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Un documental en dos partes emitido por el canal británico Channel 4 analiza el ADN de Adolf Hitler y ha llegado a conclusiones polémicas. Aunque la polémica mayor es, quizá, la pregunta que subyace a los resultados: ¿Pueden explicar por qué dirigió un pueblo hacia el momento más oscuro del siglo XX?

'Hitler's DNA: Blueprint of a Dictator' ('El ADN de Hitler: la huella de un dictador') parte de un trozo de tela del sofá donde se suicidió el líder nazi que poseía un veterano soldado estadounidense.

Ese trozo contiene una mancha de sangre que el equipo del documental intentó confirmar con parientes del dictador, que se negaron a ofrecer una muestra para hacer la comparación.

Obtuvieron una, sin embargo, de un periodista belga que, hace 10 años, pudo tomarla de un familiar varón, verificando que pertenecía a Hitler.

Lo primero que hizo el equipo del documental —liderado por Turi King, genetista de la Universidad de Bath, y Alex Kay, historiador de la Universidad de Postdam— fue solventar el antiguo rumor de que tenía ascendencia judía.

Supuestamente, el antisemita más famoso de todos los tiempos era nieto ilegítimo de un judío. Pues bien, el ADN, sostienen en el documental, desmonta ese rumor.

Pasando a cuestiones de salud, el análisis genético revela la eliminación de una letra en el gen PROK2, que daría lugar al llamado síndrome de Kallmann, que provoca hipogonadismo, previniendo o retrasando la pubertad de la persona.

Esto cuadra con lo que se sabía del historial médico del führer. El periodista Eric Frattini, en su libro El Paciente A, contaba cómo Theodor Morell, médico personal del nazi, le trató con testosterona.

Lo más llamativo del síndrome de Kallmann, con todo, es que el 10% de quienes lo padecen no desarrollarían plenamente sus órganos sexuales. En otras palabras, tienen 'micropene'.

Los registros clínicos del doctor Morell (que se desclasificaron en 1981) no dan pistas sobre el asunto, pues Hitler era reacio a los exámenes médicos.

"Es muy aventurado decir que, si tenía síndrome de Kallmann, tuviera micropene", sostiene José María Millán, portavoz de la Asociación Española de Genética Humana (AEGH).

"Es bastante menos aventurado decir que carecía de olfato, algo que se asocia casi al 100% de los pacientes, pero claro, no es tan morboso decir esto".

A Millán, que no ha visto el documental, le llama la atención que hablen de síndrome de Kallmann con solo la mención a una alteración, cuando "harían falta dos mutaciones para que se produzca".

También le hace levantar la ceja el hecho de que el ADN de Hitler se obtenga a partir de una mancha de sangre en la tela de un sofá. "La calidad de ese ADN no puede ser muy buena".

¿Determinismo genético?

Al experto también le preocupa que la imagen que ofrecen estos documentales es determinista, como si los genes lo explicaran todo.

Pueden hacerlo, en buena medida, en condiciones mendelianas o monogénicas, cuando la alteración de un solo gen provoca el problema.

Incluso en estos casos hay variabilidad. "La alteración de AKT1 provoca el síndrome de Proteo o de hombre elefante, pero no todo el que la porta se parece a Joseph Merrick", recuerda.

En la inmensa mayoría de condiciones, sin embargo, intervienen un número variable de genes. Ahí es cuando se habla de predisposición genética: portar una alteración no te va hacer tener el problema pero sí aumentar tu riesgo de padecerlo.

Los responsables del documental han utilizado las llamadas escalas de riesgo poligénico para estimar la probabilidad de que el líder nazi tuviera otras condiciones de salud.

Al hacerlo, vieron que puntuaba más alto en el riesgo de padecer TDAH, trastornos del espectro autista y del comportamiento, así como esquizofrenia.

Josep Antoni Ramos, jefe del Servicio de Psiquiatría del Vall d'Hebron y vicepresidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental, apunta que, "a pesar de que existe la idea de que no sabemos de dónde vienen estos trastornos, es falso: tienen una alta carga genética".

