J. Rodríguez
Publicada

Las claves

Al niño prodigio Carlos Blanco lo conocimos en el programa Crónicas marcianas hablando con sólo 13 años sobre Platón o jeroglíficos con Javier Sardá. Ahora tiene 38 años y es muy posible que le hayas encontrado recientemente interviniendo en podcasts.

Se ha convertido en profesor de la Universidad Pontificia Comillas y da clases de Teoría del Conocimiento e Historia de las Religiones. También es miembro fundador de The Altius Society, una organización vinculada a la Universidad de Oxford.

Siendo tan sólo un niño descubrieron que Blanco tenía un cociente intelectual de 160, pero este pequeño vecino de Coslada ya era conocido de antes en las bibliotecas de su entorno. Desde pequeño devoró libros debido a que se sentía interesado por muchas disciplinas.

"Me considero humanista, me intereso por todos los campos científicos que puedan hacer algún bien a la Humanidad", decía con sólo 13 años a las cámaras de Crónicas marcianas. Sólo dos años después comenzó a estudiar tres carreras universitarias a la vez.

La web de Telecinco, la cadena de televisión que dio a conocer a este pequeño genio, cuenta que empezó con 15 años a estudiar Filosofía, Química y Teología en la Universidad de Navarra. Con el tiempo completó su formación con dos doctorados.

Pero, además, Blanco también ha dedicado estos años a hablar varios idiomas aparte del español, su lengua materna, domina el inglés, el francés, el alemán, el italiano y el ruso. Es más, también conoce lenguas como el latín, el griego, el copto e, incluso, el egipcio clásico.

En cuanto a esta última lengua, Blanco ha explicado que en la época en la que intervenía en Crónicas marcianas era un fanático de las culturas antiguas y la que más destacaba era, precisamente, la egipcia antigua. Explicó en ocasiones algunos complicados jeroglíficos.

Felicidad y Dios

"A partir de los ocho años me interesaron muchísimo las civilizaciones y las lenguas antiguas", explica Blanco ahora en el podcast de Uri Sabat. "Con 11 años fui a visitar el Templo de Debod y me llevé un cuaderno para copiar las inscripciones jeroglíficas".

En esa visita se acercaron a él dos catedráticas de la Universidad Complutense de Madrid y una de ellas terminó avalándole para entrar en la Asociación Española de Egiptología. Se apuntó entonces a un curso de escritura jeroglífica en el que obtuvo matrícula de honor.

A partir de esa temprana hazaña fue cuando atrajo la mirada de medios de comunicación, primero algunos locales y, finalmente, la televisión nacional. En la entrevista con Sabat, además, expone cómo ha sido su evolución emocional a lo largo de los años.

Explica que hubo momentos en los que se obsesionó con el saber y quería seguir aprendiendo de forma continua. No fue hasta que hizo las paces con la idea de que, por mucho que estudiase, nunca iba a llegar a resolver ciertas cuestiones, que no encontró calma.

“Tener un propósito o propósitos y sentir que estás en esa senda eso creo que es lo que nos hace felices”, comparte Blanco en su charla con Uri Sabat. Pero, además, la trascendencia es otro de los temas que se animaron a tratar. De pequeño, se confesaba católico.

Ahora, sin embargo, ha explicado que es agnóstico aunque tiene un gran respeto por las religiones y la sabiduría que aportan. “Cada religión habla de un aspecto de Dios, pero yo soy escéptico ante esas representaciones porque también reflejan el deseo y la ignorancia del ser humano”, dice.

A pesar de ello, este erudito reivindica la idea de la existencia de Dios: “No me gusta renunciar a la idea de Dios porque me parece la pregunta de las preguntas”. Y es que para él, Dios representa el conocimiento último al que no se puede acceder.