
Elena León, empresaria y experta agroalimentaria.
La tierra no es rara, los raros somos nosotros
Los que tenemos la fortuna de haber nacido en Castilla y León y si todavía somos más suertudos de vivir aquí, sabemos lo que es levantar la vista y tener kilómetros de horizonte, hasta donde se pierde la vista.
Las tierras son raras, ¿o la Tierra se ha vuelto rara? Pues ni una cosa, ni la otra. La tierra siempre ha sido valiosa, y el mundo no ha cambiado tanto.
Hoy me estreno en esta tribuna de opinión, y solo hay una oportunidad para causar una primera (espero que buena) impresión. Pero lo que pretendo es que sea una inequívoca declaración de intenciones. Ni florituras, ni la reflexión hueca del día que lees en la red social de moda, que dura “lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks”. Me gusta tener los pies en la tierra, en sentido figurado, y también en el literal.
La tierra y la naturaleza mandan, y mandan mucho. Nos mantiene vivos, nos ha visto nacer y, desde luego nos verá desaparecer, impertérrita y sin inmutarse. Y mientras tanto nosotros, que el siglo XXI bien entradito, nos creemos tan listos, tan superiores y tan tecnológicos, parece que no hemos espabilado mucho.
Los que tenemos la fortuna de haber nacido en Castilla y León y si todavía somos más suertudos de vivir aquí, sabemos lo que es levantar la vista y tener kilómetros de horizonte, hasta donde se pierde la vista, de campo fértil, de ríos, montes, bosques, montañas… de convivir con una naturaleza extraordinaria, y respirar un aire puro y fresco, eso sí. Lo damos por sentado, e incluso por normal, pero no, no es normal, es un lujo. Me canso de repetir, como un mantra, Castilla y León es agro.
Pertenezco por formación, educación y laboralmente al sector y valor más seguro. El agro lo aguanta todo, porque es la esencia. Las crisis económicas, los crack financieros, pandemias, guerras cercanas, o lejanas. La robustez de lo esencial.
Estoy de acuerdo en que tenemos mucho más. Pero, junto con un patrimonio que quita el hipo, y ser la cuna de una lengua que amalgama a medio mundo, nuestro agro es nuestro grandísimo potencial. Sin inventar nada, es nuestra esencia. Valorarlo, potenciarlo y dar el valor añadido aquí es mi obsesión.
Hoy leemos y vemos en los telediarios noticias inquietantes que hacen temblar los cimientos del mundo como lo conocemos hasta ahora. Trump en EEUU sacude las bases del comercio mundial imponiendo -o amenazando con poner- aranceles; Putin en Rusia invade Ucrania para quedarse con su riqueza con excusas que no se cree ni él; Israel y Gaza mantienen en vilo al mundo; Europa en un sí pero no, juntos pero no unidos, redactando muchas leyes pero sin tomar decisiones contundentes, ve cómo cambian sus prioridades y se debe rearmar ochenta años después de la Segunda Guerra Mundial; China mirando de reojo como un dragón al acecho.
¿Cuál es el auténtico motivo?, vamos al fondo. Escucho que la lucha es por dinero, es mucho más, es por control de lo importante de verdad, es por las materias primas, por la tierra fértil, por el agua… el dinero no se come, el dinero no garantiza la supervivencia. La lucha por la tierra, es la Historia de la humanidad que se repite.
En Castilla y León, tenemos un sector primario agrario y ganadero, que debemos valorar como a las joyas familiares, un sector de transformación agroalimentario que debemos potenciar como quien tiene un hijo superdotado, un patrimonio natural que debemos cuidar como los cimientos de nuestra casa.
Aquí no hay luchas políticas, ni territoriales, ni intereses personales o pequeños que justifiquen no estar todos alineados. El valor del agro es además de económico, tambien lo es social. Mantiene vivo nuestros pueblos y por tanto, nuestro patrimonio y nuestra cultura, nuestros bosques y por tanto nuestra naturaleza, equilibra el territorio y fija la población de forma más sensata que hacinando a las personas en vertical hasta tocar el cielo en bloques de hormigón.
El futuro del mundo está en el campo, no en el espacio. Por lo menos, para nuestro horizonte temporal y el de nuestros hijos y luego ya veremos. Tengo mucha más fe en los cereales de Tierra de Campos, en la ganadería de Soria, en la industria galletera de Palencia o en las dehesas de Salamanca que en Marte, llámame loca, pero no veo comestibles los anillos de Saturno o confortable el planeta rojo. El resto del mundo está en lucha, nosotros lo tenemos en casa.
Hoy me topé con una preciosa palabra en japonés: Nankuranasai: una bellísima forma de decir que todo va a estar bien, que el tiempo lo cura todo. O, dicho de otra forma, esa maravillosa cita de Don Quijote que resuena a esperanza si lo dice Antonio Banderas “Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”. Para estos tiempos convulsos, de agotadores momentos históricos uno detrás de otro, es confortable. Pero mientras tanto y por si acaso, valoremos lo mejor que tenemos: Valoremos nuestra tierra.
Por Elena León, empresaria y experta agroalimentaria.