Castilla y León, una región de incalculable patrimonio y riqueza cultural, ofrece en lo gastronómico tantas opciones que es complicado elegir una sola elaboración. Sus platos, centrados principalmente en asados y guisos que han permanecido sin variación durante siglos, ofrecen a los comensales una experiencia culinaria de alta calidad.

La tradición prima en cada una de las elaboraciones que destacan en cada provincia, donde el denominador común es la calidad de la materia prima de los productos empleados. Por eso, conquistan paladares demostrando que, menos es más en la cocina castellana.

A continuación, les dejamos las señas de identidad que siguen alimentando la riqueza gastronómica de Castilla y León. Obligado probar, al menos una vez, estos suculentos platos al visitar la región.

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    Chuletón de Ávila

    Poca presentación necesita el plato típico de Ávila por excelencia, el chuletón. Se obtiene de los mejores ejemplares de buey, vaca o la ternera de raza Avileña-Negra ibérica, que pastan en los prados de la Sierra de Gredos. Marcado a la parrilla, este gran filete -que puede superar el kilo de peso- se sirve generalmente poco hecho y puede llevarse al punto deseado de cada comensal gracias a un plato de piedra caliente que terminará de cocinarlo.

    Acompañado de pimientos de Padrón o patatas fritas, no necesita más ingredientes que la sal para obtener el punto deseado que convierte a este contundente plato en indiscutible elección para los amantes de la carne de excepcional calidad.

    Turismo Castilla y León
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    Morcilla de Burgos

    Una receta sencilla que llegó a Castilla en el siglo XVIII y que recuerda con su sabor a la sobriedad característica de la gastronomía castellana y leonesa. La morcilla de Burgos se elabora con la sangre cocida del cerdo, arroz, manteca, cebolla, varias especias y sal.

    Tras embutir los ingredientes en las tripas del cerdo, se cuece durante más de media hora y una vez está lista es el momento de elegir cómo consumirla. Admite varias opciones frita, hervida, guisada o a la parrilla y está indiscutiblemente ligada a la tradición de las antiguas matanzas. De contundente gusto en paladar, la morcilla de Burgos es, sin duda, la variedad más conocida de todas.

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    Botillo de León

    De su origen se discute sobre si encuentra sus raíces en la civilización romana o medieval, sea como fuere, siglos de tradición han terminado por dotar a este manjar embutido en una opción de primera, sobre todo cuando comienzan a bajar las temperaturas, pues el estómago agradece un completo plato contundente como este.

    Se trata de un producto elaborado con piezas troceadas procedentes del despiece del cerdo; la costilla, el rabo, la paleta, la carrillera o el espinazo, que se mezclan y se condimentan con pimentón para después ser embutidas en la tripa gruesa del propio animal.

    Tras un proceso de ahumado que se lleva a cabo con leña de roble o de encina, se seca durante días para que elimine la humedad y una vez alcanzado el punto óptimo de curación, se cuece junto a berza y patata para completar un apetecible y variado plato típico en la zona de El Bierzo.

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    Patatas a la importancia de Palencia

    De origen humilde, las patatas a la importancia son un plato típico de la provincia palentina. Una receta sencilla y sabrosa en la que primero se fríen y después se guisan las patatas previamente rebozadas.

    Su nombre, 'a la importancia', se debe a que a la austera preparación se le añade caldo, vino blanco, harina, azafrán y perejil, convirtiendo un plato económico -que tiene como base la patata- en uno más sofisticado que antiguamente se reservaba para ocasiones más especiales.

    Aunque no se sabe a ciencia cierta el origen exacto, esta receta tradicional se popularizó durante los años 40, en la posguerra, ya que la patata era uno de los ingredientes básicos en todas las cocinas.

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    Hornazo de Salamanca

    Una masa de pan engrasada con manteca y rellena como una empanada con productos cárnicos como son el lomo, el jamón o el chorizo y en ocasiones, huevo. El hornazo es, sin duda, uno de los emblemas gastronómicos de Salamanca. Se puede comer durante todo el año pero es más típico consumirlo justo antes de cuaresma (periodo en que no estaba permitido comer carne ni huevos) o bien inmediatamente después, al terminar la Pascua.

