Erupción de La Palma.

Erupción de La Palma. Reuters

Medio ambiente Erupción volcánica

El gran misterio del volcán de La Palma que intriga a los científicos desde hace días

"Tenemos que encontrar la manera de iluminar lo que no es transparente", dice Jesús Ibáñez, sismólogo del Instituto Andaluz de Geofísica.

24 septiembre, 2021 01:50

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La erupción continúa y, lo peor, es que se desconoce hasta cuándo. La lava, que avanza lenta e implacable, ya ha ocupado 166 hectáreas y ha arrasado más de 300 edificaciones. Las preguntas sobre el episodio que se está viviendo al sur de La Palma se multiplican y la comunidad científica pide tiempo para poder analizar los datos. Un tiempo que la población, a caballo entre la preocupación y la curiosidad, trata de llenar con respuestas a un enigma, por el momento, irresoluble: ¿Cuánto magma queda en las tripas del volcán?

Hasta ahora los científicos han podido dar estimaciones sobre el volumen de magma que podría albergar Cumbre Vieja. Sin embargo, son modelos matemáticos que se basan en el análisis de lo que sí se puede ver: la deformación del terreno. Estos días la isla ha sufrido un abombamiento del terreno que ya alcanza los 20 centímetros. Aún hay magma que empuja con fuerza bajo la superficie.

"La deformación está disminuyendo muy lentamente, por lo que podemos intuir que todavía queda mucho material", cuenta Juan José Rueda, vulcanólogo del Instituto Geográfico Nacional (IGN). Es precisamente este organismo el que, en los días incipientes de la erupción, estimó en 11 millones de metros cúbicos el volumen que podría contener el volcán. El problema, cuenta Rueda, es que al mismo tiempo que expulsa lava se desconoce si el manto seguirá alimentando de magma la erupción.

Además, el volumen dentro y fuera de la superficie puede cambiar. Ahora mismo, que la estimación de lava emitida se sitúe en 26 millones de metros cúbicos no explica la cantidad de magma que había en el interior del volcán. El investigador del IGN expone que la lava, cuando sale del volcán, cambia su volumen por el contacto con el aire y tras las explosiones. "No todo el volumen que hay ahora encima del terreno es el mismo volumen que había en el interior del volcán", añade, y como no se tiene un contador en la boca del volcán, no se sabe cuánto volumen ha salido. "La única forma de inferirlo es a través de la deformación", que cuando empiece a bajar, "estaremos en otra fase" distinta a la eruptiva. 

Los científicos de Involcan recogiendo muestras de lava.

Los científicos de Involcan recogiendo muestras de lava.

Para Jesús Ibáñez, sismólogo del Instituto Andaluz de Geofísica, hay un ejemplo claro: "Es como si coges una sábana y metes dentro una pelota, la superficie se deforma y nos puede dar una idea de lo grande que es". No obstante, plantea otra cuestión, y es que esa misma pelota puede estar a mayor profundidad y no abombar tanto el terreno. Con el magma, asegura, ocurre igual, "hay cierta incertidumbre" y "tenemos que encontrar la manera de iluminar lo que no es transparente, que corresponde al interior de la tierra".

El origen del magma 

Los expertos, a través de las explosiones, las coladas de lava, la deformación y el rugido que emite el volcán ilustran una especie de boceto de lo que puede estar ocurriendo bajo la superficie. Esa suerte de radiografía explica el porqué del enigma con el magma de Cumbre Vieja y cambia la pregunta: ¿de dónde viene ese magma? 

Pues bien, los expertos consultados por EL ESPAÑOL explican que bajo el volcán existe una acumulación de magma que puede recibir el nombre de bolsa magmática. Esa bolsa, en forma de bola, se puede estar nutriendo de material procedente del manto a través de una chimenea. Esto es un canal de ascenso "donde el magma se puede estar acumulando en una prolongación hacia abajo de 20 kilómetros", asegura Ibáñez, que añade: "El magma está en una lista de espera para poder ascender".

"Esto acaba de empezar", afirma Rueda. Y lo dice con conocimiento de causa, porque la deformación del terreno apenas ha disminuido. "El problema con el que nos encontramos es que una vez que sale el magma, nosotros no sabemos si la bolsa está todavía realimentándose del manto". En geología, comenta, cuatro días de erupción son un suspiro.

El volcán de La Palma, a diferencia de otros como El Teide, en Tenerife, no tienen cámara magmática. O, al menos, no existen evidencias. Distintos análisis llevaron a inferir que el tinerfeño tenía algo así como un reservorio de magma constante que alimentaba al volcán. Como explica Ibáñez, "en El Teide debe haber cámara magmática porque presenta diferentes tipos de magma para la misma estructura de edificio volcánico", algo que no ocurre con el palmero. 

"Se siguen escuchando las detonaciones"

Así las cosas, desde la noche del martes, la isla bonita está sufriendo un episodio más explosivo. El volcán expulsa el magma con mayor violencia y la lava sigue brotando, incesante, por las cuatro bocas activas de la erupción. David Calvo, portavoz de Involcan, asegura que "la situación sigue igual, en fase explosiva y lanzando muchísima ceniza", que en algunas zonas llega a tener un espesor de unos tres centímetros.

"En las próximas horas, seguirá igual, porque se siguen escuchando las detonaciones", comenta Calvo, pero esto entra dentro de la dinámica general del volcán. Y es que funciona a pulsos, que pueden verse alterados o no en función de "si sigue habiendo magma en ascenso", explica Ibáñez. Momentos de reactivación que pueden llegar más tarde y prolongar en el tiempo la erupción. "No lo sabemos, pero es un modelo plausible", señala el sismólogo.

El frente de lava que ya ha llegado al barrio de Todoque, en el municipio de Los Llanos de Ariadne, tiene unos 500 metros y, en ciertos puntos, alcanza una altura de 12 metros. Aspectos medibles y analizables por la comunidad científica desplegada en la zona. La reología, el estudio de la viscosidad y la densidad de la lava, permitirá, por ejemplo, conocer más datos sobre la evolución de la erupción.

La columna eruptiva que se forma con la erupción es otro aspecto que los expertos tratan de cuantificar y medir a través de distintas tecnologías. Por el momento, los satélites como el Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus (CAMS) de la Unión Europea prevé que el penacho de humo, gases y ceniza alcance una altura máxima de 5 kilómetros. Una cifra no muy lejana de la que ofrece el Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan), que sitúa la pluma volcánica en 4,2 km por encima de la boca eruptiva. Según Calvo, desde el principio de la erupción, se habrían emitido a la atmósfera "unas 70.000 toneladas de dióxido de azufre (SO2)", aunque los satélites podrían estimar cifras mayores al cubrir la parte del océano.

Mientras continúa la vigilancia volcánica, las últimas informaciones del comité científico y director del Pevolca reflejan que una de las coladas de lava, la que está más al norte, prácticamente se ha detenido y la otra avanza "muy lento", a unos cuatro metros por hora. Esta ralentización entra dentro de la normalidad ya que, cuando se alejan del centro de emisión, arrastra el material que encuentra por el camino, es más viscosa, cada vez se enfría más, y se tiene que adaptar a una orografía más plana. 

De momento, a corto plazo, solo se podrá obtener respuesta de aquello que se puede percibir por los sentidos. Como concluye Rueda, la sismología, deformación y la geoquímica o control de los gases son tres patas en las que los científicos se están centrando estos días para conocer cómo puede evolucionar el volcán. El problema, señala Ibáñez, es por qué desconocemos, pero "es una cuestión muy simple": "El interior de la tierra no es visible y los científicos necesitamos tiempo para iluminarlo".