será mejor comer patatas cocidas o al horno que fritas. "Debemos tener en cuenta que, por su estructura porosa, las patatas van a absorber muy fácilmente el líquido en el que estén inmersas. En el caso de que este líquido sea aceite, estaremos aumentando considerablemente la carga calórica del plato. Por lo tanto, las mejores opciones van a ser las que menos aceite impliquen", comenta Ursúa. 

Las patatas fritas, según un estudio publicado por científicos de la Escuela de Salud Pública de Harvard, están en la cúspide de la pirámide de los alimentos que más engordan, por encima de la bollería o los zumos industriales. "Una ración de patatas fritas tiene un efecto similar sobre el azúcar en la sangre que una lata de cola o un puñado de gominolas", dicen desde el departamento de la universidad norteamericana. "A largo plazo, las dietas altas en patatas y alimentos ricos en carbohidratos de digestión rápida pueden contribuir al desarrollo de obesidad, diabetes y enfermedades cardíacas", afirman los investigadores. 

Entonces, ¿qué alternativas deberíamos considerar antes de consumir patatas? Desde Harvard apuntan que sustituir las patatas por granos enteros y mínimamente procesados como el arroz integral o la quinoa podría ser una excelente opción. Del mismo modo, como acompañamiento 'almidonado', también recomiendan los frijoles en lugar de las patatas, ya que tienen un alto contenido en fibra y proteínas "y causan un aumento menor en el azúcar en la sangre que los granos procesados". 

Por supuesto, una mayor presencia de verduras en detrimento de las patatas siempre será bienvenido. Teniendo en cuenta lo anterior, tampoco hay que volverse loco, tal y como indica Ursúa. "Dentro de unos buenos hábitos de vida podemos consumir patata, tanto cocida como frita, simplemente debemos tener en cuenta que no debe ser un alimento muy presente en nuestro día a día, ya que nos dificultará seguir las recomendaciones de Harvard", finaliza.

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