El candidato a la Presidencia de la Junta, Carlos Martínez, en las Jornadas del PSOE 'Atrévete a construir futuro en Castilla y León'

El candidato a la Presidencia de la Junta, Carlos Martínez, en las Jornadas del PSOE 'Atrévete a construir futuro en Castilla y León' Campillo Ical

Opinión

La precampaña surrealista de Carlos Martínez

"Quiere ser un superalcalde, pero sin renunciar al silloncito municipal de Soria, no vaya a ser que los ciudadanos no le compren la tontería y necesite tener las espaldas cubiertas para evitarse el atragantón de tener que ir todos los días a Valladolid".

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Carlos Martínez Mínguez, candidato del PSOE a presidir la Junta de Castilla y León, parece haber descubierto las posaderas sentadas para arriba. Su precampaña presidencial está siendo hasta ahora bastante surrealista, con ocurrencias como la de aspirar a ser el superalcalde de todos los “castellanoleoneses” y así.

No debe creer mucho en sus posibilidades como candidato, o quizás está rodeado de torpes asesores, para que su precampaña gire en torno a tal patochada. Eso sí, quiere ser un superalcalde, pero sin renunciar al silloncito municipal de Soria, no vaya a ser que los ciudadanos no le compren la tontería y necesite tener las espaldas cubiertas para evitarse el atragantón de tener que ir todos los días a Valladolid.

Más cómodo seguir de primer edil en la capital soriana que embaularse los 400 kilómetros de ida y vuelta que supone trabajar en las Cortes regionales.

Carlos Martínez ha sido siempre un verso suelto en la política de Castilla y León. La impresión que ha transmitido en su propio partido ha sido de desconfianza. Ni él confiaba en las estructuras de los dirigentes regionales, ni los sucesivos dirigentes regionales se han fiado de él más allá de las conveniencias formales.

Carlos solo se dejó ver el plumero cuando apostó, en unas primarias de su partido, por la fallecida Carme Chacón frente a Alfredo Pérez Rubalcaba, y años después cuando apoyó a Susana Díaz contra Pedro Sánchez. Al margen de esas dos aventuras, sus verdaderas preferencias en el PSCyL se las ha reservado para él. Demasiada discreción para el gusto de muchos camaradas de partido.

Que se haya convertido ahora en secretario regional del PSOE y, como consecuencia de ello, en candidato a la tontuna de ser alcalde de la Junta de Castilla y León, es sobre todo algo coyuntural. La caída en desgracia del anterior secretario, Luis Tudanca, hacía necesario un candidato. Y los enemigos de Tudanca, asentados sobre todo en Valladolid y León, descartándose ellos mismos como candidatos, no encontraron a nadie mejor que al vago Martínez.

Así las cosas, los días políticos de Martínez transcurren tan grises como los de este otoño súbito, ideando por un lado calificativos gruesos contra Mañueco y mirando de reojo al tiempo hacia su propio partido (particularmente hacia el grupo parlamentario de las Cortes regionales), donde los seguidores más significados de Tudanca, temerosos de perder las prebendas de las que disfrutan, se dedican a sembrarle el camino de piedras.

Martínez se lamenta de que los ciudadanos de la comunidad autónoma lleven 40 años votando al PP. Si los socialistas aquí fueran mínimamente autocríticos concluirían que los candidatos de sus listas a las alcaldías y a las Cortes de Castilla y León durante décadas nunca han sido líderes de verdad.

Buena parte de esos aspirantes eran más bien los típicos arribistas que se cobijan bajo las siglas del partido para beneficiarse de cargos y sueldos. De ahí los nefastos resultados electorales en cada convocatoria. En estos cuarenta años, al partido le ha ido mal, pero a sus dirigentes les ha ido de cine. Óscar López, ahora ministro, y Luis Tudanca, senador, son dos buenos ejemplos.

Y con Carlos Martínez, el aspirante a superalcalde autonómico, a tenor de lo que dice y hace, nos tememos que pueda pasar tres cuartos de lo mismo.