Es uno de los momentos más fabulosos de la historia de la humanidad. El 21 de julio de 1969 Neil Armstrong pisa la Luna, seguido de su compañero Edwin 'Buzz' Aldrin, mientras Michael Collins pilotaba el módulo de mando. Después de años de preparación, con cientos de miles de personas trabajando para hacerlo posible y tras poner en riesgo sus propias vidas, seguramente no se les pasaba por la cabeza que en el futuro alguien podía dudar de los hechos que estaban protagonizando.

50 años después algunos pretenden que siga habiendo debate. En el libro La conspiración lunar, ¡vaya timo!, el físico Eugenio Fernández Aguilar repasa 50 hipótesis que esgrimen quienes se dedican a propagar el bulo de que todo fue un montaje. "La más famosa es la de la bandera", cuenta a EL ESPAÑOL.

Este argumento afirma que la bandera estadounidense que los astronautas plantan en la Luna se mueve y no debería hacerlo, porque el satélite carece de atmósfera y, por lo tanto, no puede haber viento que la agite. "En realidad, la bandera no ondea, no hay imágenes de vídeo en las que se vea cómo se mueve. Los conspiranoicos enseñan una foto en la que parece que hay movimiento, pero es que las fotos no se mueven y si vemos imágenes tomadas desde diferentes ángulos en distintos momentos, siempre está en la misma posición", explica.

La NASA había colocado un travesaño para que la tela se pudiera sostener y quedó arrugada, con una ligera sensación de movimiento en las fotos, pero "la verdad es que sólo se mueve en la mente de quien lo quiere creer, es lo que en psicología llaman un falso recuerdo".

La colección de argumentos que supuestamente valdrían para demostrar que la llegada a la Luna nunca ocurrió es casi interminable, aunque el autor la haya conseguido reducir a medio centenar: que el ser humano no soportaría las temperaturas de la Luna (los trajes de astronauta están para algo), que la impresión de las huellas sobre el terreno es demasiado perfecta (así es el polvo lunar) o que no aparecen estrellas en el cielo (tienen un brillo tan débil que no se captan) son algunos de ellos.

La hipótesis más absurda

Para Eugenio Fernández el más absurdo de todos los que ha encontrado es el del bigote de Michael Collins. Existen imágenes en las que se ve a este miembro de la tripulación del Apolo 11 afeitándose ya en plena misión, pero cuando vuelve a la Tierra luce un abundante mostacho (bueno, más bien discreto). ¿Cómo es que tras rasurarse aparece así? Pues hay muy poco misterio, ya que se afeitó la barba, no el bigote, y además tuvo tiempo de sobra de que le creciera, porque despegaron el 16 de julio y regresaron el día 24.

No obstante, el autor reconoce que hay otros argumentos más difíciles de rebatir. "Existe una foto en la que las sombras tienen un ángulo extraño y la verdad es que al principio me costó encontrar una explicación, pero resulta que no es una sola foto, sino una panorámica que se compuso posteriormente uniendo varias instantáneas. Para hacerla, los astronautas tuvieron que disparar mientras giraban hasta dar una vuelta completa y por eso los ángulos son diferentes en cada una de las fotos que unieron", afirma.

La propagación

La mayor parte de los argumentos conspiranoicos "se desmontan en segundos", asegura el físico, ya que proceden del desconocimiento de cuestiones físicas muy básicas o del intento de rebuscar supuestas anomalías en los documentos gráficos que se explican fácilmente. "El mecanismo que siguen estas personas es buscar una imagen y, cuando hay algo que ellos no entienden, automáticamente les sirve de argumento para decir que todo es falso en lugar de preguntarse por qué no lo entienden", añade.

Además, estas ideas se propagan con trucos verbales, como incluir en la exposición de estos argumentos frases del estilo "como todo el mundo sabe" o "como deberías saber". El efecto que causan en el público es que "pareces tonto si desconoces lo que, según ellos, sabe todo el mundo" y de esa manera construyen su argumentación basándose en afirmaciones que pueden ser falsas ya de partida.

