Marte es un paraíso comunista en el que los trabajos manuales son hechos por autómatas y las personas emplean el tiempo en actividades culturales. Eso es lo que pasaba por la cabeza de Alexander Bogdánov y así lo plasmó en su novela Estrella Roja, publicada en 1908.

Este gran escritor de ciencia ficción había nacido en 1873 en Grodno, una ciudad del Imperio Ruso que hoy forma parte de Bielorrusia, pero sus dotes para la escritura son un aspecto menor para un personaje polifacético que probablemente es poco conocido porque su enfrentamiento con Lenin le condenó al ostracismo.

En los primeros años del siglo XX fue una de las principales figuras de los bolcheviques, pero acabó siendo expulsado de entre sus filas y se fue de Rusia. Se había formado en cuestiones tan dispares como filosofía política, economía marxista, medicina y psicología y optó por viajar por Europa. Así, realizó estudios sobre el poder económico y militar de las naciones antes de que el tenso equilibrio que vivía el continente saltara por los aires al estallar la I Guerra Mundial.

Después trabajó durante casi una década en un tratado filosófico que llamó Tectología: La organización universal de la ciencia. Su idea de "tectología" era la de unificar las ciencias biológicas, físicas y sociales porque se podían analizar como sistemas de relaciones. Estas ideas eran precursoras de lo que después se llamó teoría de sistemas y también de la cibernética.

Sin embargo, una de las facetas más interesantes de Alexander Bogdánov y la que acabó siendo, por desgracia para él, la más decisiva de su vida fue la de investigador médico. En realidad, no es que tratase de curar enfermedades, sino que pensaba en mantener una eterna juventud y su método para conseguirla era muy sencillo: transfusiones sanguíneas de personas más jóvenes.

La hermana de Lenin

En 1924, año de la muerte de Lenin, comenzó los experimentos y no le faltaron voluntarios. Curiosamente, María Uliánova, hermana del líder revolucionario, estuvo entre ellos. Pero como estaba convencido de las bondades de la sangre ajena tampoco tenía problemas en experimentar consigo mismo.

Otro de los más prominentes dirigentes bolcheviques, Leonid Krasin, escribió: "Bogdánov parece tener 10 años menos después de la operación". ¿A qué operación se refería? Su colega se hizo más de una decena de transfusiones de sangre y anotó unos efectos prodigiosos: su vista había mejorado y la calvicie se había detenido, entre otros beneficios sorprendentes.

No sabemos hasta qué punto todo aquello era real o tan fantástico como su novela sobre

Marte, pero fue un buen pretexto para fundar en Moscú en 1925 el Instituto de Hematología y Transfusiones Sanguíneas, un centro inédito en el mundo.

Una muerte enigmática

En 1928 murió con 54 años después de recibir la sangre de un joven estudiante que estaba enfermo de malaria y tuberculosis, aunque algunas hipótesis apuntan a que la falta de conocimiento que había en la época sobre los grupos sanguíneos tuvo mucho que ver en el fatal desenlace. Otra teoría afirma que esa transfusión fue en realidad un suicidio, puesto que su posición política había empeorado.

El caso es que ni a Lenin, primero, ni más tarde a Stalin le hacían mucha gracia las ideas de su compañero revolucionario. Sus ideas filosóficas parecían amenazar el materialismo dialéctico –de hecho tuvieron cierta influencia sobre disidentes de la Unión Soviética-, así que sus obras desaparecieron del mapa hasta la década de los 70, fueron casi desconocidas en Occidente y muchas siguen sin estar traducidas.

La URSS, pionera

Aún así, gracias a él la URSS fue la primera nación que contó con un sistema centralizado de bancos de sangre y sus estudios sobre transfusiones fueron esenciales para investigadores posteriores, como Sergei Yudin, que organizó esas primeras instalaciones.

Si volvemos por un instante al planeta de la novela Estrella Roja, Bogdánov describe un

sistema sanitario basado en las transfusiones sanguíneas. Para resolver cualquier enfermedad las personas conectan sus sistemas circulatorios y, así, los marcianos gozan del doble de años de vida que los humanos de La Tierra. Un médico comunista reflexiona: el motivo de que los terrícolas estén tan retrasados es que tan individualistas que no conciben compartir su sangre.