Jero Hernández, concursante de Pasapalabra

Jero Hernández, concursante de Pasapalabra

Sociedad

Jero, un histórico concursante de Pasapalabra: "El aprendizaje de perder el anonimato es algo singular"

Prepararse para las pruebas y, sobre todo, para el rosco es un "trabajo de mucha constancia" porque cada vez "sube más el nivel" y se debe tener "la mente activa"

30 enero, 2023 07:00

El salmatino Jero Hernández se ha convertido en una de las caras visibles más importantes de Pasapalabra. Su ejemplo es de esos que demuestran que las segundas oportunidades funcionan. Empezó en el mundo de los concursos por casualidad. Desde pequeño, le hubiera gustado ir al 'un, dos, tres...' pero nunca lo logró. Era 2008 y él estaba trabajando en la Universidad de Salamanca, su ciudad natal, y un amigo le dijo que había una productora que quería hacer un casting y se animó. “Hicieron una selección de 24 concursantes y yo estaba entre ellos, rodeado de algunas caras más conocidas que tienen un montón de premios y botes de Pasapalabra”, afirma a EL ESPAÑOL- Noticias de Castilla y León.

Tan solo duró un programa y le eliminaron. A partir de ahí escribió a varios concursos culturales. Pasó por Saber y Ganar, donde hizo una gran actuación con 50 programas y, de ahí volvió a saltar a Pasapalabra, donde se hizo con el concurso y estuvo 120 programas. Y más tarde, en 2019, otros 120.

Todo el mundo ve el programa y se pregunta cómo pueden aprenderse tantísimas palabras. Lo cierto es que, detrás, hay un trabajo. La preparación “es diferente” para cada persona. Él ve muchos programas, apunta palabras difíciles y se las intenta aprender. “Es un trabajo de mucha constancia y dedicación, es mucho tiempo. Otras personas se dan el atracón, lo preparan de golpe”, reconoce. Una cosa tiene clara: “Pasapalabra cada vez requiere una mayor preparación para hacerlo bien. Va subiendo el nivel y hay que aprender mucho”.

Él utiliza un cuaderno de papel donde va apuntando información y lo mezcla con otras bases de datos. Estudia un poco todos los días. Lleva una rutina “constante”. Anota cosas, repasa anotaciones de otros momentos o hace fichas. Algo que le “gusta” porque le “mantiene la mente activa”. “Si no te ejercitas, te quedas oxidado”, afirma.

El bote no lo ha alcanzado pese a ser uno de los que más tiempo lleva en el concurso. Cree que “no ha perdido el bote” sino que, simplemente, “he ganado otras cosas”. Evidentemente, le gustaría ganarlo por “satisfacción” ya que lo ha rozado en muchas ocasiones. Tiene una anécdota que recuerda especialmente. Fue un lunes a grabar y le faltó una palabra: ‘Sarán’. El miércoles estaba en casa con su cuaderno y llegó a dicha palabra. Ahora, asegura bromeando, “si me lo hubiera leído dos días antes, hubiera llegado”. Pese a ello, le ha servido para aprender “hay que ver lo que haces, intentar mejorar y aprender”.

Su paso por el concurso no ha finalizado, ya que ha estado en una edición especial llamada Duelo de Campeones donde se enfrentaban las caras más conocidas. Su paso a la semifinal fue eliminando a Marta Terrasa, la persona que a él le eliminó de Pasapalabra. A ella la define como una “súper campeona”, una concursante “buenísima” y asegura que, por encima del propio duelo, son “amigos y compañeros”. Unos programas que para él son “emocionantes” y que hasta el último minuto “no sabes qué va a pasar”.

"Haces feliz a mucha gente en momentos difíciles"

El hecho de ser completamente anónimo a una persona conocida es un paso que hay que aprender a gestionar. Un concurso que te “acerca a la gente” donde comienzas a estar “expuesto” de una manera “enorme, brutal”. La primera vez que se dio cuenta de que todo había cambiado estaba andando por la calle, cerca de una terraza y todas las personas que estaban ahí “se levantaron y vinieron hacia mí”. “El aprendizaje de perder el anonimato es algo singular”, asegura.

Reconoce que “tiene una parte bonita” porque haces “feliz a mucha gente en momentos difíciles”. Personas que están en “hospitales, pasando momentos de preocupación” y que para ellos supone un “ratito de entretenimiento, satisfacción donde se te olvidan las cosas”. Hernández afirma que hay gente que lo pasa mal y los concursantes “le llevan esa gotita de alegría, distracción, que se agradece en los momentos malos”.

Con mucho cariño recuerda cuando caminaba, hace años, por la playa y un niño de 12 años aproximadamente se le acercó y le dijo: “Mi abuela se ha muerto feliz porque te ha visto llegar al programa 100”. Otras personas le escriben para decirle que comen con él y en la mayoría de los sitios recibes “cariño e interés”.

Todo no es de color de rosa porque también tiene un lado más oscuro y amargo. Cuando por ejemplo estás en una situación mala, “en un tanatorio u hospital” y la gente “se revoluciona”. Pese a ello, son “casos aislados” y vas “aprendiendo, te vas acostumbrando y tienes un poco más de prudencia”.

También hay que aprender que las personas “se hacen una imagen completamente distinta” de la que tienes. Ahora, hablan “mucho más de mí” y ya le va “importando menos” porque “hagas lo que hagas la gente se hace unas películas asombrosas”. Un día para felicitar a su sobrino se tocó un segundo el lóbulo de la oreja. “Veías en Twitter: El mensaje secreto de Jero. Se lleva el rosco. Se despide. Poco a poco vas aprendiendo a que eso no te afecte. Al principio la gente que te dice cosas malas te sorprende”, asevera.

"Salamanca está por encima de lo se pueda hacer en televisión"

Son muchos los que le dicen que “ha dejado muy alto el pabellón de Salamanca”, pero él cree que no es así. “Salamanca está muy por encima de lo que alguien pueda hacer en televisión”, confirma. Cree que “no es verdad” que Salamanca y Castilla y León “la ponemos en el mapa entre todos con nuestro trabajo diario”. “Los grandes médicos, investigadores, escritores son los que ponen a Salamanca en alto. El hecho de tener visibilidad te da una promoción que deberían tener otros profesionales”, asegura.

Esa faceta de concursante es “visible”, es un “orgullo local”.  Le ha permitido hacer cosas que le encantan y cumplir algún que otro sueño, por ejemplo, ser pregonero de las fiestas de la ciudad.

Él se define como una “persona normal que intenta pasar, sin éxito, desapercibido”. Trabaja en la Universidad de Salamanca en la parte de protocolo. Una oficina que se encarga de organizar los actos académicos y atender las visitas. Un trabajo “muy bonito” en el que conoces a “mucha gente tanto de la comunidad universitaria como ilustres de todo el mundo”.