Castilla y León

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La Alberca acompaña bajo palio al Corpus Christi en su entrañable procesión

24 junio, 2019 12:50

Uno de los pueblos más conocidos y visitados de España, La Alberca, en el corazón de la Sierra de Francia, es uno de esos lugares singulares y no menos pintorescos -de los que nos quedan pocos- que guarda todo el sentido profundo e íntimo de sus tradiciones más ancestrales. Son los ritos y costumbres que se vienen pasando de generación en generación y que, sus gentes, celosas las guardan como un preciado cofre. Son sus portes galanes y serranos, son sus ritos religiosos, son sus bailes, es, en definitiva, la sangre que da vida a toda una comunidad.

En este conjunto de ritos se encuentra el día del Corpus Christi, que se vive en La Alberca con una emoción inusitada. Concretamente en la mañana fresca de este domingo, sin brillar el sol. Todo el pueblo es testigo de la procesión bajo palio del Cuerpo de Cristo, escoltado por autoridades y mayordomos.

En las calles por donde pasa la procesión, barridas desde primeras horas de la mañana, se pulen y adornan balcones, ventanas, paredes…, con paños, colchas, mantones, flores… y se perfuma el suelo con tomillo y otras hierbas aromáticas, con una explosión de colores y olores, que hace que el visitante se sienta trasladado a otra época.

Las autoridades son las encargadas de llevar el palio que protege al Santísimo, hasta su llegada al altar de la Plaza, momento en el cual son los mayordomos los encargados de portarlo el resto de la procesión.

En el itinerario de la procesión, se colocan cinco altares, en los cuales el Santísimo en su custodia de plata, se muestra a todos los allí presentes, y es rociado por pétalos de rosas de los niños que ese año han tomado la primera comunión.

El quinto altar es, sin duda, el más importante. Se coloca en el atrio de la Iglesia, y allí ante el Santísimo ofrecen autoridades, mayordomos, cofrades y familias de los mayordomos; esta vez tres familias, una por cada esquina del Solano.

De nuevo se arrodillan tres veces sin dar la espalda al Santísimo, pero con la dificultad añadida de que esta vez lo tienen que hacer subiendo y bajando las empinadas escaleras que dan acceso al atrio de la Iglesia.

Es otra de las ocasiones en que contemplar en todo su esplendor, la espectacularidad de los trajes y más arraigadas tradiciones y sentimientos en La Alberca, es un bien muy escaso y solo al alcande de muy pocos, que siempre guardarán en sus retinas estos momentos en que los ritos de nuestros de mayores son cimientos para nuestra convivencia y sociedad de ahora, a pesar de los tiempos, sus vacíos, vaguedades y superficialidades.

REPORTAJE FOTOGRÁFICO: PAULA CASTRO MORÁN