J. Rodríguez
Publicada

Las claves

Una de las cosas que más podría sorprenderte al asistir a una clase de Química en la universidad es encontrarte en la mesa de al lado a un niño. Pero, ¡ojo! porque esto ha pasado en la Universidad Pablo de Olavide con un chico de sólo 12 años.

Daniel, que así se llama este niño que se dio a conocer en La voz del sur, es un amante de las ciencias, pero en las clases de su colegio se aburría. Gracias a la ayuda de su madre, este pequeño genio, con un cociente intelectual de 155, consiguió un permiso para pasar unas horas fuera de su escuela.

En ese tiempo el niño asistía a clases de Química general y orgánica en la universidad sin que esto pusiera en riesgo sus sobresalientes notas. Él mismo explica que su objetivo es convertirse en "ingeniero especial en la NASA", pero para ello todavía le queda camino.

"Para eso, tienes que entender cómo funciona la materia, la energía y la química. Me apunté aquí para ir aprendiendo un poco", explicó Daniel al periódico andaluz. Aunque no es un alumno más, sino un oyente de las clases, se integró en ellas y ha aprendido.

Su profesor en la universidad también intervino en el artículo y explicó que Daniel es el primer niño que acude a una de sus clases. La asignatura a la que asiste en la universidad es introductoria y el profesor sostiene que mantiene el ritmo normal de la clase.

Es decir, aunque a veces se detenía para poner en contexto a Daniel, el resto de alumnos se beneficiaban también de estas explicaciones y el niño ha podido seguir el hilo de sus compañeros adultos. De hecho, también entablaba conversación con ellos en el descanso.

Daniel también pudo hacer el examen igual que sus compañeros, a pesar de ser oyente. El profesor explicó que sólo tuvo que adaptar algo la prueba para que pudiera resolverla con los conocimientos de matemáticas que Daniel había conseguido acumular en 12 años.

Planes de futuro

"Me leo los apuntes antes de clase. La teoría la pillo, la entiendo. Las fórmulas me cuestan más", afirma este niño con altas capacidades. Fuera cual fuese el resultado de Daniel en su examen, tendría que volver a cursar esa asignatura en el futuro.

Por lo que el niño se pudo centrar en lo más importante de esta experiencia, que es aprender y no tanto las calificaciones. Su madre, por su parte, celebró que su hijo ahora estaba más motivado, que es lo que ambos iban buscando en la universidad.

Daniel, además, tiene tiempo para jugar con sus amigos. En aquella entrevista compartió que junto a ellos estaban desarrollando un videojuego, porque también le interesa la robótica, la programación y el diseño. Además, practica el taekwondo. 

El niño tiene los ojos puestos en el espacio y es que ya ha armado un plan en su cabeza para llegar un día a formar parte de la NASA. Para ello, ha pensado en participar en los campamentos que esta institución organiza para que los niños la conozcan.

Después, estudiar Ingeniería espacial, probablemente, en Madrid. De todas formas, todavía tiene unos años para afinar sus planes. Cuando somos pequeños solemos cambiar de idea en cuanto a la decisión de qué queremos ser de mayores, y Daniel no es una excepción.

"Primero quise ser astronauta, pero pensé que meterme en un tubo de metal gigante a 200.000 por hora no era buena idea", explicó. "Luego quise ser astrofísico, estudiar cómo son las estrellas, cómo se mueven". Más tarde, llegó su idea actual.

"Luego quise construir los tubos en los que irán otros a Marte. Imagínate que se estropea el cohete en el que viajan a Marte. Pues sí, yo entonces podría ir a repararlo, podría ser el mecánico. Que me manden a mí", expuso el niño.