Los seres humanos tendemos a dividirnos en equipos, en base a nuestras preferencias. Los que prefieren la tortillas con cebolla frente a los que consideran que se trata de una aberración culinaria, los que disfrutan más de las vacaciones en la playa contra los que optan más por la montaña o, por supuesto los que jamás tomarían pizza con piña, versus los que la defienden a capa y espada.

Entre estas eternas disputas no puede faltar la lucha en torno a cuál es el mejor amigo peludo que se puede tener. Muchos consideran al perro la mascota perfecta, mientras que otros prefieren compartir su vida con un gato.

Lógicamente, no hay una mascota mejor que otra y cualquier opción es válida. Simplemente, unas personas congenian más con un animal concreto. Sin embargo, un nuevo estudio publicado en Frontiers in Neuroanatomy, de la mano de investigadores de la Universidad de Vanderbilt ha reabierto la veda para la confrontación, ya que analiza el número de neuronas de distintos mamíferos carnívoros, entre ellos el perro y el gato. Por supuesto, el objetivo del estudio no era enfrentar a los defensores de uno y otro, sino analizar cómo influye el desarrollo del cerebro en la capacidad depredadora de un animal.

Cerebro de depredador

Aunque antiguamente se creía que un cerebro más grande implicaba directamente una mayor inteligencia, el asunto no puede simplificarse tanto.

Una de las investigadoras que han dedicado sus estudios a analizar este concepto ha sido la doctora Suzana Herculano, quien ha sido precisamente la autora principal de este estudio.

Ya en 1998 llevó a cabo un estudio en el que comparaba la masa en gramos del cerebro humano con la de otros animales, como el elefante y varios cetáceos y primates diferentes.

Como es lógico, el tamaño directo del cerebro no tiene relación con la inteligencia; pues, de ser así, los elefantes serían animales extremadamente inteligentes y, si bien son bastante hábiles en algunas tareas, no son más listos que otros animales mucho más pequeños.

Por eso, el equipo de Herculano analiza la relación entre inteligencia y tamaño cerebral relativo o, lo que es lo mismo, el tamaño del cerebro en proporción a las dimensiones del resto de su cuerpo.

En general, no hay un vínculo entre este tamaño relativo y su inteligencia. Por ejemplo, en este estudio de 1998 se concluía que el tití, conocido por no ser especialmente inteligente, tiene un tamaño relativo bastante elevado en comparación con otras especies más astutas.

Por eso, este equipo de investigadores ha pasado a centrar su atención en la densidad neuronal en cada región del cerebro. En el caso del elefante, los resultados sí que tendrían mucho más sentido, ya que tiene un gran número de neuronas en el cerebelo, un área que, entre otras funciones, se encarga del control del movimiento, por lo que se podría explicar lo hábiles que son estos animales manejando su trompa.

En este nuevo estudio han analizado cómo influye esta densidad neuronal en la capacidad de ciertos animales carnívoros para capturar a sus presas.

Y es aquí donde encontró una clara diferencia entre perros y gatos, ya que los primeros tienen más de 530 millones de neuronas, mientras que los segundos sólo alcanzan los 250 millones.

Según Herculano, el número absoluto de neuronas del animal, especialmente en la corteza cerebral, puede determinar su riqueza mental de cara a la predicción de lo que puede suceder en su entorno en base a experiencias pasadas.

Esta es sin duda una habilidad muy útil para un depredador, pero también para sus presas, ya que al analizar los cerebros de algunos herbívoros comprobaron que la mayoría poseían una densidad neuronal similar a la de los carnívoros mejor dotados.

Sí que notaron una clara diferencia en carnívoros de gran tamaño, como el oso; ya que, a pesar de ser diez veces más grandes que los gatos, tenían prácticamente el mismo número de neuronas corticales que ellos.

Esto tendría bastante lógica, ya que un oso tiene mucho más fácil cazar, por el simple hecho de ser grande, mientras que un gato tiene que tirar de astucia para lograr sus objetivos.

Lo que está claro es que, si bien nuestros amigos peludos no tienen por qué cazar para conseguir comida, su cerebro sigue diseñado para ello y, especialmente en el caso de los perros, está perfectamente equipado. ¿Significa eso que son mejores o más listos que los gatos? Por supuesto que no, por lo que la disputa sigue sin tener un claro ganador. Ambos son excelentes compañeros de vida y aventuras y, en algunos casos, mejores que muchos seres humanos. Simplemente tenemos que elegir con cuál congeniamos más. 

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