En las nubes, en las estrellas o, incluso, en el gotelé de las paredes, muchas personas pasan el rato observando y buscando otras figuras que se les parezcan. En este juego de imaginación unos pueden ver un cumulonimbo con forma de perro y otros pueden decir que, en realidad, parece más una oveja. Las baldosas de piedra del suelo de las ciudades, de las fachadas de grandes edificios o del interior de tu propia casa pueden ser buenos sitios en los que mirar. Sus vetas también pueden hacernos pensar en algunos seres vivos, pero he aquí una diferencia fundamental: lo más probable es que realmente sean seres vivos.

O, por lo menos, lo fueron hace unos millones de años. Hace unas semanas, la tuitera Inés Fernández publicó un hilo en el que desveló que un gran número de baldosas con las que nos cruzamos a diario contienen fósiles en su interior. Sí, esa especie de caracol que tienen los escalones de tu portal es realmente un ammonites y tiene muchos más años que nuestra propia especie. Aunque es posible que ya lo supieras, el hilo de Fernández ha sorprendido a muchas personas en Twitter y ha conseguido casi 6.000 me gusta hasta la fecha.

La tuitera confiesa que ahora no puede pasar por una de estas piedras sin pararse a mirar en busca de un fósil, pero no es la única. En internet existe una comunidad internacional que se dedican a peinar las calles buscando, fotografiando y colgando la localización de estos restos, conocidos como fósiles urbanos. La paleontología en las ciudades es un hobby más extendido de lo que puede parecer a priori y existen sitios webs en el que los aficionados pueden compartir sus hallazgos, comprobar su autenticidad y colgar su localización en un mapa interactivo.

Paleourbana es el único portal con esta función que existe en España y cuenta con un mapa en el que hay registrados casi 500 fósiles en todo el mundo. A los mandos de este proyecto se encuentra Rubén Santos, geólogo de carrera, técnico de prevención de inundaciones en la Agencia Vasca del Agua (URA) y aficionado a la paleontología urbana. Santos, natural de León, explica a EL ESPAÑOL que detectar estos fósiles es, en realidad, bastante fácil y cuál ha sido la ciudad de España que más le ha sorprendido por sus ejemplares.

¿Cómo descubriste que lo que parecían vetas de una baldosa eran, en realidad, fósiles?

Fue en la universidad, estudié en Oviedo y había un departamento de Paleontología bastante majo. Los profesores nos comentaban que podíamos encontrar muchos fósiles en las calles y encontrar ejemplares que estábamos estudiando. Poco a poco fui fijándome en las rocas de Oviedo y, más tarde, en las de muchas ciudades.

¿Cómo han llegado esos fósiles hasta ahí?

Las rocas con las que se construye o se pavimenta son naturales, proceden de canteras. Cuando se explotan rocas sedimentarias —aquellas que se forman en la superficie de la Tierra—, muchas de ellas contienen fósiles y, después de pulirlas, salen a la superficie. Aunque ahora se construye con ladrillos, vidrio y acero, estas rocas siguen estando muy valoradas por su aspecto estético, se utilizan para cubrir fachadas.

¿Cómo de posible es encontrar un fósil en nuestras ciudades o en nuestras casas?

Es muy frecuente. De hecho, lo raro es que haya una ciudad de España que no los tenga. Actualmente, las ciudades son auténticos museos geológicos. La mayoría de ciudades tienen canteras cercanas, pero, incluso las que no tienen, importan rocas de otros lugares en las que hay fósiles. Por ejemplo, Madrid no tiene canteras cerca con fósiles que llamen la atención, pero al ser la capital se han traído piedras de toda España e, incluso, del extranjero.

¿Crees que alguna moda ha influido en la utilización de estas piedras?

Hay muchos tipos de roca que se han puesto de moda en determinadas zonas. Por ejemplo, en el País Vasco y en Navarra es muy tradicional una piedra que se llama rojo baztán y que tiene fósiles muy llamativos de rudistas, unas conchas muy grandes. Es roja con vetas blancas y muchos edificios emblemáticos están construidos con ella. Se utilizó tanto que se agotó la cantera y hubo que buscar otra. Por suerte, se encontró en Navarra y, hoy en día, se sigue explotando. Como ahora se traen piedras de todas partes del mundo, la muestra de rocas en todas las ciudades es más homogénea.

Si se pueden encontrar fósiles en todas partes, ¿dónde se encuentra su valor? ¿No son objetos raros?

Todos los fósiles tienen valor porque dan información de la vida en el pasado, tanto de un ejemplar como de un ecosistema. De todas formas, hay fósiles tan frecuentes que no les prestamos tanta atención, como el carbón y el petróleo que, en el fondo, no dejan de ser restos biológicos. Los fósiles son frecuentes y raros a la vez porque existen muchas piedras sedimentarias, pero sólo un escaso porcentaje de los seres vivos llega a fosilizarse. En una cantera pueden encontrarse algunos tipos por toneladas, pero otros, como los fósiles de homínidos, son muy valiosos porque se cuentan por decenas y, por eso, están en los museos.

¿Cómo es la comunidad de paleontólogos urbanos en internet?

Cuando estuve unos meses en el paro en 2011 recopilé fósiles urbanos en Asturias y País Vasco y los subí a una primera página web que llamé Caracoles en las aceras y en ella había un mapa interactivo. Con el tiempo, pasé de fotografiar fósiles a que otros usuarios de internet me pasaran sus propias imágenes. Entonces, cambié el nombre de la página a Paleourbana y la organicé en inglés para que fuera más accesible. Ahí observé la comunidad que hay alrededor de estos fósiles y la cantidad de gente que se fija en lo que ve por la calle y comparte la información.

Es una comunidad curiosa con unos intereses particulares, pero ha dado sus frutos. En Gerona, por ejemplo, descubrimos un fósil en una baldosa que terminó en un museo. Hicimos circular una foto del fósil por internet para descubrir de qué se trataba y resultó ser una vaca marina. Unos expertos alemanes se interesaron porque lo consideraron un fósil muy extraordinario de una especie de sirenio —un órden de mamíferos a los que pertenecen actualmente los manatíes—. Viajaron hasta Gerona y pidieron extraer y estudiar la piedra. Tengo entendido que al final lo pusieron en un museo de la ciudad catalana.

¿Qué ciudad de España es la más interesante desde el punto de vista de la paleontología urbana?

Es muy difícil escoger sólo una, pero yo me quedo con Oviedo. Es donde empecé a buscar fósiles urbanos y, realmente, en el casco histórico se encuentran por todas partes. También me gusta Gerona porque tiene una piedra muy típica que se explota en la propia ciudad y todo el casco histórico está hecho con ella —el suelo, la catedral, el puente viejo— y contiene unos microfósiles que se llaman foraminíferos, que tienen forma de disco. Si uno se acerca a esa piedra se da cuenta de que es un amalgama de fósiles.

Rubén Santos cuenta que existen libros sobre los fósiles urbanos de algunas ciudades, como León. Además, otras organizan rutas por la ciudad mostrando algunos de los más llamativos, como Sevilla. Santos ha participado en algunas de ellas en Pamplona y en Madrid, donde pueden encontrarse, incluso, en el Metro. El experto anima a buscar estos fósiles en nuestras ciudades porque "es fácil de ver; si se observa en una roca algo que parece orgánico, suele ser un fósil".

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