Si el ansiado (como todos) quesito verde de un Trivial cualquiera dependiera de contestar correctamente la siguiente pregunta abierta, es posible que muy pocos lo lograran. Porque si ya es difícil para la mayoría nombrar científicos españoles relevantes, aún más lo es hablar de mujeres que hayan destacado en España en este campo. De ahí lo apropiado del título del libro Sabias. La cara oculta de la ciencia que publicará próximamente Debate y que desgrana precisamente las biografías de féminas que han contribuido al avance de la ciencia y cuya labor pasa y ha pasado desapercibida para el gran público.

Aunque la obra de la catedrática de Química Inorgánica de la Universidad de Sevilla Adela Muñoz Páez no se centra únicamente en las españolas, la selección incluye a seis sabias patrias -aunque una no ejerció de científica, sino de maestra incitadora de vocaciones científicas-, la mayoría de las cuales ejercieron su labor un fructífero periodo para la ciencia española que se vio interrumpido abruptamente por la Guerra Civil, el transcurrido entre 1931 y 1937.

La manchega que desafió a Aristóteles

Olivia Sabuco nació en Alcaraz (Albacete) en 1562. Súbdita de Felipe II, vivió en plena Contrarreforma, cuyos efectos sobre el progreso científico y económico -cuenta Muñoz Páez- serían devastadores en los siglos posteriores. "La Contrarreforma laminó las vocaciones científicas que en otros países darían lugar a la revolución científica", se puede leer en Sabias.

Aún así, Sabuco fue una mujer ilustrada, como demuestra el hecho de que en 1587 publicara el tratado Nueva filosofía de la naturaleza del hombre, no conocida ni alcanzada por los grandes filósofos antiguos, la cual mejora la vida y la salud humana. El título es toda una declaración de intenciones, Sabuco se enfrentaba a Aristóteles y otros como él, como Galeno, y afirmaba que el conocimiento se adquiría por la experiencia y no sólo se debía basar en la autoridad de los famosos griegos. 

Además, afirmaba que el origen de las emociones y del pensamiento estaba en el cerebro y no en el corazón. Pero lo más revolucionario de su obra es la concepción biseminal de la reproducción humana. Aunque ahora suene increíble, la teoría aristotélica que predominaba en la época afirmaba que los hijos eran herederos únicamente de los caracteres del varón y que la mujer "era el mero receptáculo donde se criaban". En su libro, Sabuco formuló que en la generación del ser humano se mezclaban las simientes del hombre y la mujer.

La autoría de la obra se vio acompañada por la polémica desde que en 1903 se descubrieron unos documentos de su padre en los que se declaraba único autor de la Nueva filosofía. Según la autora de Sabias, parece que todo se debió a interés económico, ya que la obra se vendió muy bien. "El mejor 'a favor' de la autoría de Oliva es la obra misma: su lectura no deja margen a la duda sobre la autoría femenina de la obra", concluye Muñoz Páez.

La meteoróloga primera doctora en Física

Felisa Martín fue la primera mujer que obtuvo un doctorado en física en España y lo hizo en 1926, después de licenciarse en esta especialidad en la Universidad Central de Madrid, donde se trasladó procedente de su San Sebastián natal, donde nació en 1898 en el seno de una familia de clase media.

Martín dedicó su tesis doctoral a la "determinación de las estructuras de los óxidos de niquel y cobalto y del sulfuro de plomo mediante difracción de rayos X, empleando los métodos de Bragg y Debye-Scherrer".

A pesar de que llegó a hacer estancias en EEUU -en el Connecticut College- y Reino Unido -en Cambridge-, Martín acabó dejando la investigación. "La carrera científica no era fácil para nadie y menos para una mujer, por lo que Felisa decidió desarrollar una carrera como meteoróloga", escribe Muñoz Páez.

Como mujer del tiempo también tuvo una historia curiosa. Fue la primera mujer en obtener la plaza de auxiliar en el Servicio Meteorológico Nacional pero, cuando éste se trasladó a Valencia en 1936, fue expulsada tras no presentarse en esta ciudad.