    Su origen está ligado a la alimentación de los pastores, aunque su popularidad se vincula con la celebración de la festividad del Lunes de Aguas, que se celebra el lunes siguiente al de Pascua y cuya elaboración encuentra su origen en el año 1543, durante el reinado de Felipe II.

    Desde el 2004 la marca de garantía y la denominación 'Hornazo de Salamanca' protegen más si cabe su autenticidad.

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    Jamón de Guijuelo

    Los mejores jamones nacen en Guijuelo y prueba de ello son sus numerosos galardones y que año tras años sean los más codiciados a nivel mundial. No necesita presentación un producto tan exquisito; y son pocos también los paladares que pueden resistirse al sabor de un jamón con Denominación de Origen Protegida.

    Los cerdos que crecen en las dehesas que hay repartidas por las distintas comarcas de Castilla y León producen un alimento icónico de la dieta mediterránea española.

    Su alimentación a base de bellotas y un proceso de curación mayor (a más de 1.000 metros de altitud, donde los vientos fríos y constantes penetran en los secaderos) hace que su sabor sea más dulce y armónico. No es de extrañar que el jamón de Guijuelo haya sido elegido en varias ocasiones como el mejor del mundo.

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    Cochinillo de Segovia

    Continúa el recorrido por la tradición y la historia culinaria que pone de manifiesto la calidad de las carnes de Castilla y León. Hablar de Segovia es hablar de cochinillo asado, de sabor y de sobriedad en la cocina.

    Para alcanzar el punto de elaboración óptimo y conseguir la doble textura -crujiente en el exterior y mantecoso en el interior- ha de ser asado lentamente en horno de leña. Se coloca al animal de espaldas y se abre el espinazo de un lado a otro.

    La carne del cochinillo tiene que separarse del hueso con facilidad, indicativo de que está perfectamente cocinada y lista para disfrutar.

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    Torreznos de Soria

    Es sin duda el plato más típico de la zona. El torrezno de Soria, encuentra su origen en la época medieval, se puede tomar como aperitivo o guarnición y su elaboración es sumamente sencilla. Se fríe la panceta del cerdo a alta temperatura para que la corteza quede crujiente y la carne, jugosa y tierna.

    Por su alto contenido calórico las gentes de campo tomaban antiguamente torreznos para desayunar y obtener la energía necesaria en las largas jornadas de trabajo. Hoy, es una de las peticiones culinarias más populares a la hora del vermut y el de Soria en concreto, cuenta con Marca de Garantía que certifica la calidad y procedencia única de un producto tan sencillo como delicioso.

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    Lechazo de Valladolid

    Si hay un plato que sitúa a Castilla y León en el mapa gastronómico a nivel nacional ese es el lechazo asado. La tierna carne del lechal (cría que solo se alimenta de la leche materna) se prepara sin más ingredientes que la sal.

    Se suele servir por cuartos y en bandejas de barro y los propios jugos que suelta durante el asado en horno de leña son suficientes para conquistar los paladares más exigentes.

    La raza de oveja que otorga la fama a esta delicada carne es la variante churra con IGP, señal de garantía que pone la guinda a un plato que es el rey indiscutible de la cocina castellana y leonesa.

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    Arroz a la zamorana

    Llega el momento de presentar un plato típico que combina varios ingredientes sin perder el carácter humilde de su origen campesino. Encuentra sus raíces en siglo XVIII en la comarca fronteriza de Aliste, nacido para la época invernal ha pasado a ser plato demandado todo el año en los restaurantes zamoranos.

    Sus protagonistas son las carnes procedentes de la matanza del cerdo, por regla general, se usan las partes más cartilaginosas como son la oreja y las manitas, aunque también se incluye panceta, morro, chorizo y parte del jamón.

    Se rehogan las verduras con la manteca del cerdo y se deja que la carne vaya cociendo lentamente con el arroz para dar como resultado un plato contundente que se sirve como normal general en plato de barro.