El tamaño de los individuos siempre ha sido una de las grandes diferencias entre sexos en el reino animal, sobre todo en los mamíferos. Esto ocurre prácticamente en todas las especies, los machos son más grandes que las hembras, y el ser humano no podía ser la excepción. Ellos son más altos y corpulentos que ellas. Además, aumentan su tamaño más rápido. Ahora, un nuevo estudio ha visto que los hombres en todo el mundo han crecido casi el doble de rápido que las mujeres en los últimos cien años, lo que aumenta el dimorfismo sexual.
Los resultados se publicaron el pasado 22 de enero en la revista Biology Letters. Los autores utilizaron datos de la Organización Mundial de la Salud, autoridades extranjeras y registros del Reino Unido para ver cómo han cambiado la altura y el peso con las condiciones de vida. Lo último se midió usando el índice de desarrollo humano (IDH), una puntuación de 0 a 1 basada en la esperanza de vida, el tiempo de educación y el ingreso per cápita.
Con estos datos, han visto la relación entre el crecimiento y el IDH. Por cada aumento de 0,2 puntos, las mujeres eran, de media, casi 2 centímetros más altas y pesaban casi 3 kilos más. En el caso de los hombres, ese crecimiento era de 4 centímetros y de 6,5 kilos.
Para ver el efecto a nivel local, se centraron en Reino Unido, donde el IDH aumentó de 0,8 en 1900 a 0,94 en 2022. Los investigadores Vieron que en la primera mitad del siglo pasado, la altura media femenina creció casi un 2%, de 159 centímetros a 162, mientras que la de los chicos aumentó un 4%, de 170 a 177 centímetros.
Estos datos muestran que, a medida que mejoran las condiciones de vida, incluyendo la carga general de enfermedades, aumenta el tamaño del individuo en peso y en altura. David Cámara, sociólogo y demógrafo de la Universidad de Jaén, explica que este fenómeno se explica con el principio de ecosensibilidad diferencial. "Las mujeres son más resilientes al cambio de condiciones ambientales y los hombres las sufren más".
Esto quiere decir que ellos, en contextos ambientales adversos, pueden ver más limitado su desarrollo y crecen menos, cuenta el experto. No obstante, también se benefician más cuando el entorno mejora y, como de partida son más altos, tienden a recuperar esos estándares y aumentar el dimorfismo sexual, señala Lewis Halsey autor del estudio y profesor de la Universidad de Roehampton.
Según los datos de la OMS, la diferencia de altura entre hombres y mujeres es de entre 12 y 14 centímetros. Un dimorfismo sexual por debajo de esa ratio es un síntoma de que la población está sufriendo algún déficit sociosanitario o nutricional, indica Cámara.
Halsey desgrana también por qué ellos han crecido más rápido. Esa mejora en las condiciones de vida hace que sus cuerpos tengan más energía, por lo que gastan menos en acciones como combatir enfermedades. Esto se traduce en un mayor margen para poder aumentar su altura. El peso sigue el mismo argumento, pero se puede complicar en los territorios de Occidente por la presencia en las últimas décadas de los alimentos ultraprocesados y la obesidad, advierte el investigador.
Esto no significa que las mujeres estén rezagadas, sino que su margen de mejora es menor porque sufren menos el impacto de las malas condiciones ambientales. Lo que está demostrado, dice Cámara, es que la desigualdad de género no justifica esas diferencias, al menos en países occidentales. Sí que podría ocurrir en territorios con otras culturas que cuenten con un gran sesgo de género. No obstante, habría que ver caso por caso y no se debe interpretar "automáticamente" de esta forma.
Otra de las teorías de los autores es que las preferencias sexuales de las mujeres pueden haber fomentado una tendencia hacia hombres más altos y más grandes. El sociólogo de la Universidad de Jaén, por su parte, no cree que sea un elemento importante en este caso. Los cambios genéticos por selección natural conllevan un proceso muy dilatado del tiempo. "En el plazo que ellos analizan es imposible que sea un factor", asegura.
Un indicador del buen estado social
Cámara cuenta que los resultados de la investigación no son algo nuevo. Él y su equipo han investigado esta cuestión en varias ocasiones y los de Halsey son "muy coherentes" con lo que había encontrado anteriormente el equipo español. En 2018, el sociólogo ya publicó un artículo que confirmaba que el dimorfismo sexual puede ser un indicador de contextos de estrés ambiental y su impacto en el estado nutricional de la población. Ahora, el trabajo de Halsey refuerza esa hipótesis.
En el último siglo, se ha experimentado una mejora sustancial en todas las condiciones de vida. Las más importantes para el crecimiento de la población son la parte nutricional y la prevalencia de la morbilidad infecciosa, cuenta Cámara. En los periodos de enfermedad el cuerpo deja de crecer porque necesita la energía disponible para combatirla.
En territorios en los que la población vive asediada por las patologías, como ocurre con la malaria en gran parte de África, la población no puede desarrollarse todo lo que debería. Si se acaba con esos factores, "los cuerpos crecen hasta que cada uno alcanza su máximo potencial genético", expone el demógrafo.