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Las claves

Cada caso de 'niño prodigio' es excepcional, pero todos suelen compartir algunas características. Aprenden a leer y escribir significativamente más rápido que la población general, y en ocasiones dominan materias complejas aún en la infancia.

Uno de estos casos es el de Mikaela Irene Fudolig, quien entró a la universidad con apenas 11 años gracias a un programa experimental para niños superdotados. La pequeña llegó a graduarse Summa Cum Laude en Física a los 16 años. Posteriormente ha cursado una maestría y ha llegado a doctorarse.

Mikaela también recibió el premio a Mejor Estudiante de Física y la Medalla del Decano a la Excelencia en Estudios de Pregrado de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Filipinas. A continuación estudió Derecho. A los 25 años se convirtió en una de las 218 personas que aprobó el examen de aptitud jurídica de la UP.

Mikaela también destacó por gozar de protección frente al escrutinio público, ya que, al hacerse mediático su caso, las cámaras de televisión llegaron a seguirla hasta la clase. Se sabe que muchos niños superdotados acaban desanimados o incluso improductivos ante la falta de programas guía adecuados a sus necesidades y habilidades.

"Mucha gente piensa que un niño, incluso con las capacidades mentales necesarias, no está emocionalmente preparado para entrar a la universidad. Me alegra haberles demostrado que estaban equivocados", explicaba ella misma en una entrevista hace años.

Sus padres cuentan que Mikaela "sabía leer y escribir en inglés y filipino a los 3 años", pero se aseguraron de que ella siguiera teniendo compañeros de juegos infantiles. Sus primeros días de clase fueron algo intimidantes. "Una cosa era que tus compañeros te miraran fijamente por ser tres años menor, y otra que te evaluaran de forma extraña por tu forma de vestir".

Mikaela recuerda una clase en particular, la de matemáticas, a la cual acudió con 11 años. Notó que sus compañeros se quedaban mirando sus zapatos de "muñequita", tal y como los define. "Todos estaban tan callados, en silencio en sus asientos, con su uniforme universitario. Y allí estaba yo, con falda y blusa, retorciéndome incómoda en mi asiento".

La pequeña quedó sorprendida por el ritmo acelerado de las clases de verano. Su primer examen no fue un gran éxito, lo que la desanimó. Pero, tras días de estudio intensivo, sacó un sobresaliente en el segundo, siendo la mejor nota de su clase.

Más adelante, a los 12 años, Mikaela se matriculó formalmente como estudiante de la Licenciatura en Física y cursó dos cursos consecutivos de música. Sin embargo, no siempre lo tuvo todo fácil.

A los 13 años, Mikaela recuerda cómo a veces las cámaras la seguían al salir del aula, y algunos estudiantes la acosaban y se burlaban de ella en los pasillos. Eso llevó al centro a activar un protocolo para proteger a la niña prodigio del acoso de los medios de comunicación.