Decía Mark Twain que dejar de fumar era fácil, pues él ya lo había hecho más de 100 veces. Pero, a pesar de las irónicas palabras del escritor norteamericano, lo cierto es que las cifras indican que el número de fumadores está disminuyendo en los países desarrollados. Una realidad que es bien recibida por los sistemas públicos de salud, pero que supone un serio inconveniente para los agricultores que han dedicado su vida a esta planta. Ahora, algunos optan por dedicarse a otros cultivos de rendimiento similar, pero hay quien se plantean seguir dedicándose al tabaco de una forma alternativa. La novedad es que esta vez el producto de su trabajo no entrará en los pulmones de un ser humano, sino en los motores de un Boeing 737.

El pasado 15 de julio un avión impulsado por un biocombustible hecho a partir de semillas de tabaco realizó una ruta entre Johannesburgo y Ciudad del Cabo. El vuelo, que llevó a unos 300 pasajeros y que fue operado por la compañía South African Airways, suponía un importante paso adelante para el Proyecto Solaris, un programa que nació en el año 2014, gracias a un acuerdo entre la compañía aérea, el constructor de aeronaves Boeing y varias empresas especializadas en biocombustibles y plantas genéticamente modificadas.

El proyecto es solo una muestra más de cómo la humanidad trata de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, en este caso, mediante la sustitución de combustibles fósiles por los llamados biocombustibles, que se pueden obtener a partir de plantas cultivadas o de cualquier tipo de biomasa de residuos vegetales. 

De la planta al depósito de gasolina

La diferencia es que hasta ahora las tecnologías más utilizadas se habían centrado en la producción etanol a partir de la caña de azúcar, el maíz o incluso el propio tabaco. El problema es que este tipo de producción de biocarburante requiere de un proceso de fermentación para obtener el combustible. Las nuevas propuestas, sin embargo, pretenden saltarse el paso de la fermentación, creando plantas que generen de forma directa los hidrocarburos.

En este sentido, investigaciones realizadas en los últimos años han mostrado que el tabaco es un buen candidato para esta tarea, gracias al aceite que contienen sus semillas y sus hojas. Además, el cultivo de tabaco ya ocupa grandes extensiones de terreno en más de 100 países, genera varias cosechas al año y es susceptible de ser modificado genéticamente.

Dentro del proyecto Solaris, la encargada de desarrollar una planta de tabaco con las características necesarias para que su cultivo fuera rentable y eficiente fue la empresa italiana Sunchem SA, especializada en modificación genética. En un primer paso, los investigadores se centraron en crear una variedad que produjera más semillas y menos hojas, ya que el contenido de aceite en las hojas de tabaco es relativamente pequeño en comparación con el de las semillas, que es de un 40% aproximadamente. El resultado fue Solaris, una nueva planta creada mediante mutagénesis que produce más semillas que cualquier otra variedad del mercado y con un escaso contenido de nicotina.

Los resultados de este proyecto parece que son satisfactorios y Solaris obtuvo en 2015 la certificación de la Mesa sobre Biomateriales Sostenibles, una institución dedicada a la promoción de biomateriales sostenibles. Ahora, tras los primeros vuelos comerciales, la compañía aérea sudafricana ha anunciado que su objetivo es que para el año 2023 la mitad de su flota esté utilizando este biocombustible, lo que supondría una producción de más de 500 millones de litros anuales.

Tabaco transgénico para aprovechar las hojas

Pero los investigadores del proyecto Solaris no son los únicos que están investigando en las posibilidades del tabaco como fuente de energía. Un equipo de científicos del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley (EE.UU.) también está explorando esta opción, pero a diferencia de de los primeros, su objetivo es crear plantas transgénicas que puedan producir moléculas de combustible directamente en sus hojas, que suponen la mayor parte de la biomasa de la planta.

El proyecto, liderado por el investigador Christer Jansson, pretende crear una planta transgénica que sea capaz de atrapar el CO2 del aire y convertirlo directamente en moléculas de hidrocarburos. "Queremos evitar procesos posteriores como la fermentación y producir los combustibles directamente en el cultivo", aseguró Jansson en un comunicado. Según este investigador, la idea es "triturar la biomasa y extraer directamente las moléculas de hidrocarburos para crear gasolina, diesel o combustible para aviones.

Esta variedad tendría un rendimiento mucho mayor que el que ofrece Solaris, ya que, según estimaciones de los propios investigadores, unas 400 hectáreas de tabaco podrían producir casi 4 millones de litros de combustible.

Una alternativa para los agricultores

Pero si hay alguien que podría beneficiarse tanto del proyecto de Jansson, que ha sido financiado con casi 5 millones de dólares por Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados del gobierno de EEUU, como del Solaris, son todos los agricultores que ven como la industria del tabaco no ha dejado de reducirse en muchos países durante los últimos años.

Según datos del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de EEUU, la demanda de tabaco en el país norteamericano ha disminuido considerablemente durante las últimas décadas, pasando de cultivarse casi un millón de toneladas en la década de 1970, a poco más de 350.000 durante los últimos años. Además, el número de explotaciones agrarias dedicadas al tabaco se redujo de 180.000 en 1980 a apenas 10.000 en 2012.

Aunque muchos de los agricultores han optado por cultivos alternativos que también se puedan dar en sus tierras, esta nueva versión del tabaco les ofrece una transición más sencilla, ya que su cultivo es muy similar al tabaco de fumar y requiere el mismo equipo para su cosecha.

Pero si hay algo que resulta paradójico en esta historia, es que sea precisamente la industria de la aviación la que vaya a resucitar la producción de tabaco. La misma industria que a finales de los noventa provocó de manera indirecta una tormenta en el sector, cuando la mayoría de los gobiernos del mundo, incluido el de España, decidieron prohibir fumar en los aviones. Pocos hubieran augurado entonces que, 20 años después de aquella prohibición, el tabaco volvería a llenar el interior de los aviones.

Noticias relacionadas