Las lenguas de lava que está expulsando el volcán de Cumbre Vieja en la isla de La Palma podrían llegar a la costa este martes, un día después de lo previsto inicialmente por los expertos. Se espera que el contacto entre la lava y el mar se produzca en la costa de Tazacorte, posiblemente en Playa Nueva, en Los Guirres. A su paso, la masa expulsada por el volcán sepultará comunicaciones terrestres, eléctricas y telefónicas.

El estallido del volcán ha formado una colada de lava con una altura media de 6 metros y que avanza a 700 metros por hora arrasando a su paso casas, cultivos e infraestructuras. Pero, además, el catedrático de Geología de la Universidad de Las Palmas Gran Canaria, José Mangas, ha avanzado que se espera que se produzca otro fenómeno cuando las lenguas de lava lleguen al mar: una lluvia ácida. Pero ¿por qué puede producirse este acontecimiento? Según Arnau Folch, vulcanólogo del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), se debe a la evaporación de una serie de elementos que proceden tanto del mar como del propio volcán. 

"Cuando una lengua de lava llega al mar se evaporan grandes cantidades de agua salada: es decir, contiene cloruro sódico que se queda en la atmósfera y, cuando llueve, esta sustancia es corrosiva", explica Folch. "De todas formas, el volcán está expulsando una serie de gases que también empeoran la calidad del aire y, por tanto, si la erupción persiste por muchos días se pueden dar lluvias ácidas". Según este artículo de EL ESPAÑOL, aunque las erupciones en las islas Canarias suelen durar semanas, esta podría prolongarse durante unos meses.

La importancia del azufre

Una de las principales sustancias responsables de la lluvia ácida que expulsa el volcán es el dióxido de azufre. Los expertos han calculado que el volcán que estalló este domingo en La Palma está emitiendo de 6.000 a 9.000 toneladas diarias de dióxido de azufre. Esta sustancia no sólo se expulsa al ambiente cuando hay una erupción, sino que también puede entrar en la atmósfera a través de terremotos o incendios naturales y, sobre todo, por la acción del hombre —principalmente, debido a la contaminación que generan algunas industrias y las ciudades—.

El dióxido de azufre, y otros gases involucrados en estas precipitaciones corrosivas como los óxidos de nitrógeno y los amoniacos, se transforman en la atmósfera. En concreto, estos gases se oxidan y dan lugar a los ácidos sulfúrico y nítrico. Finalmente, estas sustancias se disuelven en el agua de las nubes y precipitan en forma de lluvia ácida, aunque también se pueden dar casos de nevadas o de nieblas ácidas dependiendo de las condiciones meteorológicas, tal y como recoge la página web de Iberdrola.

El principal problema que suponen estas precipitaciones es que tienen la capacidad de acidificar los suelos y las aguas con las que entran en contacto. El vulcanólogo señala a los cultivos y a las plantas del entorno de La Palma como uno de los principales afectados por este fenómeno. Las lluvias ácidas reducen el nivel de pH de los suelos y favorecen la concentración de metales, lo que provoca que las plantas absorban menos agua y nutrientes. Esto hace que su crecimiento empeore y sean más vulnerables a plagas e infecciones.

Sin peligro humano

De todas maneras, si bien la pérdida de los cultivos supone un grave daño indirecto a las poblaciones, Arnau Folch descarta que se produzcan muertes directas por la inhalación de los gases del ambiente. "Sí que afectará a la calidad del aire y la gente puede notar un olor a huevo podrido característico del dióxido de azufre", indica el experto. Tal y como se explica en este artículo de EL ESPAÑOL, no se esperan situaciones de peligro para la población de la isla aunque sí pérdidas materiales inevitables debidas a las colas de lava.

La lluvia ácida también es un fenómeno que perjudica a las aguas, tanto oceánicas como continentales, y a las especies que viven en ellas. Básicamente, este evento compromete la vida de un gran número de especies acuáticas: en el mar, la bajada del pH afecta el fitoplancton del cual se alimentan varias especies; en lagos y ríos, la acidificación de las aguas produce una concentración de algunos metales que puede ser fatal para peces, anfibios y plantas acuáticas; por último, los metales pueden precipitar y hacer que las aguas subterráneas dejen de ser aptas para el consumo.

En el caso de la erupción de un volcán, las lluvias ácidas derivadas son inevitables. Sin embargo, este tipo de fenómenos de la naturaleza no son los responsables de la mayoría de sus daños a los ecosistemas. Para reducir su incidencia a lo largo del planeta, los expertos recomiendan implementar medidas de reducción de la contaminación a nivel industrial y de las ciudades y concienciar sobre los beneficios del ahorro de energía.

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