Imagine que trabaja usted en el campo, como la mayor parte de la humanidad a lo largo de los siglos, y se quiere comunicar con el pastor de la colina de al lado. Un buen silbido llega mucho más lejos que un grito y no hace sufrir a sus cuerdas vocales. Probablemente, por este motivo silbar es forma de comunicación mucho más extendida por todo el mundo de lo que pensábamos hasta hace poco.

Cuando el francés Julien Meyer comenzó a investigar esta cuestión hace unos 15 años tan sólo pudo encontrar una docena de lenguas silbadas documentadas por viajeros, misioneros, antropólogos y funcionarios coloniales. Parece que a la ciencia no le había interesado demasiado. Ahora, junto a otros colegas de varios continentes, ya ha identificado cerca de 70, aunque la mayoría están –como diríamos de los organismos vivos- en peligro de extinción.

Leer un artículo sobre el silbo gomero, la forma de comunicación de los habitantes de la isla canaria de La Gomera, le sirvió de inspiración. "Es el lenguaje silbado más estudiado, pero no el mejor estudiado", afirma en declaraciones a EL ESPAÑOL el científico del GIPSA-lab, centro de investigación de la Universidad de Grenoble y el CNRS, equivalente francés del CSIC español.

Meyer recuerda que a menudo se pasa por alto que el silbo sobrevivió esporádicamente en otros puntos de Canarias, como demostró una investigación del profesor de música David Díaz Reyes, que hace pocos años publicó un libro titulado El lenguaje silbado en la isla de El Hierro.

FestiSEC 2014: Demostración de silbo gomero

Tanto desconocimiento tiene una explicación. "Sólo sobrevivieron en áreas rurales remotas del planeta", comenta, "a menudo un científico no los detecta si no pasa mucho tiempo en un pueblo, los silbidos no se identifican fácilmente como un acto de habla". Es más, llegan a convertirse en "una habilidad para comunicarse de forma inadvertida para extraños" hasta el punto de ser una especie de lenguaje secreto que salvaguarda cortejos, actividades comerciales y delitos; y que incluso ayuda a cazar, porque se ha comprobado que los animales de la selva amazónica reconocen la voz humana pero no los silbidos.

El investigador francés y otros científicos forman parte de una asociación mundial que en los últimos años ha estudiado casos en Brasil, la Guayana Francesa, Marruecos y el Sudeste Asiático, entre otros lugares. En realidad, técnicamente no puede hablar de nuevos lenguajes ni de dialectos de la lengua nativa, sino más bien de una extensión de la misma. La única diferencia es que las palabras se articulan como silbidos, es decir, los sonidos no son generados por la vibración de las cuerdas vocales, sino por una corriente de aire comprimido que se moldea con la lengua, la mandíbula, los labios, los dedos y a veces con otros elementos como hojas o flautas de madera.

Entender la evolución del lenguaje

En un silbido se puede distinguir intensidad, duración y tono, pero no el timbre, una cualidad que sí tiene lenguaje hablado. Esto hace que se pierda parte de la información hasta hacerlo ininteligible para los hablantes no entrenados y despierta una enorme curiosidad entre los neurocientíficos. "El habla silbada demuestra la tremenda capacidad que tiene el cerebro para reconocer el lenguaje a partir de pocos elementos y nos hace pensar en la evolución del lenguaje humano y en su relación con la música", destaca Meyer.

Un estudio sobre los silbidos de los habitantes de la zona de Kuşköy, al noreste de Turquía, mostró ya hace décadas que los pobladores de localidades situadas a distancias cortas podían reconocer hasta un 80% de oraciones completas. Más recientemente, otra investigación del propio Meyer sugiere que el lenguaje silbado es más eficiente que el habla oral cuando los interlocutores se comunican a cierta distancia. En un experimento realizado en un valle de los Alpes franceses, los investigadores llegaron a la conclusión de que el lenguaje hablado era eficaz hasta 40 metros de distancia y que los gritos llegaban a 200, mientras que los silbidos aún eran inteligibles a 700.

¿Dónde procesamos los silbidos?

En definitiva, este campo del conocimiento nos puede ayudar a entender cómo funciona nuestro cerebro, cómo una serie de sonidos simples se pueden moldear para comunicar pensamientos complejos, pero apenas se ha profundizado en esta cuestión. El español Manuel Carreiras Valiña realizó una importante contribución a la neurobiología de la comunicación en la Universidad de La Laguna con un estudio publicado en Nature en 2005 en el que revelaba que, en silbadores experimentados, escuchar el silbo gomero activaba las áreas cerebrales del hemisferio izquierdo vinculadas a la comprensión del lenguaje, mientras que no lo hacía en personas profanas. En parte, el resultado puede parecer lógico, pero a la vez resultó bastante chocante porque el procesamiento de tonos y melodías, más propios de los silbidos, se asocian tradicionalmente al hemisferio derecho.

Para tratar de resolver el dilema, en 2015 científicos alemanes realizaron experimentos similares con los turcos de Kuşköy y su conclusión fue que usan ambos hemisferios al mismo tiempo al escuchar su habla silbada, una idea que parece amenazar la idea de que la parte izquierda de nuestra cabeza es la que predomina en la comprensión del lenguaje.

Aplicaciones

"Con más investigaciones en este sentido, podemos imaginar un montón de aplicaciones", asegura Meyer, "por ejemplo, en el campo de las telecomunicaciones, en la comunicación entre humanos y máquinas o a la hora de reeducar funciones cerebrales implicadas en el habla".

Su único temor es que esos estudios puedan llegar demasiado tarde. Frente a las medidas que se han tomado en Canarias para preservar el silbo, como la enseñanza obligatoria en las escuelas de La Gomera, la formación de maestros y el impulso a través de iniciativas como la Asociación Cultural y de Investigación del Silbo Canario Hautacuperche, la mayoría de los lenguajes silbados sufre una fuerte regresión. Con ellos puede desaparecer no sólo un importante patrimonio cultural, sino también una vía más para entender mejor cómo pensamos.