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Las claves

Antes de que el MDMA, el LSD o la ketamina fueran mundialmente conocidas como drogas recreativas y de abuso fueron desarrolladas como fármacos de laboratorio. Ahora su uso terapéutico está a punto de llegar, prometiendo atajar numerosos trastornos mentales.

Estos psicodélicos están aportando resultados impresionantes en estudios clínicos para el tratamiento de trastornos de estrés postraumático o depresiones resistentes a otras terapias. Sin embargo, todavía son grandes desconocidos.

Por esta razón, el psicólogo José Carlos Bouso ha escrito Medicina Psiquedélica. Manual para pacientes, clínicos, usuarios y curiosos. "La idea del libro ha sido recoger toda la evidencia científica publicada y hacerla amena para el público general", explica.

Bouso es también director científico de la fundación ICEERS, dedicada a transformar la relación de la sociedad con las medicinas tradicionales indígenas, y de la Clínica Synaptica, la primera que emplea la medicina psicodélica en España.

Las terapias con psicodélicos están cada vez más cerca de nuestro sistema y, de hecho, a principio de este mes tuvo lugar el foro Psymposium en el Ilustre Colegio de Médicos de Madrid que organizó la Fundación Inawe. Una señal de que los avances en este campo interesan cada vez más a la comunidad médica.

¿Cuándo vamos a ver en nuestro sistema de salud estos tratamientos?

No es que España esté más o menos avanzada que otros países en este aspecto, es que hay una serie de farmacéuticas que están desarrollando estos medicamentos y todavía están en fases anteriores a la comercialización.

En España se están haciendo ensayos clínicos de algunas de estas empresas, cuando terminen las fases tres estarán disponibles en Europa y Estados Unidos. Algunos países sí que han autorizado el uso de estos medicamentos antes de que se terminen los ensayos.

Hay tres fases de ensayo y la tres es la anterior a la comercialización. En esa fase esta la MDMA para el estrés postraumático, la psilocibina para tratar la depresión resistente y el distrés existencial en personas con una enfermedad terminal.

También tenemos el LSD en fase tres para tratar la ansiedad generalizada y la depresión mayor. Pienso que veremos estos medicamentos en nuestro sistema en torno al 2027 o al 2028, como muy tarde. En cualquier caso, la ketamina para la depresión está aprobada ya.

¿España participa en esta investigación?

Algunos hospitales españoles participan en el desarrollo de medicamentos, pero a nivel de investigación sí que estamos bastante retrasados. Hay poca investigación independiente si nos comparamos con países como Suiza, Reino Unido, Alemania o Países Bajos.

La mayoría de nuestra participación es en el desarrollo de medicamentos en los ensayos clínicos de la industria. Hay pocos grupos independientes como el nuestro, que acabamos de terminar un ensayo clínico sobre uso de ibogaína para tratar la dependencia a opiáceos.

¿Cree que el hecho de que estas sustancias se hayan conocido antes por ser drogas puede hacer que se retrase su llegada?

No lo creo, es que hay necesidad de nuevos tratamientos en Psiquiatría. Desde hace más de 50 años no hay una sola innovación en psicofarmacología. Los psicodélicos han dejado de ser sólo considerados como drogas que producen locura.

Ahora se consideran sustancias que producen neuroplasticidad y flexibilidad cognitiva, capacidad para transformar la visión de los pacientes que tienen acerca de sí mismos y acerca de su realidad y, por tanto, producir un cambio terapéutico.

Tal es así que hay una Sociedad de Medicina Psicodélica en España formada por psiquiatras y se ha celebrado un Simposio de la Salud Mental y Psicodélicos en el Colegio de Médicos de Madrid. La cosa no va a ir de prejuicios, sino de cómo se va a usar.

Estas sustancias se administran en el contexto de la psicoterapia, a veces la experiencia dura seis, ocho o, incluso, 12 horas. El sistema público de salud, como está configurado a día de hoy, no está preparado para este cambio de paradigma.

Habrá que remodelar la concepción del abordaje de la salud mental en la sanidad pública para poder introducir estas sustancias convenientemente. Mientras eso no ocurra, por desgracia, sólo se incorporará a la práctica privada.