La realidad es que "no encontrarán ningún científico ni ingeniero serio que diga que es mentira", pero eso no desalienta a quienes difunden estos bulos. "Se caracterizan por su odio a todo lo americano, a las instituciones y a la autoridad", asegura, "piensan que todo el tiempo estamos manipulados por gobiernos e instituciones y estas explicaciones alternativas hacen que no se sientan parte de un rebaño".

De cine

La película Capricornio Uno, estrenada en 1978, contribuyó a cuestionar la veracidad del programa Apollo. Este film de ciencia ficción narra cómo la NASA intenta hacer llegar una misión tripulada a Marte, pero ante el inminente fracaso, decide poner en marcha una operación de engaño y filmar las imágenes en la Tierra.

Más recientemente el falso documental Operación Luna (2002) sugiere que la llegada a nuestro satélite fue rodada por Stanley Kubrick, pero al final se explica que todo ha sido una broma. Sin embargo, no todo el mundo llega hasta ahí. "Es una obra de arte, porque en ningún momento se dice que no llegamos a la Luna, pero consiguen que el propio espectador se monte su película. Es un buen ejemplo de lo vulnerables que somos a las conspiraciones", comenta Eugenio Fernández.

Ahora se lleva la 'Tierra plana'

Por eso, aunque este autor escribió el libro para el 40 aniversario, en 2009, diez años más tarde no deja de estar de actualidad. "Es como una ola, viene y va, son modas. Quizá la diferencia es que ahora los medios de comunicación se están mojando y están aportando información de calidad", comenta. No obstante, denuncia la "falsa equidistancia" de muchos que tratan de poner al mismo nivel los hechos y las patrañas: "A mí me llamaban para debates y yo me negaba".

Daniel Marín, astrofísico y divulgador científico conocido por su blog Eureka, cree que los bulos sobre la no llegada a la Luna están en decadencia. "Ahora está más en boga el tema de la Tierra plana y cuando esto se agote, saldrá otro. También hubo un tiempo en el que se hablaba de que la Tierra era hueca o que contenía inframundos. Con la inmediatez de las redes sociales y la rápida propagación de las fake news, hay temas que se ponen de actualidad, pero yo creo que después de tantos años la gente ya está cansada del asunto de la Luna".

¿Por qué no hemos vuelto?

Aún así, cree que el éxito de las teorías de la conspiración lunar "tiene que ver con que no hemos vuelto". El último alunizaje ocurrió el 11 de diciembre de 1972, protagonizado por el Apolo 17, y ponía fin a una época que llevó a la Luna a 12 hombres. Desde entonces, sólo se han enviado sondas no tripuladas, aunque queda una divertida instántánea: la de Jack Schmitt convirtiéndose en el primer hombre en caerse en la Luna.

"La gente se pregunta por qué y busca respuestas sencillas", opina. Pero la auténtica explicación tampoco es muy complicada de entender: "El programa Apollo fue el resultado de la Guerra Fría y cuando ésta acabó, ya no tenía sentido porque era muy caro, representaba un porcentaje del PIB de Estados Unidos difícil de asumir. La carrera espacial derivó en la carrera lunar y ya la habían ganado".

A Daniel Marín, que ha asistido a lanzamientos de algunas naves espaciales, le llama la atención el hecho de que estas teorías surjan, precisamente, en Estados Unidos y sobre todo, las contradicciones de quienes las defienden. "Hay gente que dice que nunca hemos ido a la Luna y esa misma gente asegura que se encontraron ruinas alienígenas en ella. Es un caso de disonancia cognitiva alucinante", declara.

Dos tipos de creyentes

En general, distingue entre dos tipos de creyentes en la conspiración lunar: "Por un lado, están los fanáticos, a los que es difícil convencer porque siempre tienen alguna excusa para no aceptar lo que dices. Por otro, hay gente que de verdad quiere indagar en este tema y se pregunta qué hay de cierto".

