Se suele utilizar el eufemismo "estar agitado" pero los delirios no son situaciones extrañas en el hospital, como tampoco lo es que médicos y personal sanitario tengan a veces que recurrir a cuerdas y otros métodos para mantener tranquilo al paciente ingresado. Un estudio publicado en la revista Neurology añade un nuevo y paradójico culpable a esta situación: una de las familias de fármacos que más vidas salvan, los antibióticos.

Según la web especializada Medscape, el trabajo llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Harvard identificó tres síndromes clínicos diferentes de encefalopatía o delirio asociada a antibióticos. "No habían sido descritos individualmente antes", escriben los autores.

En búsqueda de casos

El análisis identificó en la literatura médica 391 casos registrados entre 1946 y 2013. Se trataba de situaciones clínicas en las que el paciente experimentaba delirio o alteraciones de la cognición o la consciencia tras el inicio de un tratamiento antibiótico, que desaparecían tras el cese del mismo.

Para Juan Pablo Horcajada, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), el trabajo resume algo que ya habían detectado los médicos, pero que no siempre se tiene en cuenta. "Son efectos secundarios que no son fáciles de atribuir a los antibióticos, porque se trata de pacientes graves, con muchos problemas, otras medicaciones y desequilibrio en la distribución de líquidos", explica a EL ESPAÑOL.

Contra el alarmismo, los investigadores advierten de que los efectos adversos de los antibióticos en el sistema nervioso central son infrecuentes y, entre estos, la encefalopatía supone sólo una mínima parte. Sin embargo, uno de los estudios cifraba en un 15% la tasa de este tipo de delirio en pacientes en estado crítico que recibían tratamiento con un antibiótico de cuarta generación, cefalosporina cefepima.

Ligado a muchas familias de antibióticos

De hecho, lo que sí se observa en el trabajo es que, aunque raro, el efecto está ligado a distintos antibióticos. En concreto, se identificaron casos en pacientes que se habían tratado con hasta 54 medicamentos de 12 familias de antibióticos distintas.

Al igual que difieren los fármacos concretos, también se registraron diferentes tipos de encefalopatías asociadas a los antibióticos (AAE, por sus siglas en inglés). Fueron tres, cada una con sus signos particulares.

La tipo 1 se asocia a la administración de penicilinas y cefalosporinas y se caracteriza por la presencia de convulsiones, un electroencefalograma anormal, pero imágenes cerebrales por resonancia sin anomalías. Se cura en unos días y es más habitual cuando el paciente padece insuficiencia renal.

La tipo 2 está ligada al consumo de penicilinas procaína, sulfonamidas, fluoroquinolonas y macrólidos y es quizás más alarmante para médicos y familiares: incluye psicosis e involucra a receptores que también se desnivelan con drogas recreativas, como la cocaína o las anfetaminas.

La AAE tipo 3 sólo se asocia con el antibiótico metronidazole. En lugar de presentarse pocos días después del inicio del tratamiento, como las dos primeras, se da semanas después y se acompaña de disfunción en el cerebelo y otros cambios en la estructura de este órgano, que vuelve a la normalidad tras la retirada del tratamiento.

Para Horcajada, también jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital del Mar, el trabajo es "muy interesante" y tendrá influencia en la práctica clínica, ya que sirve de "recordatorio". "A partir de ahora, lo tendremos más presente", concluye este experto, que cree que también podrá ser útil para optar por uno u otro antibiótico ante la mínima sospecha de delirio en un enfermo.

Noticias relacionadas