Inicialmente purgada por haber permanecido en zona republicana durante la guerra, pudo sin embargo recuperar su plaza en 1939, junto con otra compañera con un periplo similar. Fueron las dos únicas meteorólogas en España hasta 1965, cuando se convocaron las primeras oposiciones abiertas a mujeres, ya que el servicio había pasado a depender del Ejército del Aire, exclusivamente masculino.

De hija de jornalero a experta en Japón

La vida de Jenara Vicenta Arnal daría material a Netflix para hacer una serie de al menos tres temporadas. Nacida en Zaragoza en 1902 e hija de un jornalero, fue una de las tres primeras españolas catedráticas del Instituto de Física y Química. Recibió una beca para ampliar sus estudios en la Universidad de Basilea y en la de Dresden.

"A pesar de que estaba plenamente de acuerdo con el espíritu pedagógico de la Institución Libre de Enseñanza, no tuvo vinculación directa con ninguna institución política durante la república, por lo que en 1939 superó un proceso de depuración sin que le impusieran sanción", escribe Muñoz Páez.

Ahí empezaría una nueva vida para Vicenta, que dejó la investigación para dedicarse a la docencia y llegó a ser directora del instituto Beatriz Galindo de Madrid. Pero compaginó esta labor con viajes de estudios a varios países, el más largo a Japón, donde residió dos años como delegada de la Sección de Intercambios del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

A su vuelta impartió varias conferencias sobre el país y propició el establecimiento de relaciones culturales y científicas con Japón.

Por si esto fuera poco, desarrolló un método pedagógico, escribió varios libros de divulgación científica y tradujo obras del alemán. Cuenta la autora de Sabias que el nombre de Jenara pervive en el tiempo. Uno de sus alumnos en Japón -el hijo del entonces embajador- instituyó un premio con su nombre para distinguir a los mejores alumnos y alumnas del último curso de bachillerato. 

La mujer que casi trabajó con Marie Curie

Teresa Salazar fue, según Muñoz Páez, una de las dos científicas del Instituto Nacional de Física y Química (INFQ) que "pelearon toda su vida para seguir desarrollando una carrera investigadora", a pesar de la llegada del franquismo.

En 1934 obtuvo una beca para ir al Instituto del Radio de París, dirigido por Marie Curie, a investigar la estructura del núcleo atómico. Sin embargo, la muerte inesperada de Curie cambió sus planes y acabó realizando la estancia en otro laboratorio.

Tras este prometedor inicio de carrera, que se siguió completando con los años, Salazar optó a una cátedra nada más terminar la guerra, pero el tribunal prefirió dejar una de las plazas desiertas antes que otorgársela a ella o a la otra aspirante femenina. Cuenta la autora de Sabias, que Salazar no tiró la toalla y se presentó a otras tres oposiciones a cátedra más, siempre sin éxito.

Finalmente en 1947 obtuvo por oposición una plaza de adjunto, un puesto de menos categoría y sueldo que el de catedrática.

La única mujer en varios ámbitos

Una trayectoria similar a la de Salazar la tuvo Piedad de la Cierva (Murcia, 1913). De hecho, tras doctorarse en 1934 con una tesis titulada Los factores atómicos del azufre y del plomo, hizo también una estancia fuera de España, en su caso en Copenhague. 

También se presentó con Salazar a la oposición a cátedra de 1940 y también se le denegó la plaza, a pesar "de tener más méritos que el resto de los candidatos", según Muñoz Páez. 

Según el historiador Otero Carvajal el motivo de no obtener la cátedra no fue una purga política. "Lo que las excluyó fue su condición de mujeres", escribió.

Aún así, De la Cierva fue la única mujer miembro de la Comisión permanente de Educación de la Sociedad Española de Cerámica y la única miembro del Consejo de Redacción del Boletín de esta misma entidad. 

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