Empezó a escribir un relato como una paranoia más de su enfermedad y acabó convirtiéndose en un libro que encauzó sus pensamientos, le sirvió de desahogo y le ayudó a tomar conciencia de la patología a la que se enfrenta, ahora mismo con éxito.

El título de la obra, Mental Chat. Esquizofrenia, Ficción o Realidad (Ediciones MeM, 2016), revela las circunstancias de su autor, Amarú Maraval (Argentina, 1984), que piensa que contar su experiencia será útil para entender a enfermos como él y contribuir a erradicar su estigmatización social.

Amarú es hijo de madre argentina y padre español y ha crecido en Menorca, donde ha vivido la mayor parte de su vida. "He llegado a mis treinta años sin el graduado, pero con muchas opciones. Sigo en casa de mi padre como si nunca me hubiera ido. Parece que nunca he hecho nada cuando en realidad he hecho de todo", se presenta en la primera página de su peculiar autobiografía dedicada a su hijo Aleixo y narrada como una carta dirigida a una amiga.

Amarú, de niño. Archivo familiar.

Y en ese "todo", que aclara a lo largo de 111 páginas, se incluye su fracaso escolar y su pronta irrupción en el mundo laboral, un viaje a Argentina, una relación sentimental y un posterior divorcio, el nacimiento de su hijo, los viajes, los malos hábitos de la noche y sus adicciones, su promiscuidad con el hachís en Ibiza y Tailandia, los brotes psicóticos y su internamiento en un psiquiátrico y el regreso al hogar familiar. Diagnosticado de esquizofrenia paranoide, debutó en la enfermedad con 25 años. "Cinco años después -escribe- he empezado a aceptarla".

"Tener constancia de lo que pasa mejora el pronóstico y el tratamiento", aseguran los médicos. Una idea en la que insisten Enrique Pinilla, biólogo, y Luis Pacheco, psiquiatra, ambos jefes de servicio de la Red de Salud Mental en Bizkaia de Osakidetza [Servicio vasco de Salud] que han conocido y tratado esporádicamente a Maraval y presentaron su libro la semana pasada en Bilbao.

Mientras Pacheco valora su iniciativa como "algo excepcional", Pinilla cita a Camus para señalar que "lo importante no es curarse sino ser capaz de vivir con las propias dolencias". El comportamiento de Amarú da la razón al escritor argelino francés.

PENSAMIENTOS INVASORES

Esquizofrenia significa "mente dividida", según el origen etimológico griego de la palabra, y el autor describe cómo se rompe la suya, cómo chatean en ella distintas voces fruto de las alucinaciones auditivas que provoca la enfermedad: "Los esquizofrénicos compartimos la sensación de que esas voces que escuchamos son pensamientos invasores que provienen de otro lugar y no nos pertenecen".

Amarú, hace ocho años, antes de la enfermedad. Archivo familiar

Antes de asumir su patología, el joven enfermo buscaba explicaciones y la telepatía y los viajes de ida y vuelta al futuro se convirtieron en una obsesión. "Te dicen que estás enfermo pero hasta que llegas a decir 'sí, es verdad, estoy enfermo y por eso oigo voces' pasas por muchos procesos, cada uno se monta su trama para justificar lo que está pasando".

Incide en que lo peor es no poder distinguir cuál es la realidad, "el problema en sí", no tener capacidad de discernir entre lo real y lo irreal, recordar cosas que no han existido y hablar con esos recuerdos. "Se pasa muy mal, sufres mucho", explica en conversación con EL ESPAÑOL. Y pone los ejemplos más a mano: "Imagínate que dentro de dos días se crea un nuevo recuerdo sobre esta charla y yo llego a la conclusión de que te he estado insultando y empiezo a darle vueltas sobre cómo he sido capaz de hacerlo… o que oyes una voz que sólo trasmite opiniones negativas y que te está bajoneando [minando la moral] como dicen los argentinos… o que quieres ir a Bilbao y oyes una voz que te dice que no vayas porque te va a atropellar un coche y empiezas a darle vueltas de forma obsesiva y entras en una paranoia…".