De hecho, entre el 75 y el 80% de la patología se relaciona con factores genéticos. Ahora bien, tener predisposición no implica desarrollar el trastorno.

"Aunque tengas dos individuos exactamente iguales, como los gemelos univitelinos, uno puede acabar desarrollando esquizofrenia y otro no. No solo depende de los factores genéticos sino de la interacción de estos con el ambiente".

Por eso, las escalas de riesgo poligénicas tienen asociada también cierta polémica. Se basan en estudios observacionales donde se comprueba que individuos con ciertas condiciones muestran mayor probabilidad de tener ciertos genes alterados.

(Algo parecido pasa cuando se quiere asociar características del genoma con una nacionalidad o un origen étnico)

Normalmente, son centenares de genes. "En la esquizofrenia, hay más de 230 alteraciones documentadas", explica Ramos. "Sin embargo, hoy en día estas escalas se utilizan principalmente a nivel de investigación, no de forma clínica".

Miguel Fernández Burriel, jefe de la Unidad de Genética del Hospital de Mérida, recuerda que "las características personales no son determinadas, en ningún momento, por una escala de riesgo".

Sirven, por ejemplo, para "tomar ciertas medidas clínicas. Por ejemplo, si tienes más riesgo cardiovascular, se pueden aconsejar intervenciones para tener una vida más sana".

Pero advierte frente al "marketing" de ciertas casas comerciales que venden tests para medir riesgos de salud basados en estas escalas.

"Las asociaciones [entre un gen y la enfermedad] no están claras ni tienen soporte bibliográfico, simplemente te dicen si tienes más riesgo, pero no que vayas a tener algo necesariamente".

Mucho menos claro está, por supuesto, el salto conceptual que hay que dar para explicar el comportamiento de Hitler como producto de todos estos problemas: desde estar acomplejado por tener micropene a delirios producto de una condición mental.

Volvemos al psiquiatra Josep Antoni Ramos. "Probablemente, viendo sus discursos y comportamiento, Hitler tenía rasgos paranoicos muy marcados, al igual que Stalin, y parte de la explicación pueda deberse a las variantes genéticas encontradas".

Sin embargo, "las conductas de Hitler, Stalin, Putin o Netanyahu no se pueden explicar únicamente por sus variantes genéticas. No podemos permitir que se genere, por esto, un estigma para las personas que conviven con trastornos mentales".

Reduccionismo biológico

El psicólogo Carlos Sanz recuerda que desde hace años se ha intentado explicar el comportamiento de Hitler sobre la base de algún problema persona.

"Incluso han llegado a decir que era homosexual. Pero el término 'acomplejado' está bastante en desuso hoy en día en la psicología".

Sanz rechaza los análisis reduccionistas que intentan explicar que "Hitler era malo y, por tanto, estaba enfermo. Es peligroso achacar un trastorno mental o físico a un complejo y derivar de ahí en abusos de poder".

"La conducta, por supuesto, tiene una base biológica, pero esta no es lo que la causa sino lo que la permite", apunta.

Extrapolar un "pequeño detalle de su personalidad" para explicar y juzgar la conducta es reduccionismo biológico.

El genetista José María Millán también huye de ese reduccionismo. "Este tipo de documentales, como el que analizaba el ADN de Cristóbal Colón para averiguar sus orígenes, no nos viene nada bien a los genetistas, pues reflejan que la genética es determinista y lo explica todo, y no es así en absoluto".

El abaratamiento de las máquinas de secuenciación del genoma ha propiciado estos usos que van más allá de los clínicos, intentando descubrir secretos de figuras históricas mirando su ADN.

Un análisis serio, sin embargo, no podría afirmar con rotundidad que Hitler tenía micropene o era esquizofrénico, al igual que tampoco puede certificar los orígenes judíos de Cristóbal Colón.

"Esto hace un flaco favor a la sociedad, que piensa que con un estudio genético va a saber si tendrá cáncer de colon, próstata u otra cosa. Hay que formar a la sociedad para que conozca la importancia del ambiente en la genética y evitar estos documentales".