Las claves
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Al llevarnos una ostra a la boca no solemos pensar en sus bondades para la salud, que las tiene. Las ostras tienen fama de cena gourmet o de encuentro romántico ochentero si se acompañan de un champán francés. Las mejores de España están en Galicia.
Y como buen gallego, el actor Luis Zahera —premiado con dos Goyas— ha confesado que las ostras para él son un placer irrenunciable. "Mi vicio gastronómico son las ostras. Eso es lo que más me gusta del mundo", llegó a confesar según Men’s Health.
Desde luego, el gusto por comer ostras se desarrolla y se puede convertir, como dice el propio Zahera, en un "vicio gastronómico". En cualquier caso, la primera experiencia introduciendo este molusco en la cavidad bucal se suele recordar para siempre.
Se pueden consumir de muchas maneras, pero la más auténtica es recién abierta, cruda y con un chorrito de limón por encima. Está viva y se mastica así para que conserve bien sus jugos y su textura viscosa y resbaladiza. También hay quien las cocina.
La forma más habitual de tomarlas es en crudo, pero para quienes no se atreven con esas texturas también las hay al vapor, sometidas al soplete e, incluso, gratinadas, en tempura o fritas. La ostra puede ser un ingrediente más de platos más complejos.
Sin duda, el valor más interesante de las ostras es el gastronómico, es poco habitual que obtengamos de ellas una parte significativa de las calorías y los nutrientes que consumimos en nuestro día a día. Pero esto no significa que no contengan sustancias interesantes.
Las ostras pueden ser de dos tipos, principalmente: las planas, técnicamente Ostrea edulis, que son más finas y están más cotizadas; y las cóncavas, Crassostrea gigas, que suelen tener una carne más basta, según la Fundación Española de Nutrición (FEN).
El caso es que, en cuestión de valores nutricionales, el organismo las mete en el mismo saco. Hay que tener en cuenta que la presencia de nutrientes en las ostras varía mucho de una a otra y, sobre todo, si se encuentran de temporada o no.
En este artículo de Vice que promete enseñar a comerlas "sin parecer un idiota", la autora señala que cuando se abre una ostra se ve que algunas están más translúcidas y otras más opacas. Las mejores son las segundas, bien llenas de jugos y nutrientes.
Cuando las ostras abundan en nutrientes, la FEN las considera fuente de proteínas, de ácidos grasos omega-3, calcio, hierro, zinc, fósforo, selenio, riboflavina, niacina y vitamina B12. Es decir, se trata de una carne rica en nutrientes.
La FEN calcula 53 kilocalorías por cada 100 gramos de ostras, de su parte comestible. En ese bocado hay algo más de 10 gramos de proteínas, algo menos que lo que hay en la misma cantidad de huevo. Las proteínas que contiene se consideran de buena calidad.
El siguiente contenido más relevante son las grasas, pero es bastante bajo. Sólo hay alrededor de 1,4 gramos de lípidos en 100 gramos de ostras, aunque la FEN destaca que son, en su mayoría, ácidos insaturados y más concretamente omega-3.
Lo cierto es que casi un 90% de las ostras es agua, de ahí su bajo aporte de calorías. El mineral más significativo en su composición es el zinc, que interviene en el sistema inmune y en la producción de ADN y proteínas en el organismo, muy importante en el crecimiento.
Aunque parece poco probable que alguien haga de las ostras su alimentación diaria, hay que señalar que, al igual que el resto de mariscos, comerlas demasiado a menudo puede disparar el ácido úrico y, por tanto, el riesgo de gota.
