Las claves
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A pocos días del sorteo de la Lotería de Navidad 2025, vuelven los mismos rituales: la cola en la administración, el décimo doblado como amuleto y esa conversación en la que alguien jura que "este año toca" porque el número "tiene historia". En ese clima, el matemático Francisco Pedroche —profesor de Matemática Aplicada y divulgador— ha salido a poner orden con una idea tan simple como incómoda: si lo que quieres no es soñar, sino reducir al máximo la posibilidad de irte de vacío, puedes "comprar cobertura" con terminaciones. Y lo ha explicado en elEconomista, con números encima de la mesa.
La propuesta que más ha circulado es casi un pack estadístico: "Compro 100 décimos con todas las terminaciones (del 00 al 99)". En su versión más directa, Pedroche lo plantea así: si uno dispone de "2.000 euros gastadores", con esos 100 décimos "acertaré la terminación de los dos últimos números del Gordo, del segundo y del tercer premio; por tanto, recuperaría 500". No está hablando de magia, sino de cubrir todas las combinaciones posibles de las dos últimas cifras, de manera que, ocurra lo que ocurra, tú tienes algún décimo que coincide con ese final.
Aquí conviene traducir la trampa semántica: recuperar no es lo mismo que ganar dinero. De entrada, si metes 2.000 euros, salir con 500 implica perder 1.500 (antes de contar otros premios que pudieran caer). Lo que compras con la estrategia no es rentabilidad, sino certeza parcial: minimizas el "cero absoluto" a cambio de asumir que tu inversión es grande y que el resultado más probable sigue siendo negativo. Y esto encaja con un dato estructural: en la Lotería de Navidad, el Estado reparte una parte fija de lo recaudado en premios (el propio material de Sociedad Estatal Loterías y Apuestas del Estado (SELAE) resume que el sorteo 2025 asciende a 3.960 millones y destina 2.772 millones a premios, el 70%).
Dicho de otra forma: por mucho que "optimices" terminaciones, no cambias el valor esperado del juego. Si la hucha global reparte el 70%, el sistema, como conjunto, devuelve menos de lo que entra. Lo único que varía es cómo se reparte el riesgo: con 100 décimos no "engañas" a las probabilidades, pero sí haces que tu resultado sea menos extremo. De hecho, SELAE recuerda que en Navidad la probabilidad del primer premio es 1 entre 100.000 y que existen premios frecuentes como el reintegro (1 entre 10) o la pedrea (1 entre 100). Comprar más décimos aumenta tus opciones de pillar alguno de esos "pequeños salvavidas", pero no cambia que el Gordo siga estando lejos.
Pedroche insiste, además, en otro punto que desmonta muchas supersticiones: da igual comprar siempre el mismo número, elegir fechas señaladas o peregrinar a administraciones famosas. Lo resumía con una comparación de manual: igual que al lanzar una moneda la probabilidad no cambia porque antes haya salido cara, a cada décimo le toca vivir su propio sorteo sin "memoria" del pasado. Esa idea —cada intento es independiente— es la que explica por qué las rachas y los amuletos son, sobre todo, una manera humana de soportar la incertidumbre.
Sesgos que nos hacen jugar
La parte más divulgativa de este matemático no se queda en porcentajes: también usa imágenes muy terrenales. Ganar el Gordo, dice, es como encontrar un grano concreto de arroz entre unos 30 platos de paella, tras estimar cuántos granos harían falta para "simular" los 100.000 números del sorteo. Es una metáfora eficaz porque aterriza el tamaño real del "universo" de posibilidades: no estás buscando una aguja en un pajar infinito, pero sí en un montón lo bastante grande como para que tu intuición se equivoque.
Si aun así seguimos jugando, la psicología tiene parte de la respuesta. La teoría prospectiva de Kahneman y Tversky describió hace décadas un sesgo clave: tendemos a sobrevalorar probabilidades muy pequeñas cuando el premio es grande, lo que hace que una lotería "se sienta" más atractiva de lo que dictaría una calculadora fría. Y a eso se le suma la "ilusión de control": cuando elegimos número, administración o terminación, muchas personas sienten —aunque sea de forma sutil— que han hecho algo activo para mejorar sus opciones, incluso cuando la probabilidad objetiva no se mueve.
Hay otro mecanismo todavía más tramposo: el casi acierto. Estudios en neurociencia del juego han mostrado que los near-miss (quedarte a una cifra, rozar el premio) pueden activar circuitos de recompensa similares a los de una victoria y aumentar las ganas de seguir jugando. En términos cotidianos: el "casi" te empuja a pensar que estabas cerca, aunque estadísticamente no signifique nada. En la Lotería de Navidad, donde abundan reintegros, pedreas y terminaciones, ese carrusel de pequeños impactos puede alimentar justo esa sensación.
Con ese marco, la recomendación más útil no es "no juegues", sino cuidar cómo juegas. Si alguien se plantea de verdad el plan de las 100 terminaciones, que lo haga sabiendo qué compra: menos varianza, más tickets que gestionar y una pérdida probable si no cae algo más. Y que no olvide la logística del calendario: la venta presencial depende del horario de cada administración, pero la compra online suele apurar hasta la noche del 21 de diciembre (en 2025, varios medios sitúan el límite en torno a las 22:00). Y, ya que el sorteo es también folclore, conviene una última aclaración para desactivar mitos: el 00000 existe, se canta como cualquier otro y no tiene "trato real" en las probabilidades.
Lo del "número del rey" es una leyenda persistente, pero el número entra en el bombo como el resto. Al final, lo que cuenta no es el aura del décimo, sino aceptar lo que es: un juego de azar con retorno medio inferior a lo jugado y una enorme carga social.
