Imagen de la estación de tren de Paredes de Nava, en Palencia.

Imagen de la estación de tren de Paredes de Nava, en Palencia. Ayuntamiento de Paredes de Nava

Palencia

El accidente de Paredes de Nava: un desastre ferroviario sin precedentes en Palencia

El 11 de julio de 1922, dos trenes chocaron en en el kilómetro 527 de la línea entre Villada y la capital palentina, dejando un total de 32 muertos y 19 heridos graves

29 enero, 2023 07:00

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Eran las cuatro de la tarde y el tren rápido número 406 salía de La Coruña en dirección a Madrid tirado por la locomotora 3139 y con pocos pasajeros. Dos horas después, partía de Madrid el tren correo de Asturias número 423, con la máquina y el furgón, el vagón de la correspondencia, y once coches de viajeros.

Eran entre las dos y media y las tres de la madrugada del martes 11 de julio de 1922, cuando ambos ferrocarriles coincidieron en el kilómetro 527 de la línea entre Villada y Palencia, desafortunadamente en la misma vía. El convoy asturiano no se detuvo en Paredes de Nava y se empotró contra el gallego que estaba detenido y listo para continuar hacia León, volcándose encima de él.

El recuento final de víctimas de esta catástrofe fue de treinta y dos fallecidos, diecinueve heridos graves y el resto leves o ilesos.

Es muy improbable que el correo de Asturias viniera con un retraso de dos horas y tuvieras que haber pasado por ahí sobre la una de la madrugada, en vez de casi a las tres. El choque fue pasadas las plataformas de Paredes de Nava, con lo cual, no era un retraso, sino que el tren se saltó la parada. El porqué, no quedó claro, ya que era de noche, y muchos pasajeros supervivientes no estaban ni siquiera despiertos en el momento del accidente.

Pero hubo varias versiones más de los hechos. La primera, que fue que el jefe de la estación de Paredes dio paso al correo asturiano intuyendo que quizá le diera tiempo a llegar al próximo apeadero a siete kilómetros, y dejar la vía libre.
Otra crónica, afirmaba que el culpable fue un error humano, del maquinista del convoy asturiano, quien había sido supuestamente visto en la cantina de la estación de Palencia tomando un vaso de vino antes de emprender viaje. Saliendo de Palencia, al llegar a la cercana estación de Grijota, en vez de parar, el conductor, según esta versión, en estado de embriaguez, aceleró la máquina dejando atrás no solo esa sino también las estaciones de Villaumbrales y Becerril de Campos.
Los dos guardias civiles que solían ir en los trenes de larga distancia, viendo lo inusual y peligroso de la situación, sacaron sus fusiles por las ventanas y comenzaron a dar tiros al aire desde su vagón para ver si podían llamar la atención del maquinista. Nada, ni caso. El tren siguió, se saltó los semáforos de la estación de Paredes de Nava a más de 80km/h y al poco sucedió el terrible impacto.

Otra versión diferente también echaba la culpa al maquinista del correo de Asturias, pero rompía una pequeña lanza a su favor, explicando que, debido a un incomprensible error, el hombre debió confundir la estación de Paredes con la de Becerril, que era justo la anterior, y, como cuando era una ruta ordinaria no era necesaria la parada allí, no paró…

Otra crónica, ésta más agresiva, aprovechó para hacer una incisiva crítica de los pobres servicios de la Compañía del Norte, cuyos auxilios pedidos a León demoraron más de tres horas en llegar al lugar de la calamidad. La Cruz Roja envió una ambulancia desde Palencia, y desde allí también salió otro vehículo de un hotel con médicos que ayudaran, con tan mala suerte que este coche se salió de la carretera en uno de los puentes del Canal de Castilla y volcó cuando apenas habían pasado Grijota. Obviamente, los médicos heridos de este automóvil no pudieron trabajar en las labores de rescate, por lo que los únicos al cargo eran los propios sanitarios de la compañía de tren, asistidos por personal de obras y de vías de Venta de Baños y Palencia que llegaron al sitio en diferentes trenes con cuadrillas de trabajadores, voluntarios y material de emergencias.

El informe decía que el cuerpo sin vida, del maquinista había aparecido bajo la locomotora sin apenas rasguños, por lo que se cree que sucumbió quizá infartado al notar la dantesca situación.

La tragedia se sintió más en Asturias, ya que, casi todos los pasajeros eran residentes en el principado, algunos de ellos incluso ilustres, y las desgracias familiares diversas: de la
familia del empleado del Ministerio de la Gobernación, don Francisco López, que iban Gijón para pasar el verano, murieron todas las mujeres, en total seis y la sirvienta. Una pareja que estaba de luna de miel solo pudo ser identificada por la sortija de ella y el pilla corbatas de él. Don Francisco Villar y su hijo, indianos, dueños de una empresa de tabaco en Cuba también perecieron. Don Joaquín Costa, importante ejecutivo de una empresa de carbón, perdió a su hija y su nieta. Dos miembros de la familia Armán, muy conocida en Gijón y Don Leonardo Recuenco, juez de la sala de lo civil de Oviedo también murieron. El señor Garaizábal, administrador del Conde de Mieres, sobrevivió con una de sus hijas, pero las otras tres hijas, su esposa y la sirvienta no lo lograron.

Uno de los pasajeros relataba horribles escenas como la de la necesidad de serrar algunas piernas para sacar a las personas de entre los hierros, y que una persona estuvo colgada del techo de un vagón por la cadera durante cinco horas. Los heridos más graves quedaron ingresados en Paredes de Navas y Palencia, pero la mayor parte fueron llevados a Madrid, Gijón y Oviedo.
No es tan cierto que se perdiera toda la correspondencia del tren asturiano, si alguna, y los bienes declarados encontrados fueron trasladados a Oviedo para ser entregados a sus dueños.

Por su parte, el tren rápido de Galicia, cuyo ávido maquinista sí logró reducir la velocidad al ver que el correo se saltaba los discos de Paredes, apenas sufrió un susto a pesar de haber recibido un gran impacto. Algunos heridos graves como el diputado José Barreras, don Carlos Gunche, de la Sociedad de tranvías de Vigo, el senador Eladio de Lema e incluso don José Calvo Sotelo.