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En 2023, la esperanza de vida mundial se situaba en 71 años para los hombres y en 76 para las mujeres. En España, es de 81,1 años frente a 86,3, una diferencia similar. 

La distancia entre la esperanza de vida de hombres y mujeres (una vez eliminada la mortalidad infantil) parece haberse mantenido de forma constante a lo largo del tiempo y las culturas

Es más, la situación parece generalizada en la mayoría de los mamíferos, lo que ha llevado a investigadores del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Alemania) a preguntarse por qué existe esa diferencia. 

Por eso, han estudiado las diferencias sexuales en la longevidad de más de 1.000 especies de animales y han llegado a una conclusión: tiene un fuerte componente genético. 

Las explicaciones epidemiológicas suelen aludir a distintos factores de riesgo que llevan a los hombres a vivir menos que las mujeres. 

Por ejemplo, ellos son quienes tradicionalmente se han encargado de los trabajos más duros físicamente o de mayor riesgo. 

Malos hábitos, como el tabaquismo o el consumo de alcohol, están más asociados a los hombres que a las mujeres. También se les atribuye una mayor tendencia a adoptar comportamientos de riesgo, lo que se conoce como “masculinidad tóxica”. 

Hay otras teorías que buscan explicar la diferencia por un componente genético. En mamíferos, la presencia de dos copias del cromosoma X indica sexo femenino, y la de un cromosoma X y uno Y, sexo masculino (hay excepciones, pero son muy poco frecuentes). 

Pues bien, tener dos copias del mismo cromosoma confiere un efecto protector, ya que la disfunción de un gen en un cromosoma puede ser compensada por el gen sano del otro. 

Es lo que se conoce como hipótesis del sexo heterogamético. Al tener una sola copia del cromosoma X, los machos no tendrían forma de compensar los efectos de un gen defectuoso. 

Tener cromosomas sexuales distintos, no obstante, no es exclusivo de los machos a lo largo del reino animal. En las aves ocurre lo contrario: las hembras tienen cromosomas ZW, mientras que los machos tienen dos copias del cromosoma Z. 

Para probar esta hipótesis, los investigadores del Instituto Max Planck acudieron a ZIMS, una base de datos de más de mil zoológicos en más de un centenar de países, para recopilar registros de nacimiento y defunción de 528 especies de mamíferos y 648 de aves. 

Utilizar los registros de los zoológicos, además, eliminaba el posible efecto del medio ambiente en los resultados: con todas las necesidades vitales cubiertas, no habría factores que pudieran distorsionar las conclusiones. 

Lo que observaron les permitió explicar, en un trabajo publicado en Science Advances, buena parte de las diferencias en esperanza de vida de carácter genético, sin tener que recurrir a factores ambientales. 

En el 72% de las especies de mamíferos, la esperanza de vida de las hembras era mayor que la de los machos, un 12% superior de media. Solo en el 5% de las especies los machos mostraron mayor longevidad. 

Selección sexual

Las ventajas más pronunciadas entre las hembras se dieron en ungulados (animales con pezuñas), murciélagos y marsupiales. En primates, roedores y carnívoros se encontraron las diferencias menos marcadas

En cuanto a las aves, el 68% de las especies mostró una ventaja favorable al macho, aunque la diferencia fue menor: solo vivían un 5% más, de media. Hubo un 4% de especies —entre ellas, las águilas, los halcones y los buitres— en las que se invertía la relación. 

Los autores contrastaron sus resultados con otros trabajos que evaluaban las perspectivas en la naturaleza, donde las diferencias eran más pronunciadas: en mamíferos, 1,5 veces; en aves, cinco veces superiores. 

Con todo, la hipótesis heterogamética no explica toda la variabilidad, mucho menos la inversión de la tendencia en un pequeño número de especies, así que los investigadores trataron de comprobar si podía explicarse mediante la selección sexual. 

En este campo hay dos hipótesis principales: la priorización del desarrollo de caracteres sexuales (como las cornamentas en los ciervos o una gran musculatura en los gorilas macho) o la de la capacidad reproductiva y de cuidado de la prole. 

En este último aspecto, encontraron que la ventaja femenina era mayor en especies no monógamas que en las monógamas. 

Con excepciones: los lémures, pese a no ser monógamos, apenas mostraban diferencias entre la esperanza de vida de machos y hembras. 

En las especies más cercanas a los humanos (chimpancés y gorilas, no monógamos), la ventaja de las hembras fue mayor. "La observación es consistente con la idea de una selección sexual menos sesgada en humanos", señalan los autores del estudio. 

Aunque la 'masculinidad tóxica' pueda desempeñar un papel en la distinta longevidad de hombres y mujeres, una buena parte podría explicarse por la biología. 

De hecho, comparando las cifras de poblaciones actuales de países desarrollados (suecos y japoneses) con otras del siglo XVIII o de sociedades de cazadores-recolectores, el patrón se reproducía fielmente. 

"Nuestros hallazgos —concluyen los investigadores— pueden ayudar a explicar por qué las diferencias en la esperanza de vida entre hombres y mujeres son tan consistentes a lo largo del tiempo y las culturas".