Llega una época de buenos propósitos, incluidos los relacionados con la alimentación. Entre ellos está la tentación de intentar perder esos kilos de más que se han cogido de forma rápida. Para ello, parece que no hay nada mejor que las dietas milagro que nos prometen perder peso sin esfuerzo.

Podemos adelantar que este tipo de prácticas no solo no tienen ningún fundamento científico, sino que incluso pueden ser perjudiciales. A pesar de esto, son muy populares. Su éxito yace en la ilusión que nos hace a los consumidores encontrar nuevas terapias curativas que no cuesten trabajo.

Adelgazar sin esfuerzo, tener una piel perfecta sin esfuerzo, comer bien si esfuerzo, estar sanos sin esfuerzo. La realidad es diferente: por desgracia, pocas cosas se consiguen sin esfuerzo.Repasemos algunas de estas leyendas alimentarias, que también explico en mi libro Los falsos mitos de la alimentación.

Dietas 'detox'

Una de las tendencias más locas son las dietas detox (abreviatura de detoxificantes), que persiguen mejorar el organismo, limpiarlo y depurarlo de todo lo malo. Tan solo hay que alimentarse a base de líquidos, mediante batidos y zumos de frutas y verduras.Esta moda ha sido potenciada por un efecto imitador al ver a algunos famosos como actores y actrices pasear con jarras con líquidos verdes. Estas celebrities han hecho campaña de lo bien que se puede llegar a sentir uno si se alimenta así.

Existe una marea de términos que, en realidad, no dicen nada. Por ejemplo, que el limón oxigena la sangre, sin explicar lo absurdo que resulta el efecto de oxigenar la sangre.Todas estas dietas de zumos y batidos no tienen ningún soporte científico que demuestre, ni tan siquiera de lejos, alguno de los supuestos efectos que se les atribuyen.

Se puede afirmar que, dado que sus componentes básicos son frutas y verduras, no son perjudiciales. Pero existe un matiz muy importante: sustituir toda la dieta por preparados bebibles sí que implica riesgos para la salud.

En primer lugar, esto elimina de nuestra alimentación la fase de masticación. Esta tiene una gran importancia a nivel fisiológico, puesto que masticar ayuda a que se desencadenen los mecanismos que informan al cuerpo de la sensación de hambre y saciedad.

Además, el tiempo que se emplea en masticar ayuda a aumentar la sensación de saciedad y a que se pueda digerir mucho mejor la comida, puesto que se mezcla en la boca con la saliva, plagada de enzimas que facilitan la digestión de ciertos componentes. La comida sólida colabora a que el tránsito intestinal sea más lento, dado que estará menos triturada en origen y se procesará poco a poco. Resulta paradójico que, dada la cantidad desmesurada de verduras que se pueden ingerir en un solo día con esta dieta, haya algunos componentes normalmente inocuos que pueden llegar a alcanzar cantidades peligrosas. Por ejemplo, el ácido oxálico presente en vegetales de hoja verde.

Tampoco podemos olvidar que esta dieta implica la eliminación de algunos grupos de alimentos muy importantes, lo que produce desajustes en cuanto a la cantidad de nutrientes recibidos. Lo más importante es que no es necesario tomar ningún detoxificante: los riñones y el hígado ya se encargan de eso cuando hace falta. Solo hay que darles un buen aporte de agua para que funcionen a pleno rendimiento.

La dieta del pH

La llamada dieta alcalina se basa en una teoría que aprovecha una de las características de nuestro cuerpo: que la sangre tiene un valor de pH ligeramente alcalino. De esta forma, se pretende relacionar un exceso de ácido en el organismo con un deterioro de la salud y la aparición de enfermedades. Este aumento de ácido en los líquidos corporales lleva el nombre de acidosis metabólica y suele estar provocado por una acumulación de ácido láctico a causa de algún problema de salud. Por ejemplo, una parada cardiorrespiratoria, deficiencias renales, insuficiencias hepáticas, cáncer y otros problemas graves.

La dieta alcalina da la vuelta a las tornas y no ve la acidosis como una consecuencia de un problema de salud, sino como la causa de dichos problemas. Claro está, todo esto se puede solucionar a partir de una alimentación alcalina a base de alimentos que ayuden a elevar el pH de la sangre.Se considera que los alimentos alcalinos son las frutas y verduras y que los que generan acidez son las carnes, legumbres, lácteos y, sobre todo, el azúcar, los refrescos y el alcohol. Así que los beneficios de la dieta están ligados a ese aumento en el consumo de vegetales. Eso sí, también existirán desequilibrios nutricionales como en toda dieta que excluya alimentos de algún tipo por completo.

Otra cosa diferente es hacer creer que esta dieta cura el cáncer o prevenir la osteoporosis, como se afirma. Estas son afirmaciones completamente falsas que deberían ser incluso perseguidas, puesto que implican un potencial riesgo para la salud pública. Ejemplos notables, por absurdos, son las supuestas propiedades del agua de mar y las del agua alcalina.

Volviendo al Paleolítico

La dieta paleolítica, o paleo, consiste en alimentarse como en la edad de piedra. El fundamento es tan llamativo que puede resultar convincente, aunque sea superficial: en la Edad de Piedra no se daban las enfermedades que se dan ahora y esto se relaciona con un cambio en la alimentación.

Por supuesto, pasa por alto que los seres humanos de entonces rara vez superaban los 35 años. Casi no tenían tiempo de enfermar.Esta dieta se basa, de nuevo, en consumir muchas frutas y vegetales, carnes magras, pescados y frutos secos. Reniega de productos lácteos, cereales, legumbres, alimentos procesados, azúcares y alcohol.

Como se puede deducir de esta lista, esta dieta, como tantas otras, se sube a la ola de las últimas tendencias y elimina la leche y los cereales (gluten) y, sorprendentemente, las legumbres. Muchos de sus seguidores apuestan por la leche de soja (que se obtiene de una leguminosa) o la de avena (que proviene de un cereal) para sustituir la verdadera leche.

¿Y qué funciona entonces?

Lo que la ciencia nos dice hoy en día es que las dietas milagro suponen pan para hoy y hambre para mañana, nunca mejor dicho. No es saludable excluir por completo grupos de alimentos de la dieta, ya sean carnes, pescados, cereales o cualquier otro tipo. Ni siquiera aunque se sustituyan por frutas y verduras, que obviamente son saludables.

Todo debe ir acompañado en su justa medida porque cualquier cosa en exceso, por natural que parezca, puede resultar perjudicial.Tampoco se puede transmitir la idea de que los zumos o batidos pueden sustituir a las comidas o, peor aún, compensar los malos hábitos. Lo más importante y difícil para tener una alimentación saludable es mantener un equilibrio y acompañarlo de buenos hábitos de vida.

*Juan Ignacio Pérez Iglesias es científico titular del CIAL-CSIC, Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. 

**Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.

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