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El sector de la enfermería es un claro ejemplo de fuga de talento desde España hacia países con mejores condiciones. Cada año, cientos de enfermeras hacen las maletas a la búsqueda de mejoras para su vida laboral.

Noruega se ha convertido en uno de los destinos predilectos, y la historia de Clara Blas es un ejemplo revelado. A través de sus redes sociales, la joven ha relatado cómo pasó de trabajar en la UCI de Tenerife y en psiquiatría de Valencia a integrarse en la sanidad nórdica.

Son muchas las preguntas que recibe de sus seguidores sobre cómo se vive y se trabaja en el país escandinavo. Pero, sin duda, las más repetidas siempre tratan sobre el salario. Blas lo resume sin rodeos: "Depende mucho de la zona, pero una enfermera en Noruega gana, como mínimo, tres mil euros al mes".

En términos anuales, la media asciende a 65.000 euros brutos. Esto supone duplicar o incluso triplicar lo que perciben muchos de los profesionales de la enfermería en España. Aunque el coste de vida noruego es más alto, la diferencia sigue siendo contundente. "El sueldo te permite ahorrar, vivir bien y viajar", explica Blas.

Descansos, ratios y menos estrés

Pero el atractivo no se limita al salario. La carga de trabajo es incomparablemente menor. En España, una enfermera puede gestionar hasta 20 pacientes en una planta. En Noruega, según cuenta Blas, la enfermera "no suele llevar pacientes" asignados de forma fija y, cuando los hay, el número oscila entre uno y cinco. Esto permite una atención más segura y personalizada.

La organización también cambia radicalmente gracias a la tecnología. "El teléfono es nuestra principal herramienta de trabajo", relata. Los avisos llegan directamente al móvil, lo que facilita priorizar tareas y trabajar de manera ordenada. Además, realizan más tareas administrativas, como gestión de pedidos, y delegan la mayor parte de la medicación a auxiliares con formación específica.

Y, sobre todo, existe un respeto absoluto al descanso. "Te obligan por ley a tener pausas obligatorias para comer. Pueden llegar a ser incluso de una hora y media”. Un derecho regulado que marca la diferencia cultural respecto al modelo español, donde las pausas muchas veces se diluyen por la sobrecarga asistencial.

Estas condiciones hacen que el de Blas no sea un caso aislado. Al contrario, solo en 2023, más de 300 enfermeros y enfermeras de nuestro país solicitaron formalmente su traslado a Noruega. De esta forma, este se consolida como destino prioritario para los profesionales españoles que además, están "muy bien valorados" en Noruega.

Idioma, frío y adaptación social

No obstante, emigrar a Noruega no está exento de dificultades. El primer obstáculo es el idioma. Para poder ejercer es imprescindible acreditar un nivel B1 de noruego certificado. Blas dedicó entre ocho y nueve meses a lograrlo, un requisito indispensable para obtener la autorización del organismo sanitario noruego (Helsedirektoratet). A ello se suman factores de adaptación personal.

Además, hay otras diferencias con España que pueden resultar pesadas para los recién llegados. El primero, el clima extremo. En invierno “hay muy poca luz y hace mucho frío", lo que impacta en el estado de ánimo. Tampoco es sencilla la integración social. "Muchas veces te sientes muy solo" y "entrar en un grupo de noruegos no es fácil", confiesa.

Pese a los retos, la experiencia de Clara Blas ofrece un retrato claro y realista de las oportunidades que aguardan a los profesionales sanitarios fuera de España. Al mismo tiempo, su testimonio refleja las carencias que el sistema español debería abordar con urgencia si quiere frenar la fuga de talento que en el cortoplazo puede llegar a suponer un problema para el sistema sanitario.

Según el Consejo General de Enfermería (CGE), la escasez de profesionales en nuestro país es crítica. Con una ratio de 6,3 enfermeras por cada mil habitantes, España se sitúa muy por debajo de la media europea de 8,83. Para alcanzar ese estándar, nuestro país necesita incorporar urgentemente cerca de 120.000 enfermeras, un 40% más de las que hay actualmente.

Esta situación, sumada a la precariedad laboral —con un alto número de contratos de corta duración— y la inminente jubilación de 50.000 enfermeras en la próxima década, agrava un problema que seguirá impulsando a los profesionales, como Clara Blas, a buscar fuera de nuestras fronteras un futuro más estable y mejor remunerado.