No hay ninguna voz que me proponga asesinar a nadie, no hay ningún asesino en serie en mi interior

A Amarú Maraval había voces que le proporcionaban cierta alegría –"alguna de ellas me contaba chistes" –, pero los momentos felices eran los menos y el resultado agotador, aunque en su caso los elementos distorsionadores de la realidad no eran destructivos. Pero ¿había voces que le inducían al suicidio, a hacer daño a alguien o a hacer cosas que no quería? "No, en mi caso las voces ni me exigen, ni me piden, ni me aconsejan: abren debates sobre lo que estoy pensando en ese momento. Surge una opinión a lo que yo contesto y luego otra y se genera una conversación. Las ideas que he podido tener de suicidio [se hace una mención en el libro] han sido más por la depresión, por el estado de ánimo, que por lo que estaba escuchando. No hay ninguna voz que me proponga asesinar a nadie, no hay ningún asesino en serie en mi interior".

Se rebela contra la idea de la esquizofrenia asociada únicamente a la criminalidad. "Sí, hay esquizofrénicos que cometen crímenes, pero también personas muy normales que violan, que asesinan, que roban y a quienes nadie teme a priori. ¡Bastante sufre un esquizofrénico para que encima le tachen de loco asesino!".

ESTIGMATIZACIÓN SOCIAL

En esta misma idea profundiza Pacheco. "Hay esquizofrénicos muy peligrosos pero en términos globales lo son menos que la población en general", mantiene antes de dejar una pregunta en el aire: "¿Cuántas de las personas que asesinaron a sus parejas el año pasado eran esquizofrénicas? Todo depende de cómo se hagan las estadísticas".

Hace 300 años a los epilépticos se les quemaba en la hoguera

El psiquiatra de Osakidetza alerta contra la estigmatización social de las patologías mentales: "Hace trescientos años se consideraba que los epilépticos estaban poseídos por los demonios y se les quemaba en la hoguera, pero la sociedad ahora es capaz de entender que la epilepsia es una enfermedad cerebral y que no es un inconveniente para tener una casa, una familia y un trabajo, algo que está muy lejos de aceptarse en los pacientes con esquizofrenia".

"Amarú no es esquizofrénico, tiene una esquizofrenia, igual que yo tengo una diabetes”, abunda en el mismo aspecto su colega Enrique Pinilla, jefe de Servicio del área vizcaína de la Red de Salud Mental de Osakidetza.

La diferencia social entre ambas enfermedades es que una es admitida como normal y no asusta y con la otra ocurre todo lo contrario. Pacheco, biologista confeso, plantea una curiosa analogía. "La sociedad estigmatiza a los pacientes con esquizofrenia porque oyen voces que los demás no oímos, que teóricamente no son reales; pero también hay dolores de cabeza que algunas personas viven como reales aunque los médicos no encuentren causas objetivas. La cuestión no es negar las voces, sino entender que se deben a la enfermedad, porque las voces las oyen, no se las imagina", recalca.

IMPORTANCIA DE LA MEDICACIÓN

Ambos psiquiatras coinciden también en la importancia que la medicación tiene en el comportamiento de los enfermos. Maraval la acepta sin resistirse: "Yo era reacio a medicarme, pero por qué no hacerlo si estás sufriendo, igual que se toma una aspirina el que le duele la cabeza o va al médico el que tiene fiebre. Es muy recomendable siempre que no te deje sedado por completo, porque entonces te inutiliza".

Esta reflexión le ayuda en la gestión de su enfermedad, que evoluciona bajo control desde que ha adquirido "un grado de conciencia" y se sitúa en el papel de "observador", capaz de relegar sus voces a "un sonido de fondo", como si procedieran "de la televisión".

¿Cómo haces para controlarlas?

Más que controlar se puede vivir con ellas. Las puedes escuchar y no prestarles atención, pero para llegar a ese punto hay que tener una tranquilidad muy grande y bastante experiencia.

Aparte de tomar la medicación, ¿qué mecanismos utilizas?

Yo intento ocuparme, distraerme, no entrar en diálogo con ellas para que el debate no crezca como una bola de nieve. Cansarse, agotarse, hacer deporte, salir a caminar, que te dé el aire, darse un baño de mar si se puede, distraerse para no escucharlas. Es como cuando te separas de una persona, ¿qué haces para no pensar en ella de forma obsesiva? Intentar distraerte; pues es exactamente lo mismo. A las voces les digo de todo, con ellas he puesto en práctica todo lo que se me pasa por la cabeza. Hoy por hoy lo que hago es hablar en voz alta casi todos los días, es algo que va bien, consigues que no surjan opiniones sobre lo que tú estás pensando. Me levanto y digo "voy a tomar un café, ¿a quién le molesta?". No lo hago en un tono alto, voy murmurando y si te fijas hay mucha gente [por la calle] que va moviendo los labios.

