J. Rodríguez
Publicada

Dejar atrás un peso corporal que daña nuestra salud no es una tarea sencilla porque en muchas ocasiones significa tener que transitar un proceso emocional muy intenso. Y, en esos casos, la compañía y el apoyo del entorno se hace fundamental.

Cuando Pedro Pérez terminó la universidad a los 25 años alcanzó la cifra más alta que había visto en su báscula. Llegó a pesar 156 kilogramos en ese momento y lo recuerda como un momento doloroso, pero contó con la compañía de su padre.

Pérez ha compartido el testimonio de cómo adelgazó hasta 64 kilogramos con la versión americana de la revista Men’s Health. En él reconoce que ese peso fue el resultado de una mala gestión de las emociones que le producía el estrés laboral.

"Cuando estaba en la universidad, con unos 20 años, pesaba 104 kilos y era muy fuerte. Me cambié a una universidad para estudiar ingeniería mientras trabajaba a tiempo completo. Me estresaba la carga de trabajo y sólo comía comida rápida", explica Pérez.

Su alimentación y su dieta se descontrolaban de forma paralela, confiesa. Y un día su padre se interesó por su estado psicológico cuando vio que seguía ganando peso. "Mi padre se sentó a hablar conmigo sobre mi peso y para mí fue un shock porque él nunca ha pesado menos de 136 kilogramos", explica.

Punto de inflexión

Admite que en ese momento rompió a llorar, Pérez no sabía exactamente cuánto pesaba en ese momento porque temía subirse a una báscula o, incluso, mirarse en un espejo. "Sentía desprecio por mí mismo, estaba enfadado y frustrado", cuenta.

Pero ese fue el momento en el que decidió someterse a un cambio y reflexionó sobre las acciones que en el pasado no le habían dado resultado para perder peso. Había intentado siempre hacer una dieta y empezar muy fuerte en un gimnasio de un día para otro.

Y, por esta razón, llevaba años acumulando decepciones. Esta vez probaría algo diferente: seguiría comiendo lo mismo, pero eliminaría los refrescos. En tan sólo un mes haciendo esto consiguió perder 5,5 kilogramos. Esto le animó a recortar más alimentos insanos.

Al mes siguiente dejó los postres y consiguió bajar 4,5 kilogramos más. Entonces mantuvo estos hábitos durante un año y al final había perdido 23 kilogramos. "Esto me convenció de que estos alimentos eran veneno para mi cuerpo", explica.

En ese momento, se sintió preparado para hacer una dieta más sana y adoptar una rutina de ejercicios, con ejercicios de cardio y también pesas. De esta manera, consiguió cumplir los 29 años con 90 kilogramos de peso. ¡Había perdido 63 kilos!

Pérez cuenta que hasta mejoró su agilidad mental cuando a las pocas semanas de empezar había abandonado la comida basura. "Empecé a sentir que me estaba cuidando en lugar de castigarme. Sentí que no era una dieta, que sólo era su vida actual".

Pero no fue fácil, este hombre admite que tuvo que luchar contra su adicción al azúcar, que se encontraba en más productos de los que él creía. Tuvo que empezar a fijarse mejor en las etiquetas de los productos que se llevaba a casa y superar antojos.

Ahora bien, "el mayor obstáculo siempre es la lucha interna. Mi diálogo interno no me apoyó durante mucho tiempo, empecé en terapia para superar esto. Comprender las emociones que me impulsan a subir de peso puede ser muy importante para no recuperarlo", apunta.

"Una vez que mi mentalidad cambió, todo lo demás cambió con ella", explica Pérez. Comparte su experiencia para inspirar a otros y para animarles a pensar en su porqué personal. "Las cosas son más fáciles cuando entiendo por qué las hago".

“Por último, diría que recuerden compararse con quien eran ayer, y no con otras personas en el presente. Es una trampa mental en la que es muy fácil caer, pero es totalmente evitable. ¡Adelante y hacia arriba!”, termina Pérez.