La historia de este joven fisioterapeuta español que ejerce en Suiza empieza con una libreta de gastos y una promesa: "Soy sanitario y esto he conseguido ahorrar en un año".
A partir de ahí, todo fluye como una auditoría personal en primera persona: sueldos altos, contratos estables y la posibilidad de diseñar la jornada convierten el país alpino en un laboratorio de movilidad laboral para sanitarios jóvenes.
Él pone cifras, compara con su vida anterior y remata con una pregunta incómoda para cualquiera que se haya topado con techos salariales en su país: ¿cuántas horas necesitas tú para ahorrar lo que aquí se ahorra en meses?
Su hoja de cálculo cabe en una pantalla de móvil, pero condensa un plan de vida. Paga 800 francos (857 euros) por habitación en un piso compartido.
"En casa yo pago 800 francos", repite, subrayando que no vive solo porque no le hace falta para sentirse independiente.
En alimentación, se impone disciplina: 300 francos mensuales (321 euros), cocina básica, compra una vez por semana y ojo a las ofertas.
El seguro de salud —unos 175 francos (187 euros) por tener menos de 25 años— no es negociable; el transporte ronda los 100 (107 euros); el ocio, 400 (428 euros); vuelos para volver a ver a la familia, unos 2.000 al año (2.142 euros); y una hucha de incidencias por 3.000 francos (3.200 euros) para multas, arreglos o imprevistos. Total: 26.300 francos (28.179 euros) anuales de gasto previsible.
Frente a esa cifra, coloca su nómina como un contrapeso que despeja dudas.
Habla de 13 pagas y un total de 65.000 francos (69.644 euros) anuales "sin contar bonos", matiza, porque no quiere inflar el resultado con conceptos variables.
La resta es simple pero elocuente: 38.700 francos al año de ahorro neto, lo que él traduce —a ojo— en "casi 40.000 euros". Para un recién graduado que aún ajusta sus credenciales y mejora su idioma, ese margen no es un sueño, es un colchón.
Parte de la explicación está en la estructura laboral. En Suiza, dice, los contratos suelen ser indefinidos desde el inicio y la jornada completa son 42 horas semanales.
El detalle que más le sorprendió fue la flexibilidad porcentual: puedes pactar un 50%, un 80% o un 100% según tu momento vital, tu plan de estudios o tu ambición de ingresos.
Ese diseño permite escalonar la carrera sin penalizar la estabilidad, algo que, en su experiencia, se traduce en menos ansiedad de fin de mes y más margen para formarse.
La gran pregunta siempre aparece: ¿cuánto gana un fisioterapeuta allí? Su respuesta distingue dos vías. Como asalariado, el abanico típico se mueve entre 5.000 y 7.000 francos (5.357 y 7.500 euros) al mes, con variación según experiencia, negociaciones y cantón.
Como autónomo, la horquilla se dispara si hay cartera de pacientes. "Puedes llegar a más de 20.000 o 30.000 francos al mes", advierte, aunque puntualiza que no es automático: implica red, reputación, gestión del tiempo y asumir riesgos de empresa.
Más allá del sueldo, le convence el ecosistema de formación continua. En su clínica, si el curso encaja con las necesidades del centro, cubren todo o parte de la matrícula, y además facilitan turnos para asistir.
Esa inversión en aprendizaje —dice— no es cosmética: le ha permitido certificarse en técnicas de terapia manual y readaptación que luego demanda el paciente privado, mejorando resultados clínicos… y su valor en nómina.
Su día a día no es un spot. Hay madrugones, guardias puntuales y el reto de comunicarse en alemán o francés en contextos sanitarios que exigen precisión. Sin embargo, la relación entre esfuerzo y recompensa le parece clara.
"Aquí el problema de no llegar a fin de mes desaparece por completo", resume, no porque el dinero caiga del cielo, sino porque la estructura de ingresos y gastos encaja: paga lo esencial, se permite ocio sin culpa y, sobre todo, guarda una parte grande y sistemática.
Requisitos imprescindibles
El cálculo de ahorro no es un trofeo en la estantería; es un plan de independencia. Con 38.700 francos anuales limpios, proyecta metas: un fondo para hacer un máster, el carnet de conducir suizo, una certificación de pilates clínico, y, si nada se tuerce, la entrada de un pequeño estudio en uno o dos años.
"Ahorrar no es privarte de vivir, es decidir mejor", repite mientras hace café y revisa el calendario de cursos del próximo semestre.
También hay un componente emocional: trabajar con dolor, movilidad y recuperación le recuerda por qué estudió Fisioterapia. Pacientes que vuelven a correr, mayores que recuperan autonomía, deportistas amateur que aprenden a gestionar cargas.
"Me ha cambiado la vida por completo", confiesa, no en tono grandilocuente, sino práctico: duerme mejor, proyecta a cinco años y siente que su empleo le sostiene fuera del trabajo.
No todo depende del país; él insiste en la parte que sí depende de uno mismo: aprender el idioma con constancia, llevar un registro de gastos realista, negociar sin miedo y construir red entre colegas.
La magia suiza, dice, funciona si llegas con papeles traducidos, convalidaciones adelantadas y un mínimo de C1 en el idioma del cantón. "El resto es rutina y disciplina", y ahí vuelve a sus 300 francos de compra y a su tope de 400 en ocio.
Para quienes están pensando en dar el salto, ofrece un mapa sencillo: revisar requisitos de colegiación, preparar CV y cartas de presentación en alemán o francés, recopilar referencias clínicas y, si es posible, viajar a entrevistas presenciales.
Recomienda paciencia con los primeros meses —nuevos protocolos, nueva cultura— y evitar endeudarse de golpe; empezar compartiendo piso a 800 francos le ha permitido no asfixiarse mientras hacía músculo profesional.
