París

Poco después de las nueve de la mañana, cuando la actividad en la nave 2 de Le Bourget, sede de la Conferencia Internacional sobre Cambio Climático (COP21) de París, no es aún frenética, una nube de guardaespaldas surge de un pasillo. En mitad de ellos reluce el inconfundible rostro de Ban Ki Moon, el secretario general de la ONU. Rápidamente atraviesan pabellones de cartón piedra y puntos de café improvisados para entrar en el recinto del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo.

El pabellón, que agrupa a Arabia Saudí, Qatar, Bahrein, Kuwait, Omán y los Emiratos Árabes Unidos, está decorado con una mezcla de patrones geométricos islámicos y pantallas en alta definición con motivos tecnológicos e industriales. La nube de guardaespaldas escolta a Ban Ki Moon hasta una pequeña sala. Al fondo, bajo el retrato del rey Salmán bin Abdulaziz de Arabia Saudí, espera de espaldas un hombre coronado por una ghutra. Es Ali Al-Naimi, Ministro de Petróleo y Recursos Minerales del país wahabita. También es el jefe de la delegación de Riad en la Cumbre del Clima de París.

Antes de que se dé la vuelta, uno de sus hombres de seguridad cierra la puerta.

Ban Ki Moon se reúne en privado con Al-Naimi. Antonio Villarreal El Español París

En general, las noticias que van saliendo de todas las salas de negociación son optimistas. Presumiblemente, a lo largo de este miércoles, el equipo de 14 facilitadores nombrado por Laurent Fabius, presidente 'de facto' de la COP21, le entregará un acuerdo preliminar, casi firmable, que será pulido durante dos días y, si no surge ningún inconveniente, firmado a lo largo del viernes.

Sin embargo, en cada COP aparecen nubes negras, y a veces cuesta distinguir si corresponden a una tormenta pasajera o son directamente emisiones industriales sobre el futuro del acuerdo. Quizá por ello, Ban Ki Moon convocó a primera hora de este martes esta conversación bilateral con Al-Naimi.

Durante la primera semana de cumbre, los negociadores de Arabia Saudí se opusieron a que el texto mencionara de forma explícita el objetivo de un aumento máximo de 1,5ºC que algunos países -principalmente naciones insulares en desarrollo, a las que luego se unieron Francia o Alemania- pretenden incluir para obtener un acuerdo más ambicioso.

La posición árabe

"Es una lástima que el grupo árabe sea el único que se está oponiendo a los 1,5ºC y es sorprendente porque parte de la región apoya este objetivo, particularmente los países árabes del Norte de África", dice el libanés Wael Hmaidan, presidente de la Climate Action Network, una red de organizaciones enfocadas en el cambio climático. Hmaidan también fue el impulsor de la Campaña Climática Árabe, una iniciativa inspirada en la Primavera Árabe para concienciar del problema en los países de su entorno. "Creo que la posición de este grupo no es representativa de todos los países árabes, sino que está dirigida por países, principalmente Arabia Saudí, que están en posición de socavar al resto".

Es, por ejemplo, el caso de Jordania, un país de bajos ingresos, sin apenas recursos energéticos y vulnerable al cambio climático por su intrínseca desertización, empeorada por las sequías. Pero al contrario que muchos otros representantes del G-77, el grupo de países en desarrollo, Jordania no apoya reducir el objetivo a 1,5ºC. "Decidimos ir a por los 2ºC porque para nosotros era más realista y tangible", dice Taher Shakhshir, ministro jordano de Medio Ambiente presente en la COP de París. ¿Lo decidieron ellos? "Creemos que tenemos que ir con la voluntad de la mayoría dentro de la Liga Árabe, un grupo de países muy diverso", concluye.

El ministro del Petróleo de Arabia Saudí y su séquito en la COP Antonio Villarreal París

Los saudíes también trataron de bloquear las revisiones de los objetivos de reducción de emisiones que cada país ha propuesto, conocidas en neolengua climática como INDC. Dado que el acuerdo podría no bastar para garantizar una reducción de emisiones suficiente para que la temperatura en 2100 no aumente más de 2ºC, Europa o Estados Unidos proponen un sistema de revisión cada 3 ó 5 años.

Se espera que, con esto, cada país pueda ir ajustando sus promesas en función de las perspectivas económicas o tecnológicas. El borrador pretende que la primera de estas revisiones sea en 2018, con el objetivo de que cuando el nuevo acuerdo comience a aplicarse en 2020 éste sea más ambicioso de lo que será al terminar la COP21.

Aliados por un acuerdo débil

Estos países árabes más reticentes a un acuerdo fuerte cuentan con algunos aliados que, por distintos motivos, están poniendo las cosas difíciles. Desde la delegación española hablan de La India como uno de ellos, principalmente por asuntos de financiación. También Venezuela, que depende de la producción de petróleo: en su intervención en la COP, la delegada Claudia Salerno remarcó que apostaban por un acuerdo ambicioso, pero que entre sus prioridades estaba antes el asegurar el sustento alimenticio de la población de un país "que ha elegido el socialismo", a pesar de los comicios del pasado domingo en los que resultó derrotado el partido del presidente Nicolás Maduro.

"Que la situación cambie por completo para que estos países, incluyendo Arabia Saudí, apoyen el máximo de 1,5ºC dependerá de las compensaciones que pueda haber", aclara Hmaidan. "Nuestra mayor preocupación está en que estas compensaciones pueden afectar a los objetivos de temperatura y a la trayectoria de reducción de emisiones a largo plazo", dice el libanés. "Ambos objetivos son necesarios e importantes, y tenemos que asegurarnos de que no perdemos ninguno de los dos".

Que la situación cambie por completo para que estos países apoyen el máximo de 1.5ºC dependerá de las compensaciones

En las reuniones de alto nivel de esta semana, llevadas a cabo entre ministros a puerta cerrada, observadores de las negociaciones informaron de que un representante de los países árabes -presumiblemente el sultán Ahmed Al Jaber, de los Emiratos Árabes Unidos- dijo que no podía discriminarse entre combustibles limpios y sucios, es decir, renunciar al uso de ninguna opción energética.

Cuando uno observa detenidamente las pantallas táctiles en alta definición del estand de países del Golfo Pérsico, empieza a entender su estrategia. En realidad no hablan de introducir paulatinamente energías renovables en su mix energético, sino de fórmulas para capturar CO2 directamente del tubo de escape de los coches o mejorar la gasolina para que ofrezca más kilómetros por litro. Todo ello aliñado aquí y allá con las palabras "verde" y "limpio".

Claramente, Al-Naimi y compañía no discriminan. Todo para ellos es limpio.

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