Villar de Corneja celebra el fin de año a las 12 del mediodía, en una imagen del pasado año

Villar de Corneja celebra el fin de año a las 12 del mediodía, en una imagen del pasado año Ricardo Muñoz-Martín Ical

Ávila

El pequeño pueblo de Castilla y León donde ya es 2026: ha tomado las uvas a la hora del vermut

La idea nació en 2004, impulsada por la todavía alcaldesa Carmen Hernández, para que sus mayores no tuvieran que esperar a la medianoche.

Más información: El pueblo de Valladolid donde una tradición de quintos despierta al pueblo lleno de pintadas cada 1 de enero

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Mientras millones de personas en toda España esperan a que el reloj de la Puerta del Sol (con el misterio del vestido de ‘la Pedroche’ presente) marque la medianoche del 31 de diciembre, en Villar de Corneja el cambio de año ya es historia desde hace horas. Allí ya es 2026.

Aquí, en este diminuto municipio del oeste de la provincia de Ávila, casi en el límite con Salamanca, las campanadas suenan a las doce del mediodía, antes incluso que en Australia, las antípodas.¿Por qué?

Los vecinos se comen las uvas y brindan por el año nuevo, pero lo hacen con el sol del vermut, el más apetecible, ni siquiera esperan al tardeo, que ahora está tan de moda.

Villar de Corneja es uno de esos pueblos de la llamada España vaciada, prácticamente perdido en el mapa y con un censo que hoy se mueve entre cuatro y siete habitantes, casi todos de edad avanzada.

Sin embargo, durante unas horas cada 31 de diciembre, el silencio del resto del año se rompe. La plaza del Ayuntamiento se llena de vida con vecinos, familiares que regresan por Navidad y curiosos llegados de otros puntos se arremolinan frente al reloj municipal, aunque es cierto que cada año va a menos.

La idea nació en 2004, impulsada por la entonces alcaldesa, y aún regidora, Carmen Hernández, conocida por todos como Carmina.

El objetivo era sencillo y al mismo tiempo práctico, ya que era permitir que los vecinos más mayores pudieran celebrar el cambio de año sin trasnochar y sin exponerse al frío, que en esta zona hay mucho.

Dos décadas después, aquella solución funcional se ha convertido en una tradición del pueblo y para muchos medios de comunicación.

Hoy, las campanadas al mediodía son mucho más que una anécdota. Aunque el censo apenas alcance a unos pocos residentes, cada Nochevieja se reúnen entre medio centenar y hasta setenta personas.

Además, tiene cuatro casas rurales, con 18 plazas, que se llenan en fines de semana y periodos vacacionales. Es lo que da algo de movimiento a un lugar que, el resto del año, lucha contra la despoblación, como otras zonas de Castilla y León.

Fuerza simbólica

La fiesta es sencilla pero tiene una enorme fuerza simbólica. Cada año, la alcaldesa aprovecha la cita para recordar que Villar de Corneja es uno de esos pueblos que resisten a desaparecer.

La realidad demográfica, sin embargo, es dura. A finales de 2024 el municipio contaba con once residentes; solo un año después, esa cifra se ha reducido literalmente a cuatro.

Siete vecinos han tenido que trasladarse a la residencia de la cercana localidad de Piedrahíta. De los actuales habitantes, tres superan los 60 años y uno pasa de los 90. La alcaldesa advierte de que estos pueblos tienen riesgo de desaparecer.

A la hora del vermú, cuando las campanadas suenan doce horas antes que en el resto del país, este pequeño pueblo demuestra que celebrar es la mejor manera de decir que están vivos.