A estos últimos, con los que se puede debatir, les explica que no hay nadie en la comunidad científica internacional que dude de la veracidad de los alunizajes. "La propia URSS jamás lo negó a pesar de que eran los primeros interesados en desprestigiar a sus enemigos. Además, todo está en Internet: imágenes, planos, transcripciones… Quizá el problema es ese, que hay demasiada información y es difícil de asimilar, así que es más sencillo acudir a este tipo de explicaciones que tratar de entender".

En cualquier caso, "quiero pensar que la mayor parte de la gente que cree en estas cosas es porque no se ha informado bien, así que les diría que acudan a fuentes fiables, a los astrónomos, a las agencias espaciales, a los libros serios".

Una forma de lucro

El adjetivo "serio" hace falta, porque también abundan las publicaciones que difunden el argumentario de la conspiración. "Hay un sector nada despreciable que lo sigue promoviendo, porque es una forma de lucrarse y llamar la atención", asegura Marín.

Eugenio Fernández opina lo mismo. Aunque no cree que sean el origen de todas las teorías de la conspiración, sí que identifica a determinados personajes que han catalizado estas ideas. "Hubo muchas personas mayores que no lo creyeron en ese momento. Hay que pensar que aquellas imágenes en blanco y negro no eran muy diferentes de las películas de ciencia ficción, pero gracias a ese público susceptible algunos aprovecharon el tirón por motivos económicos y mediáticos, en busca de fama y dinero", asegura.

El escritor Bill Kaysing publicó en 1974 el libro We never went to the Moon (Nunca fuimos a la Luna), en el que aseguraba que la NASA no contaba con la tecnología suficiente como para enviar una tripulación y hacerla regresar con vida. Ofrecía como pruebas anomalías de fotos supuestamente inexplicables, entre ellas, la falta de estrellas en el cielo.

Le siguieron el editor de prensa Ralph Rene o el fotógrafo David Percy, entre otros. En los primeros tiempos, sus publicaciones provocaron la respuesta de algunos astronautas. "Pasamos mucho tiempo preparándonos para ir a la Luna, gastamos mucho dinero, corrimos grandes riesgos, y esto es algo de lo que todas las personas de este país deberían estar orgullosas", escribió Jim Lovell, comandante del Apollo 13, la misión que sufrió un accidente que impidió su alunizaje.

El puñetazo de Buzz

Otros no han sido tan diplomáticos. El día que se cumplieron los 45 años de la llegada del ser humano a la Luna, en 2014, el periodista y director de cine Bart Sibrel –otro de los héroes de los conspiranoicos– persiguió a Aldrin para tratar de que confesara que nunca había estado en la Luna. A sus 84 años, el astronauta estaba para pocas bromas y le propinó un puñetazo.

Y es que tiene que ser triste haber protagonizado momentos históricos y que alguien se atreva a cuestionarlo. Así lo considera José Manuel Grandela, ingeniero español que trabajó en la base Fresnedillas de la Oliva (Madrid), una de las tres estaciones de seguimiento de las misiones del programa Apolo en el mundo. Según dice, a menudo le preguntan si aquello fue verdad.

"En el programa Apollo trabajamos unas 400.000 personas. ¿Resulta que todos fuimos engañados y hay que hacerle caso a quien dice que se mueve una bandera que en realidad nadie ha visto moverse nunca?", se pregunta en referencia a uno de los argumentos más populares. "Me da pena que gente adulta tenga tan poca cabeza", añade.

Además de traer muestras geológicas, los astronautas que alunizaron instalaron equipos electrónicos que estuvieron funcionando durante más de una década. "Yo fui el operador de la gran antena de Fresnedillas y teníamos que dedicar todos los días ocho horas para recibir la información que nos estaban transmitiendo aquellos aparatos. Si el hombre no ha estado en la Luna, ¿qué estuvimos haciendo? La verdad es que me enfado cuando me vienen con eso", confiesa.

[Más información: Especial Apolo XI: 50 años de la llegada del hombre a la Luna]

Noticias relacionadas