En entrevistas antiguas he leído que pensabas que para estas fechas ya estarían aprobados medicamentos a base de MDMA y psilocibina, ¿qué ha pasado?

La MDMA se tenía que haber autorizado el 8 de agosto de 2024, pero, por razones políticas y extracientíficas, la FDA pidió un ensayo clínico más. Probablemente, porque su desarrollo lo había hecho una asociación sin una industria farmacéutica potente detrás.

Con la psilocibina ha pasado que los ensayos en fase tres han tardado en iniciarse más de lo esperado. Bueno, si vaticiné en 2023 que los tendríamos en 2025, ahora en 2025 vaticino que los tendremos para 2027.

¿Cree que se trata ahora a pacientes con estas sustancias de manera encubierta?

Sí, hay mucha terapia underground, pero desde hace décadas. Los efectos terapéuticos de estas sustancias se conocen desde hace mucho y a pesar de estar prohibido su uso médico muchos terapeutas las han estado dando en su práctica privada.

Por eso no debemos tardar en autorizar estas sustancias. Según se hable más de ellas, más va a crecer la demanda y, por tanto, la oferta underground. Algunos países como Australia no han esperado a que terminaran los ensayos para aprobarlas.

Cada vez hay más países que no están esperando porque consideran que frente al problema global de salud mental, la falta de medicación y los buenos resultados preliminares que están teniendo estas sustancias hay que dar permisos para usarlas.

Alemania, Países Bajos, Suiza… Las terapias underground no van a desaparecer, porque habrá que ver luego qué precio le ponen a estas sustancias. Claro estas terapias sacan la sustancia del mercado ilícito, ahí el MDMA puede costar 60 euros el gramo.

El que produce una farmacéutica, igual está a 4.000 euros. Las farmacéuticas van a jugar un papel importante en el acceso a estas terapias.

¿Qué terapias diría que son las más prometedoras?

El MDMA para trastorno de estrés postraumático y psilocibina o LSD para distrés existencial en enfermos terminales. Me parecen los tratamientos más realistas. Se están haciendo muchas promesas en el tratamiento de la depresión que no sé si se van a cumplir.

Pero bueno los que están desarrollando estos fármacos saben más que yo.

¿Qué pasa en el cerebro cuando se toman estos psicodélicos en el contexto de una psicoterapia?

En general, se produce una experiencia psicológica subjetiva que permite enfocar desde un ángulo nuevo los problemas que atraviesan los pacientes para tratar de producir en ellos una transformación. Pero claro el efecto es diferente según la sustancia.

La MDMA, por ejemplo, reduce la actividad de la amígdala y aumenta la de la corteza prefrontal, produce la liberación de serotonina y de oxitocina. El resto actúa diferente, pero lo importante es que todas abren una ventana de oportunidad

¿Qué significa para vosotros haber llegado a celebrar un simposio de psicodélicos en el Colegio Oficial de la Medicina de Madrid?

Sin duda indica el nivel de desarrollo y aceptación científica en el que se encuentran estos fármacos. Estas sustancias tienen interés como medicamentos, pero también lo tienen porque ayudan a entender mejor cómo funcionan la mente, la conciencia y el cerebro.

El desarrollo que ha habido en estas dos últimas décadas en investigación científica ha sido tremendo y en el simposio hemos visto trabajos muy interesantes que arrojan resultados sobre cómo funciona el cerebro y las enfermedades mentales.

Está teniendo una acogida estupenda. El primer día hubo lleno total y han venido algunos de los científicos más importantes en el ámbito de los psicodélicos, un público profesional muy interesado en conocer avances.

Y decía que su equipo había presentado un estudio…

Acabamos de terminar un ensayo clínico con ibogaína, que es una sustancia menos investigada que otras como el MDMA, pero muy interesante. Es un alcaloide presente en la planta Tabernanthe iboga que tiene propiedades anti adictivas.

Hemos terminado el ensayo con el Hospital Sant Joan de Reus en el que hemos utilizado la ibogaína para eliminar la dependencia a los opiáceos. Tiene una utilidad clínica inmensa y no sólo para los países con crisis de opiáceos, como Estados Unidos.

Hay vaticinios de que esas crisis de opiáceos pueden llegar aquí. Es una solución no sólo innovadora científicamente, sino con una utilidad social alta.