Fernandito Nano, el único vecino de Benamira
Nano es el único vecino de Benamira (Soria): guarda todas las llaves del pueblo y hace monólogos por media España
Se llama Fernando del Amo, tiene 38 años, trabaja en mantenimiento de carreteras, es monologuista y, entre actuación y actuación, riega el huerto, pasea a los perros y critica que quieran instalar una planta fotovoltaica. "No me da miedo vivir solo, me da miedo que el pueblo desaparezca".
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Hay historias que parecen un monólogo. Pero esta no lo es. En Benamira (Soria) vive una sola persona todo el año. No es una frase hecha, ni una campaña de marketing rural, ni el inicio de una película de terror. Es la realidad.
Se llamaFernando del Amo, tiene 38 años, trabaja en mantenimiento de carreteras, hace monólogos por media España y, entre actuación y actuación, riega el huerto, pasea a los perros y guarda las llaves de medio pueblo. Porque cuando solo queda uno, toca hacer de todo.
Un reportaje de esos que son curiosos, hasta el punto de que para Fernandito Nano, así es su nombre artístico, su día a día sirve de inspiración para sus actuaciones de monólogos que hace por toda España. Aunque detrás de todo, hay una gran reflexión sobre la soledad y el mundo rural.
Fernando no llegó a Benamira por error ni por casualidad. Llegó porque era el pueblo de su familia, el de sus abuelos, el de los veranos eternos y las Navidades con frío de verdad. Él y su pareja de entonces trabajaban por la zona de Almazán y decidieron empadronarse “por echar una mano al pueblo”. Les ofrecieron un trabajo de cuatro meses porque no había nadie joven —joven de menos de 25— para hacerlo.
Ese contrato temporal dura ya dieciséis años.
“Madre mía”, dice él mismo, todavía sorprendido. Desde entonces, Fernando se convirtió en el único vecino fijo de Benamira, una localidad soriana situada estratégicamente junto a la autovía y relativamente cerca de Madrid y Zaragoza… pero estratégicamente olvidada para casi todo lo demás.
Nano durante una actuación Cedida
El día a día de Fernando no es tan distinto al de cualquiera, solo que con más silencio y menos atascos. Trabaja cuando toca, cuida el huerto, entrena, lee, cocina —con horno de leña, que se construyó en la pandemia— y pasea por el monte. Antes jugaba al fútbol; ahora, como dice él, “ya me dedico un poco menos”.
Para comprar hay que coger el coche: Medinaceli, Arcos o Sigüenza están a unos 25 minutos. El hospital, a 90 kilómetros. “Para vivir aquí estás obligado a tener coche”, resume. Y aun así, insiste: la valoración de estos años es “muy positiva”.
“No me dedico a la ganadería ni a la agricultura. Hago una vida normal, solo que sin agobios”.
Eso sí, la normalidad rural viene con letra pequeña: La fibra, ni está ni se la espera, lo mismo ocurre con el ADSL. “Dijeron que en 2025 tendríamos fibra todos… está a diez días de cumplirse”, ironiza. Por suerte, la cercanía al AVE y la autovía ha traído 5G. Algo es algo.
Fernando no es alcalde —ese cargo lo ocupa alguien que vive en Madrid—, pero podría decirse que es el alcalde oficioso. Guarda las llaves de varias casas de vecinos, de edificios públicos y está atento “por si hay una avería de agua, salta la luz o pasa cualquier historia”.
Cuando solo queda uno, la figura del “vecino que vigila” se convierte en institución.
“Tenemos llaves de unos cuantos”, dice con naturalidad, como quien habla de guardar el mando del garaje.
Monologuista por obligación
Ser el único habitante de un pueblo da para mucho material humorístico. Fernando lo sabe y lo explota. “Siempre digo que soy monologuista por obligación, porque no tengo con quién hablar”.
Empezó casi por casualidad, en unas fiestas del pueblo con presupuesto ajustado. Unos bailaron, otros recitaron poesía… y él se subió a contar su vida. Funcionó. Y de ahí a los escenarios.
Hoy actúa por toda España, especialmente en Castilla y León, aunque reconoce que no en todas partes se entiende igual. “En Cádiz no se lo creen. Allí dicen ‘mi pueblo’ y son 10.000 habitantes. Yo les digo: joder, pues eso es una ciudad”.
Sus monólogos giran en torno al mundo rural, la despoblación y la experiencia surrealista de vivir solo. Y funcionan, porque detrás del chiste hay verdad.
Aunque en invierno Fernando esté prácticamente solo, Benamira no está muerto. En verano llegan hasta 200 personas. Los fines de semana vuelven los hijos del pueblo. Se organizan comidas cada mes o mes y medio. Y cuando hay evento, se juntan 60 u 80 personas.
El mejor ejemplo: una carrera de trail running que Fernando impulsó casi sin querer. Primera edición, 180 inscritos. “Nos decían: déjale, vendrán 30 o 40. Y al final se nos fue de las manos”, recuerda.
Nano construyó el horno de leña durante la pandemia
Benamira también tiene patrimonio natural: el nacimiento del río Jalón, restaurado tras los daños del AVE; paseos fluviales; castores —demasiados, según Fernando—; aves en peligro de extinción como la alondra ricotí; y dos pueblos abandonados dentro del término municipal.
Pero no todo son risas en la vida de Nano. Ahora, el pueblo anda de uñas contra un proyecto de instalación de una planta fotovoltaica porque “es una exageración”, asegura al tener más de 100 hectáreas. “Parece que solo nos quieren para estas cosas, pero de los servicios públicos se olvidan”, lamenta.
Futuro
Fernando no habla desde la nostalgia, sino desde la rabia tranquila. No le da miedo vivir solo. Lo que le duele es pasear por la plaza y saber que no hay nadie más. “Con todo el trabajo que ha costado hacer esto… y que se pierda, eso es lo que me da miedo”.
Su reivindicación es clara: estos pueblos necesitan atención. No pide milagros, solo condiciones mínimas para que vivir sea posible: servicios, sanidad, telecomunicaciones, infraestructuras. “Que se puede vivir, pero vamos a vivir en condiciones”.
Miguelito es un "habitante" que aparece solo cuando nieva
Para él, Benamira "debería tener al menos 15 personas todo el año. No para llenar bares, sino para mantener el pueblo vivo", explica.
Fernando no tiene intención de marcharse. Nunca pensó que acabaría viviendo en el pueblo… y aquí sigue, 16 años después. Ahora incluso ha llegado una familia nueva, con niños, que no habla español ni inglés. Se comunican con Google Translate. Y sí, ya ha entrado en los monólogos.
En Nochevieja, a veces se juntan 30, y hacen las campanadas en la plaza de la iglesia. Fernando lleva 14 años sin ver las uvas en televisión. Hace de Cristina Pedroche, pero sin vestido transparente.
Benamira no está vacía. Está esperando. Esto también puede servir para un monólogo.