El pasado dos de diciembre, el portavoz de Vox en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, se presentaba en la Cumbre del Clima de Madrid (COP25) para protestar contra el "exagerado e infundado alarmismo climático". Su partido, afirmó, "no niega el cambio climático" pero se subordina al criterio científico; a continuación, se contradijo negando el consenso académico mayoritario. El diputado de extrema derecha sostenía que el calentamiento global no está influenciado por el hombre y que por tanto no hay política ni urgencia alguna que tomar al respecto.

Dicho de otro modo: el cambio climático es "una tomadura de pelo", como reza el argumentario del partido, o un "camelo" como sostenía la líder madrileña, Rocío Monasterio, que esconde aviesas intenciones de "la extrema izquierda" para cambiar "nuestro modo de vida y nuestra fuerza industrial". No hay motivo de alarma, no hay por qué "malgastar dinero en esta estafa" o cambiar de hábitos y costumbres  porque el clima del planeta está en manos de una instancia superior al hombre.

¿Quién comparte esta visión, tan prominente en los comentarios a las noticias sobre Greta Thunberg y en las redes sociales, en España? Lógicamente, serían al menos los votantes de su partido. Pero esto no es así, según revela el Estudio Europeo de Valores de la Fundación BBVA para 2019: un 80% de los españoles está "totalmente" de acuerdo en que el cambio climático es un problema muy grave y preocupante, y otro 14% está "muy" de acuerdo. Del otro lado de la tabla, los escépticos apenas representan entre un 1% y un 2%; estadísticamente hablando,  las probabilidades son que ni el propio Espinosa sea un verdadero negacionista.

"El negacionismo del cambio climático es residual e irrelevante en España", afirma Consuelo Perera, técnico del Departamento de Estudios Sociales y Opinión Pública de la Fundación BBVA en la presentación del trabajo, realizado sobre 1.500 adultos españoles, británicos, franceses, alemanes e italianos. La concienciación sobre la crisis climática es más alta en nuestro país que en el resto: los que están "totalmente" de acuerdo con la gravedad de la situación son únicamente un 62% en Alemania y un 67% en Reino Unido.

Por otro lado, los españoles son más optimistas con respecto a las posibilidades de revertir los efectos del cambio climático: un 44% cree que estamos a tiempo de evitarlo mientras un 36% cree que podemos al menos "paliar algunos efectos" y un 12% cree que es "irreversible". Por el contrario, menos de un cuarto de los franceses y de los alemanes confía en que seremos capaces de regresar a la situación anterior a la era industrial, cuando se desencadenó el calentamiento antropocénico.

Este optimismo hacia las capacidades de la ciencia para hacer frente a los desafíos se extiende a otros aspectos de la vida cotidiana: los españoles valoran positivamente en un 80% los avances científicos para la mejora de la salud y el bienestar. Somos los europeos que mejor consideran a sus médicos y científicos, y, curiosamente, los más predispuestos hacia las investigaciones que han sido motivo de controversia, como la clonación y modificación genética de animales y plantas (siempre que sea con objetivo farmacológico, ya que para la alimentación causa reparos) o el uso de embriones con fines médicos.

Choca, por ejemplo, que la mayoría de los alemanes se oponga a la edición genética de fetos humanos incluso si es para evitar la transmisión hereditaria de una enfermedad, algo que verían con buenos ojos siete de cada diez españoles. Hay que remontarse a la historia reciente para dar con la clave de las diferencias culturales: "Las políticas de eugenesia llevadas a cabo durante su pasado nazi provocan un fuerte rechazo", explica Rafael Pardo, director de la Fundación BBVA.

El bulo del negacionismo climático

Los aspectos ideológicos y religiosos están presentes en el estudio, junto con otras variables demográficas como la edad y el sexo. Sorprende por tanto descubrir que un 82% de los españoles considere que "la religión no debe poner límites a la ciencia" y un 55% se opone a los límites impuestos por la ética, salvo en materias extremas como la clonación humana y los implantes para aumentar la capacidad cerebral. En contraste, otro país tradicionalmente católico como Italia aprueba los límites religiosos en un 23%, y los éticos, en un 41%.

De nuevo, hay que echar la vista atrás: "La religión tiene aún una influencia social muy importante en Italia, pero en España la ha ido perdiendo", explica Pardo. En paralelo, el país se ha ido modernizando y se ha producido un cambio social en "un tiempo muy comprimido" en comparación con el resto de Europa. Los españoles han asumido intuitivamente una ecuación: que la ciencia y la tecnología equivalen a progreso. Otras sociedades más maduras y con mayor cultura científica son más escépticas, destacando el fuerte sentimiento antinuclear de Francia.

En cualquier caso, los intentos por introducir disensión sobre el calentamiento global en la población española, independientemente de su edad, ideología o religiosidad, son una falacia. "Los medios de comunicación pueden dar eco al negacionismo, pero es una postura excepcional", valora Pardo. "La población cree en la comunicación científica, y el 99% de los científicos cree en el cambio climático. El público filtra, y otorga a la ciencia una credibilidad infinitamente mayor que a las teorías influenciadas por empresas con, por decirlo suavemente, conflictos de intereses".

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