Cuando tienes consciencia de lo que te pasa una voz te puede decir cosas, pero tú decides

Amarú tiene claro cuándo tocó fondo. Fue hace tres años, cuando los 85 años de su abuela le llevaron a Bilbao a celebrar el cumpleaños en familia. Antes había estado internado y había sufrido varios brotes, pero creía que él seguía mandando en su mente, que hacía y deshacía, y se dio cuenta de que no era cierto, de que ésta actuaba con autonomía. "Ahí veo que estoy tan angustiado y abstraído de la realidad que no puedo hacer lo que quiero, que no soy yo quien decide, que no tengo el mando sobre lo que pasa, que quiero compartir y participar en la celebración y no puedo".

Su enfermedad se manifestó de forma tan evidente que ni siquiera tuvo que solicitar ayuda. Su familia atajó la crisis poniéndole en manos de los especialistas que hoy son los mayores avalistas de sus progresos y observan esperanzados su intención de seguir escribiendo e incorporarse a la universidad mediante un curso de acceso para estudiar Psicología.

ESTRÉS Y MARIHUANA, UN CÓCTEL EXPLOSIVO

En su charla con EL ESPAÑOL Amarú no rehuye ningún tema y admite el vínculo entre consumo de cannabis y los brotes psicóticos y el papel de esta droga como desencadenante de su enfermedad, aunque cree que no es la única causa, vinculada en el tiempo a una fuerte crisis emocional. "Yo llevaba muchos años fumando maría y nunca me había pasado nada, pero se juntó con mi separación, la pérdida de trabajo, el traslado de mi exmujer y mi hijo a Argentina y la falta de perspectivas de futuro".

"Lo primero que salta a la vista en un análisis de sangre es si has consumido marihuana y no se ahonda más, pero yo estoy convencido de que influye muchísimo el estrés", comenta. Aunque considera que eso es lo que más le altera e intenta mantenerse tranquilo y en equilibro, se ha propuesto no consumir estupefacientes nunca más "por su efecto negativo".

Curiosamente no se siente discriminado por su enfermedad, que "casi nunca" oculta, hasta el extremo de que su psicóloga en Menorca le advierte de que es demasiado comunicativo al respecto. "Es que casi que me presento y ya digo que soy esquizofrénico. La gente lo ha sabido porque lo he dicho, porque en la cara no se nota, y no me ha discriminado, sino que me ha vuelto a llamar para algunos trabajos".

Además tiene la suerte de que la familia cierra filas en torno a él y que el principal patrono es su padre, a quien ayuda en su negocio de compraventa de souvenirs en los periodos turísticos. Una situación que no pasa desapercibida para los psiquiatras. Pacheco insiste en reclamar para los esquizofrénicos un tratamiento similar al que reciben los que padecen el síndrome de Down: "Acceso protegido al trabajo, es decir, con incentivos al empresario para paliar su bajo rendimiento".

A mí me ha llevado a escribir, a plantearme hacer muchas cosas y a buscar información

"Amor, cariño y paciencia" son las herramientas que Maraval recomienda para abordar desde el entorno más próximo una enfermedad como la suya, desarrollada en un estadio que considera "leve" y de la que saca algunas enseñanzas. "A mí me ha llevado a escribir -quiere seguir haciéndolo, ahora sobre la depresión y la obsesión-, a plantearme hacer muchas cosas y a buscar información. De repente oyes palabras que no sabes qué quieren decir y las buscas", expone antes de satisfacer la pregunta del entrevistador. "¿Qué cuál ha sido la última? Dilucidar, que es como entrever, ¿no?", inquiere.

Un verbo que conlleva aclaración y discernimiento y que deja un final, el actual, en manos de quien acaba de publicar un libro y contesta a las preguntas de este periódico. "Soy dueño de mis decisiones. Cuando tienes consciencia de lo que te pasa [la esquizofrenia] una voz te puede decir cosas, pero tú decides", afirma resuelto Amarú Maraval, que ambiciona un futuro desde "la certeza de saber que el destino se lo construye uno mismo".

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