La esponja, el papel higiénico o incluso el agua y el jabón, son productos de higiene que bien podrían catalogarse como vintage. La industria cosmética ha conseguido introducir, y con fuerza, la moda de la higiene húmeda en nuestros cuartos de baño. Las toallitas para bebés, con su uso nada inocente de imágenes de neonatos en el paquete, hace ya tiempo que también se venden para los traseros adultos.

De las posaderas, se pasó a comercializar toallitas para la "higiene íntima femenina", versiones desmaquillantes y otras que sustituyen a los plumeros y bayetas para quitar el polvo a los muebles. Incluso hay restaurantes que las regalan cuando llega el momento de pedir la cuenta y aerolíneas que las ofrecen como "refrescante" durante el vuelo. Pero este producto en apariencia inocuo provoca atascos en los sistemas de alcantarillado de ciudades de todo el mundo y no en pocas ocasiones, llega hasta los ríos y el mar. 

El problema empieza al tirar las toallitas al inodoro. El primer atasco suele producirse en las comunidades de vecinos tras la acumulación de los pañuelos húmedos en las arquetas. Con la normalización de este producto para el aseo, las obstrucciones en viviendas son cada vez más frecuentes. Cuando las aguas residuales pasan a la red de alcantarillado puede desencadenarse la segunda complicación.

Cada cierto tiempo aparece el llamado "monstruo de las cloacas", una bola enorme, mayoritariamente de toallitas, pero también de bastoncillos, preservativos o compresas, que toma consistencia tras mezclarse con aceites o grasas mal desechadas a través del desagüe. Hace unas semanas Thames Waters, la empresa que gestiona el suministro de agua en Londres, retiró una inmensa masa de 40 toneladas de las alcantarillas de la ciudad. Pero no hace falta irse tan lejos. El problema se repite en Murcia, Valencia o Madrid.

Pero no acaba ahí. Cuando llueve con intensidad, el agua que corre por las alcantarillas coge velocidad y arrastra con fuerza las toallitas que encuentra a su paso a través del colector hasta las depuradoras. El siguiente punto de conflicto tiene lugar en las bombas. Estas plantas pueden saturarse por las madejas de toallitas que llegan en tromba y acabar por bloquear el sistema. Cuando una instalación está desbordada, estos pañuelos húmedos pueden incluso colarse en la depuradora.

"Hay unas rejas para retener los residuos sólidos pero están diseñadas para quitar cierta cantidad, cuando viene una avalancha no dan abasto", explica a EL ESPAÑOL Miguel Ángel Gálvez García, subdirector de depuración del Canal de Isabel II. La empresa pública que gestiona el agua en la Comunidad de Madrid estima que en 2018 se tiraron al váter cerca de 34 toneladas de residuos sólidos, en su mayoría toallitas. Para retirar estos deshechos se emplearon cerca de 2,2 millones de euros. En Europa, la asociación de empresas de abastecimiento y saneamiento de 29 países, EurEau, estimó en 2014 que generan un gasto de entre 500 y 1.000 millones al año.

Además del sobrecoste para las administraciones también hay consecuencias negativas para el medio ambiente. Según explica Fernando Morcillo, presidente de la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS), cuando llueve intensamente las aguas residuales sin tratar pueden salir por los aliviaderos, lo que provoca que estos desechos acaben en el cauce de los ríos.

Para revertir la situación, hay que empezar por no confundir el retrete con un cubo de basura y tirar las toallitas a la papelera. El papel higiénico sí que puede desecharse a través del váter ya que, por su composición de celulosa, se descompone en el recorrido que hace desde que se tira de la cadena y llega a la depuradora. En cambio, las toallitas pueden estar compuestas de una mezcla de celulosa, polietileno o algodón que complican su degradación. 

Las toallitas siempre al váter

Pero recientemente ha aparecido un nuevo producto que puede llevar a confusión al consumidor: el papel higiénico húmedo. Para comprobar si salva los errores de las toallitas de siempre, la OCU analizó cuatro marcas en 2018. Los seleccionados fueron el papel húmedo biodegradable de Eroski, Fresh de Scottex, Pure de Colhogar y Bosque Verde de Mercadona. La organización quería comprobar si era cierto lo que prometen sus envases: desechables a través del inodoro, biodegradables o una composición 100% de celulosa.

Los resultados del laboratorio concluyeron que no se pueden tirar al váter. La razón: ninguno de los productos se disgregó del todo en el agua. El porcentaje más alto de descomposición se quedó en el 33%. Mientras, el papel higiénico seco se desintegra en un 95% en unos pocos minutos. Por tanto, el análisis concluye que "el riesgo de que los trozos creen atascos en los conductos y filtros de las depuradoras se mantiene".

La cuestión es que las toallitas, que son biodegradables como dicen sus envases, necesitan más tiempo que el papel higiénico para conseguirlo. En las cerca de diez horas que las aguas residuales tardan en llegar a la depuradora estos residuos no consiguen descomponerse, como ya dijimos, debido a su composición mixta.

El WC no es una papelera

El pasado febrero se aprobó un norma voluntaria para los fabricantes, UNE 149002, impulsada por AEAS, que establece los criterios para que los productos puedan ser desechados por el inodoro. Entre ellos, que sea biodegradables y desintegrables. También establece el etiquetado y los mensajes que se deben utilizar en los productos que cumplan con el estándar. Pero desde la OCU consideran que, aunque es un avance, seguirán los atascos de cañerías y depuradoras. El principal problema, según la organización, es que permite que las toallitas luzcan el logo "desechable por el inodoro" aunque no se degraden tan rápido como el papel. 

"Se necesita revertir este hábito nuevo, el WC no es una papelera y la gente debe acostumbrarse a tirar los objetos sólidos a la basura, sean biodegradables, desechables o convencionales. La mejor forma de conseguirlo es no consolidando medias verdades (en referencia a la normativa)", sentencian fuentes de la organización. Coincide con este criterio Miguel Ángel Soto, portavoz de la campaña de bosques de Greenpeace. Como ya dijo a EL ESPAÑOL  en otra ocasión, esta moda de la higiene húmeda es la forma menos ecológica de limpiar nuestros traseros. Según los ambientalistas, la opción más respetuosa con el medioambiente es el papel higiénico y si es reciclado mejor. 

En caso de seguir utilizando toallitas, con la generación de residuos que conlleva, estas deben desecharse en el cubo gris, para restos, no en el marrón, para residuos orgánicos. En el contenedor gris van aquellos residuos que no se reciclan y que tampoco pueden usarse para hacer compost. Por ejemplo: pañales, colillas, chicles, toallitas húmedas, arena para mascotas o el polvo que generamos al barrer.

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