El mundo de la apicultura lleva años observando con temor las amenazas que han causado que las abejas hayan bajado en número en Estados Unidos y en Europa.

La urbanización, los patógenos asiáticos, los pesticidas neonicotinoides, el cambio climático... nadie se atreve a señalar con el dedo la causa principal, aunque lo cierto es que el bautizado como Problema de Colapso de las Colonias (en inglés, Colony Collapse Disorder o CCD) debe circunscribirse al primer mundo, ya que no se corresponde con los números globales, que muestran un moderado aumento del número de colmenas.

Sin embargo, hay otras especies de polinizadores igual de trascendentales, aunque no cuenten con el marketing de las simpáticas abejas de miel (Apis melifera), con su Abeja Maya y su cita de Einstein ("Si la abeja desapareciera de la superficie de la Tierra, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida").

Hablamos de los abejorros, responsables en silencio de polinizar hasta un 15% de las cosechas de Estados Unidos, lo que se traduce en más de 3.000 millones de dólares al año. De todas las especies de abejorro, cuatro de ellas se han visto reducidas en un 96% y otras tres están ya virtualmente extintas.

Hasta ahora, todo apuntaba a Europa y a un patógeno, el Nosema bombi, que supuestamente cruzó el Atlántico en los años noventa. Ahora, un nuevo estudio aparecido en Proceedings of the National Academy of Sciences señala que la cría comercial de abejorros puede haber sido la responsable de que este patógeno se dispersara como la pólvora por todo el continente norteamericano.

Los investigadores, de la Universidad de Illinois, siguieron la pista a las variaciones genéticas del patógeno en diferentes lugares. "Usamos técnicas moleculares para revisar miles de abejas y seguir las infecciones de Nosema antes y después de que comenzara el declive", indica Sydney Cameron, entomólogo en la UI, "queríamos poner a prueba esa idea, que llevaba un par de décadas flotando por ahí, de que la prevalencia del patógeno en poblaciones en declive estaba relacionada con la producción comercial de abejorros para polinización".

¿Patógenos o cambio climático?

Otro estudio, publicado en Science el año pasado, revisó cientos de miles de registros sobre los abejorros en Europa y Estados Unidos, que abarcaban 110 años de historia biológica, para verificar que el 67% de las colonias se habían desplazado hacia el norte debido al aumento de las temperaturas medias a causa del cambio climático.

"Las especies de abejorro en Europa y Norte América están descendiendo a una escala continental", dice Jeremy Kerr, autor del estudio e investigador en biodiversidad de la Universidad de Ottawa, Canadá. "Nuestros datos sugieren que el cambio climático está jugando un rol importante, o quizá el más importante, en esta tendencia".

Puede que algunos factores pesen más o menos en distintas partes del mundo. Lo cierto es que el problema es global. La Unión Internacional para la Protección de la Naturaleza (IUCN) enumera 57 especies de Bombus sobre cuyo futuro pesa alguna preocupación. De éstas, 23 tipos de abejorro están en una situación especialmente delicada.

Las tres especies más amenazadas son el Bombus affinis, primer ejemplar en ser declarado en peligro de extinción en Estados Unidos, Bombus sluckleyi y Bombus franklini o abejorro de Franklin.

Al contrario de lo que pensaba Einstein, incluso con el número de abejas creciendo a nivel global, el ser humano podría acabar pagando las consecuencias del abejorrocalipsis, ya que tradicionalmente son éstos los encargados de polinizar las tomateras, los manzanos o los arándanos, que requieren de un polinizador más pesado para agitar y distribuir el polen que estas plantas guardan en sus borlillas.

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